Publicado el 06/02/2023

La Via regia y la Regina Viarum del inconsciente. Del sueño al síntoma y retorno

Traducción de Antonio Heredia; tiene a su disposición el texto original por Michel Bousseyroux (francés). Esta traducción no ha sido revisada por el autor.

Al comienzo del psicoanálisis está la vía freudiana de la interpretación de los sueños.  Es die Via regia, la vía regia que nos lleva al conocimiento del inconsciente. Freud lo descubrió en 1900 y afirma: « Die Traumdeutung aber ist die Via regia zur Kenntnis des Unbewußten im Seelenleben1.2 ». Freud psicoanaliza la neurosis a partir de la interpretación de los sueños, como lo demuestran los casos de Dora, el pequeño Hans, el Hombre de las ratas y el Hombre de los lobos o también del pintor Christoph Haizmann.

La prueba de lo real por el fantasma

¿Qué busca Freud en la interpretación del sueño? Busca una prueba, la prueba de lo real al que el sueño da entrada. El análisis del Hombre de los lobos es paradigmático en este punto. Freud cree encontrar en el sueño de los lobos blancos la prueba de su teoría de la escena primitiva sobre la realidad de los hechos, ante la que su analizante opone una desmentida feroz. Es cierto que la reconstrucción de esta escena de un triple coito de sus padres que el Hombre de los Lobos habría observado a los dieciocho meses, un verano en el que un brote de fiebre le habría despertado a las cinco en punto y donde habría presenciado un coito a tergo repetido tres veces, a lo que el niño habría respondido con el regalo de una defecación, es altamente inverosímil. Pero precisamente, lo real es inverosímil y es sobre este real, y no sobre la realidad de la escena primitiva, sobre lo que Freud no cede. Podemos decir que el sueño de los lobos lleva a Freud a lo real y que este real entra en el sueño a través de la ventana del fantasma que, de repente, se abre en el sueño como la V de la cifra romana que cifra el desgarro de la castración, así como el dominio del estrago materno que reaparecerá en el sueño final del Espe,  el sueño de la avispa con las alas arrancadas por… Freud: Freud, en el lugar del Nombre del Padre en ese sueño, arranca al soñante, S. P., de las garras mutiladoras de la madre. En cuanto al sueño inaugural de los lobos, constituye el marco del fantasma, desvelado en su estructura de corte.

El sueño y el fantasma son diferentes. No tienen la misma función, el mismo uso. El sueño satisface el deseo, el fantasma lo sostiene, sostiene la utopía. Lacan precisa que es el deseo del Otro lo que el sueño cumple. El fantasma no satisface el deseo, sostiene lo imposible en la neurosis obsesiva, o la insatisfacción, en la histeria, o incluso previene del deseo, como si de una amenaza se tratase, en la fobia. De hecho, el fantasma le sirve al neurótico para tapar el agujero del Otro del deseo. Obtura, con el objeto como tapón, la falta en el Otro, en tanto el sueño no trabaja para colmarla. Trabaja, más bien, para hacerla más profunda. Es lo que Freud detecta cuando dice que el sueño alberga un punto oscuro que lo enlaza a lo Desconocido, el ombligo del sueño, que es lo real de donde surge el sueño como un champiñón de su micelio. Es este real que irrumpe en ciertos sueños, como el sueño de la inyección de Irma o el sueño del niño que arde.

