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El viaje del adolescente. ¿Qué palabras para los adolescentes de hoy?
Trabajo presentado en la XIV Jornada Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano/España F9. Madrid, marzo de 2019.
No tengo nada. Quiero cocinarte un estofado, pero no tengo cazuela. Quiero tejerte una bufanda, pero no tengo lana. Quiero escribirte una poesía, pero no tengo pluma.Poema de Midori. En Tokio Blues, Haruki Murakami.
Una joven paciente me decía hace unos días que se quería marchar del país, dejarlo todo. El motivo: su enorme angustia e incertidumbre al tener que jugarse el amor y el goce en su posición femenina, frente a un partenaire que decía amarla. Quería poner en acto el exilio interior que le aparece. ¡Sentirse exiliada en el sexo precipita su angustia de forma notoria, hasta el punto de decir que su generación no ha sido preparada para los temas sexuales! Ya sabemos que no hay preparación posible, y que además su angustia tiene que ver también con abandonar las viejas vestiduras de la infancia.
Si algo hay asegurado en la adolescencia como momento vital es el viaje, un viaje que no exterior si no interior y que conduce no se sabe bien adónde. El exilio interior y la incertidumbre del destino están garantizados, la extranjeridad ante los otros y la extrañeza ante sí son dos acompañantes.
Se parte con un equipaje, que será mejor o peor según viniera la mano de las cartas de la infancia, y hay que ir hacia algún sitio, el punto de partida se conoce pero no el punto de llegada. En el trayecto, hay que desprenderse de muchos ropajes infantiles, de la relación con los padres, del cuerpo infantil y de las identificaciones.
Enfrentarse con el amor, el goce, el deseo provocan el encuentro con el troumatisme, del que hay que salir inventando, necesariamente, algo nuevo. “La sexualidad hace agujero en lo real”, como señala Lacan en El Despertar de la Primavera, texto de 1974, inspirado en la obra homónima de Wedekind. Es un momento de elección, de paso de ser deseado a deseante y de tomar a cargo esta elección. Esto ya aleja de la infancia en sí misma.
La angustia, la impotencia, la imposibilidad, la decepción, la incertidumbre están presentes y no son fáciles de aliviar. Además, si tomamos en cuenta que la pubertad es la transformación, la metamorfosis, personal de cada uno pero que estará profundamente influenciada por lo social, no podemos dejar de tener en cuenta los avatares sociales que aparecerán y marcarán el paso también. La adolescencia como tal es un síntoma social, ya que nos muestra una nueva realidad social; si algo traen consigo los adolescentes son nuevas realidades.
Mi propuesta parte de querer explorar qué palabras pueden acompañar (recordando a F. Doltó y a su libro “Palabras para adolescentes o el Complejo de la langosta”) a los adolescentes actuales, en su exilio, sometidos a los cambios vertiginosos de nuestra sociedad.
Tenemos un amplio repertorio de palabras nuevas que hacen referencia al cuerpo y a su uso, en relación con los adolescentes, algunas más antiguas y otras que se van haciendo continuamente. Así son muy conocidas: piercing, cutting, etc. y otras como sexting1 son de nuevo cuño. Palabras referidas al cuerpo, su imagen y al sexo. O las palabras que cada día florecen en relación con las llamadas nuevas sexualidades, que según una joven son 40, según le acababan de informar. Ni ella misma podía entender2. ¿Qué significan? Podemos pensar en ello como tentativas fallidas, por supuesto, de explicar aquello que en la sexualidad no se puede decir, aquello del otro sexo que no tiene nombre, no tiene palabras. En realidad, tanto calificativo no debe hacernos perder la orientación de la carretera principal.
Paradójicamente, cada vez menos, los jóvenes cuentan con relatos de su historia familiar, el pasado ha quedado sumergido en la neblina del olvido y solo parece haber un horizonte para el presente y el incierto futuro. Desde luego, es así, pero y ¿de dónde viene el sujeto? ¿Qué palabras y relatos le han ido forjando? Parece que se sienten sin destino y sin destinatario.
