Publicado el 28/09/2022

Subir a por aire

En plena 1ª Guerra mundial, Freud escribió en 1915 Consideraciones sobre la guerra y la muerte. Es un texto donde habla de los límites de lo simbólico para regular algo que habita en el humano en cuanto a la destrucción y la barbarie. Él no sabía que 20 años después habría una segunda GM que elevó dicho poder de destrucción a unos límites impensables.

Habla de una decepción porque era inimaginable una guerra entre naciones desarrolladas y de la misma raza, pues lo que se esperaba de ellas era que «supieran resolver de otro modo sus diferencias y conflictos de intereses». Decepción como efecto del derrumbe de esa ilusión y ante la brutalidad en la conducta de los individuos que forman parte de la civilización humana.

Se suponía, y de ahí la ilusión, que la educación y la cultura serían capaces de hacer evolucionar la inclinación hacia el mal, pero la realidad dice Freud, es otra, pues no hay exterminio del mal, ya que la esencia más profunda del hombre consiste en «impulsos instintivos de naturaleza elemental» que tienden a satisfacer necesidades primitivas. Entre dichos impulsos primitivos se encuentran lo que la sociedad prohíbe como malos como matar.

Cinco años después, escribe Más allá del principio del placer (1920), donde habla de la pulsión de muerte como algo inherente al humano, que lo hace actuar en su contra y en la del otro. Lo plantea también como el mayor obstáculo para la curación de los síntomas. Nueve años más tarde, en 1929, en su trabajo El Malestar en la cultura planteará que siempre hay un resto de goce que queda sin poderse transformar mediante los efectos de la palabra en la cultura.

Otra ilusión de la que habla en su trabajo sobre la guerra es haber considerado que antes de 1914, el mundo era «bello y familiar», y que se estaba preparado para la muerte, pues ésta se aceptaba como el desenlace habitual. Falsa percepción, ya que dice que la inclinación humana es más bien a prescindir de la muerte, a eliminarla de la vida. «En lo ICS todos nosotros estamos convencidos de nuestra inmortalidad […] Nuestro ICS no conoce ninguna negación».

Termina su trabajo sobre la guerra planteando que más vale tener en cuenta que acabar con la guerra es imposible; que el deber de todos los vivientes es soportar la vida, y que para que ésta sea más soportable, es preferible tomar en cuenta a lo real de la muerte, aunque él no utilice este término. Modifica la antigua sentencia: «si quieres conservar la paz, prepárate para la guerra» por esta otra: «si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte», o lo que sería su representante , toma en cuenta la castración.

La realidad es que prepararse para la guerra no es garantía para conservar la paz. En Febrero 2022, comenzó una nueva guerra, en la que observamos la tensión entre el poder de destrucción, y el poder del pacto simbólico, de las leyes y tratados con los que protegernos ante lo inevitable del mal en el humano. Hay dos caras entonces, la del odio, y la de la solidaridad conmovedora de miles de personas acogiendo a los refugiados, ofreciendo comida, etc.

En cuanto a la idea de «si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte», en el Seminario sobre «La ética del psicoanálisis» (1959-60), Lacan se pregunta acerca del final del análisis para el que devendrá analista. ¿Dicho final debería implicar que el analista por venir se enfrente con la «realidad de la condición humana»? Se refiere con ello a lo que Freud llamaba Hilflosigkeit, el desamparo. Desamparo aquí del humano en esa relación consigo mismo que es la muerte, de la cual no puede esperar ayuda de nadie. «Al término del análisis didáctico, el sujeto debe alcanzar y conocer el campo y el nivel de la experiencia del desasosiego absoluto».

La muerte como representante de aquello ante lo cual no hay respuesta alguna, pues no hay Otro que dé cuenta de ella. Lacan no volverá a hablar en estos términos un tanto Heidegguerianos. En el Seminario sobre la angustia (1962-63) retoma el tema desde otro ángulo, cuando plantea que un analista ha de ser un ateo en tanto que sabe que no hay Otro del Otro, y eso, es una vivencia de desamparo.

En el Seminario 7 plantea las cosas en esos términos extremos, porque está pensando en cómo ha de responder un analista ante las demandas de felicidad del analizante, ante las ilusiones. El analista no solamente no tiene eso para dar, sino que además sabe que no es eso lo que pide. Lo sabe por su propia experiencia analítica, pues ha de haber hecho un largo recorrido en su propio análisis hasta localizar los bordes de lo imposible.