El objeto lacaniano y su nudo

En el sueño de los lobos, el sueño abre la puerta a lo real que el fantasma hace entrar a través de la ventana. Allí, el sueño es la vía regia del fantasma, el acceso a su estructura, a su topología. Es además este sueño el que pone sobre la pista a Lacan. Porque Lacan, a partir de este sueño, construye la topología del fantasma y de su objeto, que luego se permitirá llamar, el 20 de junio de 1962, "el objeto lacaniano" en el seminario La identificación, en junio de 1962 (inédito). Es por tanto el sueño de angustia de los lobos el que abre la vía regia del objeto a. Ante esta escena del árbol sobre el que se posan lobos, que no son en modo alguno lobos, cinco en número, en tanto que otras veces se habla de siete, el sujeto, dice Lacan, "se convierte en lobo que mira y se hace cinco lobos mirando. Lo que de pronto se le presenta en esta noche de Navidad es el retorno de lo que él es, esencialmente, en el fantasma fundamental. Sin duda, la escena en cuestión no está sino velada: de lo que ve no emerge sino esta V, como batida de alas de mariposa de las piernas abiertas de su madre, o la V romana de la hora del reloj, la quinta hora del caluroso verano donde la escena primitiva parece haber tenido lugar. Pero lo importante es que lo que ve en su fantasma es el $ tachado mismo en tanto cortado de a, $ <> a. Los objetos pequeño a son los lobos. El objeto a, tal como está constituido a nivel del deseo, “es numérico, lleva consigo el número como una cualidad.»

Es en las dos sesiones precedentes del 6 y 13 de junio de 1962 cuando Lacan presenta, por primera vez, la topología del cross-cap que estructura el fantasma fundamental y que se organiza a partir del corte de doble vuelta del ocho interior que separa la superficie cerrada del cross-cap en dos partes, la parte moebiana y especularizable del sujeto y la parte bilateral y no especularizable del objeto a, cuya arandela incluye en su centro la singularidad de un punto-agujero (cuspidal) de cúspide, organizador de toda la superficie del cross-cap, donde Lacan ubica el falo (Φ).

La apertura de la ventana en el sueño de los lobos hace un corte separador del objeto-cinco-lobos que congela, deja fijado al sujeto, lo arborifica, lo hace ser árbol de Navidad del fantasma de devoración por la mirada. El objeto mirada está elevado a la quinta potencia, a5, que en la secuencia decreciente de Fibonacci es igual a 2 – 3 a, que es la cifra numérica de los tres coitos parentales postulados por Freud, de los que el pequeño Serguéi es el producto en el fantasma fundamental. El número 5 es el exponente del deseo que se anuda en el Otro ante el cual el sujeto se ve abolirse como [objeto] pequeño a. Lacan presentó en el seminario Le sinthome, el 17 de febrero de 1976, un nudo que porta el número cinco como cualidad nodal, ya que presenta cinco pasajes por arriba-por abajo y que Lacan llamó el nudo de Lacan3. Este nudo de una sola cuerda conviene bien a lo real que se escribe en el sueño de los cinco lobos, siendo el árbol del sueño como el grafo de los cinco puntos-nudo en el cruce de los cuales están encaramados los lobos, que no son lobos.

Este nudo es, topológicamente hablando, un no-nudo que no debe nada al entrelazamiento cuya superficie de envergadura bicolor es bilateral. Si Lacan lo llama nudo de Lacan, es por su propiedad de cifrar lo real numérico del objeto lacaniano. Del sueño del Hombre de los lobos Lacan ha hecho pues la vía regia del nudo que mejor conviene al objeto que inventó. En este sentido, el fantasma y su objeto a, tal y como el sueño a veces puede desvelar su estructura, son la vía regia del psicoanálisis.

La brújula del fantasma

Sabemos que Lacan hizo del fantasma y de su objeto la brújula de su orientación, tanto en la teoría como en la práctica del psicoanálisis. Pues se trata de descubrir, en un psicoanálisis, que el fantasma es el motor de la realidad psíquica, la del sujeto dividido en tanto que se realiza en su propia división, en su fantasma. De 1962 a 1974, hasta "L’étourdit" e incluso el seminario Encore, a través de su propuesta de 1967 sobre el pase y el psicoanalista en la Escuela, es la topología del fantasma lo que para Lacan da su eje al psicoanálisis. Aporta la invariante clínica y teórica por la cual el psicoanálisis puede tocar lo real y desenredarnos de la realidad que el fantasma dirige. De modo que es operando sobre el fantasma como el psicoanálisis toma su valor4, escribe en su «Discurso sobre las psicosis del niño», el 22 de octubre de 1967.