Aun así, la relación con la palabra es crucial para los adolescentes por eso inventan sus lenguajes, jergas, etc. y es muy importante porque la única forma de poder construirse, tener un cuerpo, es con la palabra. Ahí están las nuevas formas de nombrar, como decía, el goce que emerge metamorfoseado en ese momento de la vida, que desborda y que hace sufrir. La relación entre la palabra y el cuerpo en este momento es muy cercana. Así los jóvenes vagabundean, se fugan, como solución a ese desborde de goce, que no comprenden, que les invade y que a veces puede dejar al sujeto fuera del discurso.
Me pregunto en muchas ocasiones por los jóvenes que usan la violencia, tanto física como verbal, en sus distintos grados y donde algo sucede. Lógicamente se trata de ver si es un impasse o algo que se instala, pero en ese sufrimiento adolescente hay presente también algo propio: un fuerte rechazo de sí mismo, cierto odio, que no se sabe donde alojar. Si el psicoanálisis se ocupa justamente de lo que no anda en la vida, en este momento hay varios vértices de lo que no anda. En este momento esto se infiltra también en el lenguaje, en las palabras. Se suele decir son unos irrespetuosos, pronuncian palabras fuertes, malsonantes., pero piden respeto.
En esta sociedad actual en la que se tiende a borrar toda diferencia, excepto para segregar a los extranjeros, estos adolescentes en los que aparece de esa forma descarnada lo que generalmente se trata de velar el discurso, ¿qué quieren? ¿Molestan para poder tener un lugar? Sabemos de la importancia de la mirada y la voz como objetos pulsiones en este momento. Y ahí se ponen en juego.
Este es un riesgo en situaciones extremas, que en ese lugar quede fijado el goce y ya no haya una apertura hacia otra cosa. Si el joven no cede a deponer su provocación no habrá encuentro con un agujero donde el Otro pueda alojar algo, porque solo el acto será su manera de decir, dándoles así, un reconocimiento, búsqueda esencial de este momento.
O sea que habrá que dejarse molestar en ocasiones, que es una condición, pero no la única. La fundamental es que el sujeto quiera pasar por esa renuncia, quiera dejar la provocación y la molestia. Que lo pulsional pueda ligarse a un deseo que permita encontrar un Otro que le acoja de alguna manera. Si no accede, afincarse en lo indecible y en la repetición del goce, seguir vagabundeando, es casi el destino fijado.
Ahora bien, ante la aparición de ese agujero en el saber, se necesita que alguien esté ahí. En todos los casos. Y que ese alguien permita y ayude a hacer la operación de separación, fundamental, que hay que llevar a cabo.
Lacan en el Sem. XI, al hablar de la operación de separación que conduce al sujeto, después de la operación de alienación, dice tomar el equívoco se parare, latín del se parer con todos los sentidos que puede tener: tanto vestirse como defenderse, procurarse lo necesario para que los demás se cuiden de uno, e incluso acudiré al se parere, el parirse de que se trata.
¿Qué palabras, entonces, para que haya esta operación de separación? ¿Qué respuesta hoy en día? Y ¿Qué dicen los adolescentes de ello? La mayoría de las veces callan, sobre todo al principio. A la consulta llegan muchos porque sus padres o las instituciones se muestran preocupados: anorexia, consumos, actos violentos, agresividad, etc.., pero ellos no parecen tener esa preocupación. Y uno se encuentra frente a este silencio, teniendo que desmarcarse del discurso de los otros para que puedan aparecer las palabras propias del chico o chica.
