Publicado el 05/03/2025

Adicciones sin sustancia

Este título es uno de los propuestos por la Comisión Científica de la Jornada para la serie de preludios que se irán publicando de aquí a la celebración de nuestro encuentro anual, escritos por parte de los Colegios que conforman nuestra EPFCL. Los diversos títulos girarán en torno a la gran pregunta planteada como epígrafe del encuentro de mayo, sobre qué hace síntoma hoy día.

Sin duda incluso la definición de síntoma, a la luz del horizonte subjetivo actual, podría ser analizada desde nuevos puntos de vista. Y sin duda sería conveniente hacerlo. Y sin duda así se hará en la Jornada.

Adicciones sin sustancia podría sonar como una contradicción, pues bien sabemos que la sustancia, el objeto en sí, es un punto clave en toda adicción.

La cuestión de la adicción del ser humano a tantas y tantas sustancias a lo largo de su historia ha sido abordada innumerables veces, por supuesto también desde el psicoanálisis. Lo hizo Freud, lo hicieron algunos de sus seguidores —Sándor Radó, Edward Glover—, y lo hizo Lacan.

Dado que esto es un preludio, destinado tan sólo a generar preguntas y concitar el deseo de saber de cara a nuestra Jornada, y no un ensayo o ponencia, nos quedaremos en la paradoja citada: ¿se puede ser adicto sin un objeto de adicción?

Por supuesto, aquí ya se abre una vía de interrogación acerca del objeto, de su estatuto. De su materialidad, ya sea química —real en el sentido de la realidad objetiva, la hecha de moléculas y compuestos orgánicos— o significante. No por ser significante lo significante tiene menos peso. Sabemos bien del poder de la palabra, para lo bueno y para lo malo…

Hoy día la palabra se ha convertido, por mor de las redes sociales, en algo más que un simple vehículo de significaciones o sentidos. Máxime si esa palabra va vinculada a la imagen. Ya se trate de redes sociales sólo de palabras —X, Bluesky, Telegram, WhatsApp…— o de imágenes —YouTube, Instagram, TikTok…—, no cabe duda de que el propio significante red alcanza significaciones mucho más amplias que la acepción común que se le suele dar: conexión de individuos a través de sistemas más o menos virtuales o digitales, gobernados por algoritmos en función de intereses más o menos evidentes, o legítimos, de quienes los crean, sin duda para obtener beneficios de diversa índole. Una red social no deja de ser un modo de conexión entre individuos. La cuestión sería si esa conexión alcanza, o no, el estatuto de lazo. De lazo social.

Pero una red también es el artificio usado para atrapar algo. Peces, pájaros, incautos…

El título adicciones sin sustancia remite a algo que, sin ser ya estrictamente nuevo —Arpanet o Six Degrees surgieron en los años setenta del siglo XX, y Facebook ya es una anciana en este campo—, no deja de causar efectos en el tejido social. ¿Qué hay de la adicción a las redes sociales? ¿Se puede usar con propiedad este concepto? ¿Se trata de una adicción tal cual entendemos las otras? ¿Cuál es el estatuto de su objeto? ¿En qué este objeto se parece o comparte rasgos con, por ejemplo, la cocaína, las anfetaminas o el alcohol? ¿Es siquiera un objeto? ¿De qué formas esto hace síntoma en el sujeto que la padece?

Es curioso que se hable tanto del efecto adictivo de las redes sociales cuando, en realidad, la inmensa mayoría de habitantes del planeta vive ajena a ellas. Lo cual no impide que en contextos muy determinados ese efecto alcance a ser demoledor. Difícilmente podríamos negar que en según qué sectores poblacionales —niños, adolescentes e incluso gente de provecta edad— las redes sociales tengan un peso en lo conductual, en lo desiderativo, en lo cognitivo y, por descontado, en el campo del goce. Nuestro campo…

Si hemos de darle una vuelta al concepto de sustancia en tanto objeto, objeto que define una adicción, no podemos olvidarnos de esa aportación, sustancial precisamente, de Jacques Lacan a la obra magna freudiana: el goce. Ya dejó Freud muy claro en su Über coca, de 1884, que las adicciones a sustancias químicas no son tanto el resultado de una búsqueda de la felicidad, como de una evitación del displacer. O del dolor de existir. Hay en ello una dimensión ética difícil de soslayar, lo cual, de inmediato nos lleva a la cuestión del deseo…

Sea cual sea su objeto, material, significante, virtual…, la adicción es un asunto que entrevera, de nuevo, como ya sabemos, cuestiones cruciales en el alma humana: el deseo, el goce, la pulsión, la ética…

¿Son hoy las redes sociales un modo de hacer lazo o de hacer síntoma? ¿O acaso ni una cosa ni otra?