Es con las fórmulas de la sexuación que las cosas cambian. Lacan distingue el lado todo fálico, que domina completamente el fantasma y el Nombre del Padre, y el lado no-todo fálico que el fantasma no dirige completamente, y que dará paso al no-todo (pastout) del sinthome. Lo que hace dos vías regias del inconsciente, la vía del hablar-él y la del hablar-ella, es decir del sinthome-ella, al cual se abre el decir no-todo, sujeto al fantasma. Lo que permite inscribir la vía no-toda (pastoute) del sinthome en un más allá del Edipo.

Otra vía: la Regina Viarum del síntoma

No sólo está La vía regia del inconsciente que el fantasma abre vía el sueño. Hay otra, Otra distinta de la que dirige el fantasma, Otra que la del inconsciente de la interpretación de los sueños. Es lo que dice Lacan en Encore, el 20 de marzo de 1973. «Si la libido sólo fuera masculina, la mujer desde ahí sería toda, es decir desde donde la ve el hombre, sólo desde ahí la querida mujer podría tener un inconsciente5» Y este inconsciente le sirve para existir sólo como madre. Tiene efectos de inconsciente, pero de su inconsciente, el de ella, podemos decir “con Freud  que no le da ventaja". Por "el inconsciente de ella" debemos entender su inconsciente más allá del falo, su inconsciente más allá del Edipo, su inconsciente real que reside en lalengua. De ese inconsciente real, es decir no-todo (pastout), el sueño ciertamente puede ser una vía privada, pero su vía pública no es el fantasma y su entrada en lo real. Su vía es la res publica propia del síntoma, en tanto hace nudo a cada uno con su cada una. Es a través de este real del síntoma por donde se toma la salida del análisis.

Hacer del síntoma la vía del inconsciente lacaniano implica un nuevo abordaje del síntoma por Lacan. El síntoma no es sólo una metáfora. Es verdad, es ser-de-verdad y que resiste al saber. Es muy perceptible cuando Lacan hace del síntoma una resistencia a que la verdad sea absorbida en el saber. Lo plantea desde 1965 en Problemas cruciales para el psicoanálisis y lo formula en 1967 en "Sobre el psicoanálisis en sus relaciones con la realidad": es "en el goce donde la verdad encuentra resistencia al saber. Es lo que el psicoanálisis descubre en lo que llama síntoma, una verdad que se hace valer ante el descrédito de la razón6”. Este goce, donde la verdad del síntoma encuentra resistencia al saber, proviene de lo real, opaco al sentido. Esto no impide que el síntoma sea, dice Lacan en La Tercera7, como un pececillo cuya boca no se cierra hasta que no atrapa sentido bajo el diente. Es necesario que el análisis prive al pez voraz del sentido, que le haga morir. ¿Cómo? Recurriendo al sentido, al goce-sentido (jouis-sens) para devaluarlo, devaluar ese goce, responde en post-joyceano Lacan en "Joyce el síntoma8", lo que el análisis solo logra haciéndose el engañado del padre (se faire la dupe du père). No hay despertar a lo real sino por esta vía del análisis que devalúa el goce del síntoma.

Las vías borromeas del síntoma

Distingamos pues la vía freudiana, que pone en valor el desciframiento de los sueños, de la vía lacaniana del análisis, que devalúa  el ciframiento de goce del síntoma. Distingamos la Via regia de la interpretación del sueño, de la reina de las vías,  la Regina Viarum –como se denominaba a la Via Appia Antica- del síntoma que, con el enrevesamiento borromeo de sus nudos de significantes, no sólo conduce a las delicias de Capua.

Hay tres topologías del síntoma: la topología del caso Joyce el Síntoma, la topología del sinthome-él y del sinthome-ella, y la topología de lo borromeo generalizado.