Querer hablar es una operación que supone una cierta cesión de goce, hay un goce que se pierde para poder obtenerlo de otro modo. No se tratará, entonces, de mostrarles un saber si no de dejarse llevar por ellos, no interrogar, si no escuchar (no solo por la escucha en sí, si no para leer ahí lo que no anda en ellos) y pedir que nos expliquen sus lenguajes, sus causas, sus emociones, etc. y para ello hay que poner en juego algunas cuestiones. Es muy importante no juzgar, no ponerse del lado de la norma, de lo adecuado o conveniente si no dar el lugar a sus explicaciones y decires. Hace poco me decía una adolescente que le gusta mucho el trap, nueva forma del rap. Yo que me quería interesar por lo que allí podía decirse me encuentro con algo inesperado. Me dice: no sé de qué habla, están en francés las canciones y yo no lo entiendo. ¡Sorpresa!, Puro goce, entonces, de lalangue. Acoger esto, no juzgarlo, no cuestionarlo es necesario, pero me pregunto cómo hacer para que este goce se convierta en palabra, que le sirva para la relación con el Otro, ya que esta chica muestra una importante inhibición. Porque si esto se consigue, si sucede, el adolescente sabe que ahí hay algo que merece la pena.
En otra sesión, esta adolescente me explicaba, sorprendiéndose mucho, un montón de cosas acerca de lo que le ocurre; las sesiones parecían más bien un cierto interrogatorio por mi parte al principio, para que no hubiese muchos silencios. Su madre tiene una enfermedad mental que la hace vagar por diversas instituciones, desde los 9 años no puede vivir con ella. Me contaba que en su familia en realidad le han pasado un montón de cosas muy complicadas como ver a su madre borracha continuamente y enferma de una afección ocular grave. Que no puede sentirse bien en la familia que le posibilita cierta acogida, porque no es su familia y esto la enfada terriblemente. Es una chica con pocas palabras, con dificultades importantes para expresar lo que siente, pero que hace actings continuamente, sobre todo en el instituto y últimamente con esta familia. Comenzar a explicar esto, que nunca ha dicho a nadie, puede ser el punto de partida para encontrar la mejor solución. Al final me dijo: nunca me había abierto así. Todo el mundo opina que debería estar trabajando y se ha puesto a estudiar como nunca lo hizo..
Dándoles la posibilidad de expresarse, a su modo, podemos sostener las formas de protesta de los sujetos contra la suerte que les es dada. Porque existe la libertad de rechazar el formato que la sociedad consumista, la familia, a veces, pretende, con el adolescente. Porque también traen algo bueno y nuevo a lo que hay que decir sí.
Existe cierto margen de maniobra para poder encontrar una salida propia. El síntoma, que no parece existir en estas nuevas formas del capitalismo, que éste tiende a hacer desaparecer también, nos permite fabricarnos un modo de salida del malestar.
Entonces, apostar e invitar a apostar al adolescente, aún, por la vida. Por gozar de la vida. Apostar porque juegue la partida.
Se trata, entonces, de reintroducir los significantes que cuentan en su vida, los significantes de su infancia, la lengua íntima, que son los forjados en los primeros encuentros del lenguaje y del cuerpo gozante. Ahí están las palabras. Será, inevitablemente, al precio de producir un síntoma, que le haga responsable de su goce.
Referencias bibliográficas
- Lacan, J.: El seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós.
- Lacan, J.: Intervenciones y textos 2. El despertar de la primavera. Manantial.
- Mira, V.: Hojas volantes. “La adolescencia no es un diagnóstico”. Rev. Pliegues. Federación de Foros del Campo Lacaniano F9.
- Lacadée, Ph.: El despertar y el exilio. Enseñanzas psicoanalíticas sobre la adolescencia. Gredos.
Notas
1 Sexting: hacerse fotos de los genitales ellos; ellas del pecho y de las nalgas.
2 Además de hetero, homosexual, asexual, pansexual, por ej.: antrosexual-atracción por cualquiera independiente de la orientación sexual; demisexual- no se dejan llevar por las apariencias, solo si hay atracción emocional; sapio sexual- atraídos por la inteligencia; gay sexual-vive en un puente entre lo sexual y lo asexual; etc. (Internet).