Lacan formula la solución topológica que conviene al caso Joyce. Joyce logra con su arte-decir reconstruir el nudo borromeo de cuatro por el síntoma, en tanto que la forclusión de hecho del padre tuvo como efecto nodal una desborromeización de lo imaginario, por un lapsus del nudo R.S.I. en uno de los dos pases de lo real por encima de lo simbólico en su aplanamiento que hace que, una vez liberado lo imaginario, lo real quede encadenado a lo simbólico. El ego de artista de Joyce repara este lapsus del nudo por medio de un clip, de lo que resulta un nudo de cuatro que no es borromeo. Pero al final de su seminario, Lacan considera que Joyce restaura “estrictamente” con su decir un anudamiento borromeo de cuatro del inconsciente, de lo real y del cuerpo mediante su ego-sinthome. Al reconstituir “de manera estricta” el nudo borromeo de cuatro, Joyce encarna en sí mismo el síntoma que demuestra que se puede prescindir del Nombre-del-Padre a condición de servirse de él para hacer el nudo. Joyce, con su arte-decir, aporta a Lacan la prueba de que el análisis es pensable más allá del Edipo, más allá del Padre, aunque sirviéndose del decir al que se reduce su función anudadora. Lacan encuentra en el caso de Joyce la Regina Viarum del psicoanálisis. La reina de las vías capaz de orientar el psicoanálisis hacia lo real es la vía de un discurso que prescinde del padre, del que Freud no puede prescindir para hacer valer su realidad psíquica.

La vía sexuada del sinthome

Lacan toma prestada otra vía topológica en El sinthome del 17 de febrero de 19769, según la cual el síntoma no repara la falla del nudo borromeo de tres R.S.I. Allí, repara la falla del nudo de trébol con un solo redondel de cuerda que Lacan presentó como el nudo de la paranoia según el cual las tres consistencias de lo real, lo simbólico y lo imaginario están en continuidad, no hacen sino uno. Aquí el inconsciente, que está hecho de numerosas fallas, se define como un lapsus del nudo del trébol que hace fallar el nudo de la paranoia.

Pero hay dos formas de reparar este nudo de trébol fallido, según el lugar de los tres pasajes por encima y  por debajo del nudo de trébol por donde se cruce el anillo de cuerda que lo repara. Si se repara colocando el redondel de cuerda reparador al nivel de los otros dos puntos de cruce del nudo del trébol donde se produjo el error, obtenemos la reparación por el fantasma. Es un nudo bidireccional llamado nudo de Whithead, con un redondel y un ocho, que se pueden diferenciar coloreándolos en verde y rojo. Vemos que al estirar el verde y el rojo se invierten y, por lo tanto, son estrictamente equivalentes. Aquí es donde se atraviesa el fantasma: $ se convierte en a y viceversa. Los dos colores de las consistencias nodales del nudo, que Lacan dice que simbolizan los dos sexos, son intercambiables: en otras palabras, no hay relación sexual.

Si, por el contrario, reparamos el lapsus del nudo del trébol en el punto del pasaje arriba-abajo donde se produjo, entonces no obtenemos esta posibilidad de intercambiabilidad entre los dos colores. Si queremos, por estiramiento que el círculo verde se vuelva rojo obtenemos dos nudos diferentes. Entre estos dos nudos, uno de los cuales es verde y el otro rojo, no puede haber equivalencia y por lo tanto existe relación, relación/proporción sexual. Estos dos nudos son los del sinthome, el "sinthome-él" y el "sinthome-ella" por los cuales cada uno hace relación sexual para-sintomática con el sexo al que no pertenece.

Una mujer es para el hombre su sinthome-él, aquel cuyo goce está totalmente ordenado por el fantasma y el falo. Mientras que un hombre es para una mujer, para su decir sintomático de pastoute, cuyo goce está no-todo sometido al fantasma, su sinthome-ella que Lacan decía que puede ser peor que un síntoma, un estrago. Vemos que aquí el sinthome en tanto hace relación parasexual con el partenaire es lo opuesto al fantasma donde lo propio es no hacer relación sexual. El sinthome no se atraviesa como el fantasma. Es lo inatravesable de la sexuación lo que hace relación sinthomática (sinthomatique) entre los sexos. Por lo tanto, podemos decir que la vía regia de la realidad sexual del inconsciente es que "como sinthome a cada uno su cada una" y a cada una su cada uno, en tanto que "es todo lo que queda de lo que llamamos la relación sexual"10.

El error generalizado

La tercera vía topológica para el síntoma es el nudo borromeo generalizado que Lacan descubre con Jean-Michel Vappereau durante el seminario La topología y el tiempo. Este nudo resulta de la puesta en continuidad de dos de las consistencias del [nudo] borromeo de cuatro, de modo que el síntoma desaparece como cuarta consistencia suplementaria y se dice-suelve (dit-sous) en las [otras] tres [consistencias] de lo borromeo generalizado.

Es un nudo reducido a tres que integra el cuatro del síntoma en los [otros] tres. La especificidad de este nudo es que su desciframiento, su interpretación homotópica lo deshace. Leído se dice-luye (Lu il se dit-lue).

No es exagerado decir que hay un lapsus generalizado del nudo. Es el malentendido generalizado del sujeto-supuesto-saber leer el nudo. La Regina Viarum, la reina de las vías del insconsciente es la dicho-solución (dit-solution) del error del síntoma por el decir que solo él hace nudo. Solo el decir puede hacer nudo, lo que se lee no es más que error, malentendido. De lo que se escribe del nudo a aquello que se lee, hay equivocación, por tanto lapsus generalizado del inconsciente.

El síntoma atribuido al sueño

En uno de sus últimos textos, escrito para la sesión solemne del 1 de junio de 1978 de la mesa redonda organizada en la UNESCO para el 2300 aniversario de la muerte de Aristóteles, Lacan habla del sueño, el sueño de Aristóteles y del sueño del analizante. Dice que "es como sueña el analizante como el psicoanalista ha de intervenir. ¿Se trataría de despertar al analizante? Pero éste no quiere eso en ningún caso: sueña, es decir, se aferra a la peculiaridad de su síntoma”11. Lacan coloca pues el síntoma en la particularidad en la cual el analizante se sostiene a cuenta del sueño. El síntoma participa del sueño. Hay que decir que estamos en un momento de la enseñanza de Lacan donde, con motivo del inicio del año académico de octubre de 1978 en Vincennes – París VIII, escribe que Freud "consideraba que no hay sino sueño"12 y donde, en su seminario El momento de concluir del 15 de noviembre de 197713, declara: "pasamos el tiempo soñando, no solo soñamos cuando dormimos. El inconsciente es exactamente la suposición de que no sólo soñamos cuando dormimos”. Pues Lacan, en este escrito sobre Aristóteles, no dice que es en tanto que el analizante tiene sueños y los lleva a análisis que el psicoanalista ha de intervenir. Dice que es del mismo modo que [el analizante] sueña en la sesión, que sueña mientras habla, que ha de intervenir. El hablar del analizante, lo que se dice desde el lugar de analizante, es del orden del sueño. Lacan dice que la sesión es una continuación del sueño y que el sueño que continúa allí es su síntoma, a cuya particularidad se aferra. Y dice que no hay necesidad de despertarlo porque el analizante no lo quiere en ningún caso, porque se aferra a ello, se aferra a la particularidad de su síntoma, a la satisfacción particular que obtiene de él. Lacan identifica aquí sueño y síntoma. El síntoma hace soñar al analizante en la medida en que es ese algo particular a lo que más se aferra, algo del deseo que se cumple, como en el sueño. Lacan descarta la idea de que el analista tenga que despertar al analizante de su síntoma de sueño (como decimos una casa de ensueño, un coche de ensueño o una mujer soñada), es mucho más que un cumplimiento de deseo; comporta una satisfacción muy particular. Freud lo llama Ersatzbefriedigung: es el sustituto de una satisfacción pulsional que no ha tenido lugar. Se obtiene una satisfacción particular porque esta satisfacción, esta Befriedigung, no es sin goce. El analizante hace lo que hace Aristóteles con su silogismo, del que Lacan dice que procede del sueño (y es por lo que Lacan dice que el analizante silogiza, aristoteliza): aplica a lo particular lo universal de su fantasma (el universo no está sino en el objeto a, causa del deseo). Aplica lo universal de la causa del deseo a lo particular de su goce suplementario. Ahí está el sueño, su cifrado de goce. El analizante, tomando la particularidad de su síntoma, sueña una satisfacción pulsional que no tuvo lugar.

Un despertar al no-todo (pastout)

Mientras el sueño mantiene la necesidad de prolongar el sueño, el síntoma, tal como lo entiende Lacan en su homenaje a Aristóteles, participa de la somnolencia del analizante. Duerme por y con el sentido.  Cierto que la sesión corta, si hace corte al sentido, enseña a despertarse, aunque solo sea "l’esp d’un laps". Pero siempre se trataría de despertar a lo particular del deseo, una vez desvalorizado el Ersatz de goce opaco que particulariza el síntoma. Aun así, el despertar a lo real es imposible. Nunca nos despertamos. El despertar total es la muerte14. El psicoanálisis no es una experiencia de despertar, incluso si la sesión corta acorta el sueño del hablar del analizante, que por este sueño mismo se abre una vía de acceso al inconsciente, para despertar al analizante a su particularidad.

Del sueño que el analizante eterniza "solo hay despertar particular"15. No hay un despertar universal al gran Todo. Solo hay despertar particular a lo que no puede  (impregnarse de universo) s´étancher d’univers. El síntoma no es del orden del todo. Es el “pero no es eso”16 (mais pas ça), el “sobretodo no es eso” (surtout pas ça) que amputa de su completud al todo en la expresión todo, pero no eso (tout, mais pas ça). No hay despertar sino particular a eso (ça) que es el no-todo del sinthome: su particularidad abre en el análisis la vía “Appia”, empedrada de los Unos gozados de lalengua, del inconsciente no-todo-enteramente-simbólico, dicho de otro modo, de lo real del inconsciente lalengua. Ninguna necesidad de noches de insomnio para este despertar. Es el objeto-juego (objeu) de lalengua, como Francis Ponge dice tan bien, lo que en realidad marca el tiempo del despertar (qui en fait avoir l´heur).

Notas

1 «La interpretación de los sueños, sin embargo, es la vía regia hacia el conocimiento del inconsciente en la vida del alma.»

2 S. Freud, Die Traumdeutung, Studienausgabe Band III, S. Fischer, Frankfurt am Main, 1972, p. 577; L’interprétation des rêves, Pairs, PUF, 1971, p. 517. La Via regia es la vía o camino medieval que, de Santiago de Compostela a Kiev, atraviesa Europa y que en Alemania conecta Kassel, Frankfurt, Erfurt y Leipzig (sin pasar por Viena).

3 J. Lacan, Le Séminaire, livre XXIII, Le sinthome, Seuil, 2005, p. 93.

4 J. Lacan, Autres écrits, Seuil, 2001, p. 366.

5 J. Lacan, Le Séminaire, livre XX, Encore, Seuil, 1974, p. 90-91.

6 J. Lacan, Autres écrits, op. cit., p. 358.

7 J. Lacan, La Troisième, La Divina, Navarin, 2021, p. 19-20.

8 J. Lacan, Autres écrits, Seuil, 2001, p. 570.

9 J. Lacan, Le Séminaire, livre XXIII, Le sinthome, op. cit., p. 99-100.

10 J. Lacan, « Conclusions du IXe Congrès de l’E.F.P. sur la transmission », Lettres de l’École n° 25, vol. II, Bulletin intérieur de l’École freudienne de Paris, juin 1979,p. 220.

11 J. Lacan, « Le rêve d’Aristote », Aristote aujourd’hui, sous la direction de M. A. Sinaceur, érès, 1988, p. 24.

12 J. Lacan, « Lacan pour Vincennes ! », Ornicar n° 17/18, Printemps 1979, Lyse, p. 278.

13 J. Lacan, Le Séminaire, Le Moment de conclure, leçon du 15 novembre 1977, inédit, version de l’A.L.I.

14 J. Lacan, « Improvisation : désir de mort, rêve et réveil », L’Âne, Le Magazine freudien, n° 3, 1974, p. 3.

15 J. Lacan, « Peut-être à Vincennes… », Ornicar ? n° 1, janvier 1975, Le Graphe, p. 5.

16 J. Lacan, Le Séminaire, livre XXIII, Le sinthome, op. cit., p. 14.