Nos dice que lo que el analista tiene para dar , no es más que su deseo, con la salvedad de que es un deseo advertido en el sentido de que no puede desear lo imposible. Advertido de que el deseo se satisface a condición de articularse con la castración.

El análisis entonces no está al servicio de los bienes que se nos demandan, al menos por lo que se entiende por ellos en el discurso corriente. En eso, el análisis va a contracorriente del discurso.

¿Qué lugar para el psicoanálisis en el discurso actual?

La pareja del capitalismo con la bio-tecnología hace del individualismo el paradigma de lo humano. Con la caída de los semblantes del padre, se produce una fragmentación del Uno con efectos diversos. Entre otros, que las responsabilidades se fragmentan hasta diluirse, ocasionando dolores de cabeza cuando se quiere hacer una reclamación, pues no hay Otro que responda. Esto deja al individuo «solo ante el peligro». Por ello, no es casual que actualmente haya un gusto por experiencias en solitario en las cuales someterse a situaciones extremas donde poder comprobar hasta dónde el sujeto es capaz de valerse por sí mismo.

Nos encontramos con respuestas tales como la del empuje a estar conectado; a agruparse, que no es lo mismo que vincularse. O el empuje a valerse por sí mismo bajo las formas más diversas. Goce de la autogestión podríamos decir.

Ese paradigma de lo humano que es el individualismo se reviste también con la figura ideal del emprendedor, que es aquel que cuenta con que no hay Otro en quien apoyarse, lo sepa o no, y se lanza a innovar él solo. Llevando esto al terreno de lo personal, nos encontramos con el empuje a ser emprendedor de uno mismo. Ser el agente del propio éxito. Por eso, la «inseguridad» y la falta de «auto estima», se soportan muy mal actualmente, y a menudo nos encontramos con la demanda de «poder gestionar las emociones». Vemos cómo los significantes empresariales, se han introducido en lo que es del orden del sujeto. Si esa «gestión» no se consigue, surge un malestar por la vivencia de no poder uno solo, de que algo quede fracturado a ese nivel. No se trata aquí de los ideales del Otro, sociales o familiares, ante los cuales el sujeto puede no sentirse a la altura. Ese malestar es más bien una respuesta a los imperativos del discurso ante los cuales es difícil sustraerse. Imperativos tales como autonomía, auto gestión, auto emprendimiento, auto confianza, progreso, éxito, etc.

No es de extrañar que, ante ese paradigma inhóspito de la individualidad, los libros de autoayuda sean los que más ventas tengan. Durante la pandemia sus ventas se dispararon un 250%. Hay en esto algo divertido, pues se recurre a un libro para la auto ayuda.

Una de las corrientes que se derivan del discurso bio-tecnológico es el transhumanismo, movimiento cuyo inicio se sitúa en los años 70, en los que había un gran interés por la transformación tecnológica del ser humano. El Manifiesto transhumano se publica en 19831. En el punto 1 dice: «la humanidad es susceptible de verse afectada profundamente por la ciencia y la tecnología en el futuro. Prevemos la posibilidad de agrandar el potencial humano venciendo el envejecimiento, las limitaciones cognitivas, el sufrimiento involuntario y nuestro confinamiento al planeta tierra». La apuesta es que la muerte pueda ser derrotada2.

En 2011, el historiador israelí Yuval Noah Harari en su libro Sapiens (2011), habla del «imperativo de mejoramiento». «No parece existir ninguna barrera técnica insuperable que nos impida producir superhumanos. Los principales obstáculos son las objeciones éticas y políticas[…]».

Nos alejamos mucho de la sentencia de Freud «si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte». El transhumanismo ya ha entrado en la política: en Italia Giuseppe Vatino, defensor del transhumanismo, fue elegido en 2012 diputado. En 2012 se funda en rusia el partido de la Longevidad por Maria Konovalenko. Hay un partido transhumanista británico y otro alemán, y también en EEUU el filósofo, periodista y teólogo Zoltan Istvan funda el partido transhumanista de los EEUU bajo cuyas siglas se presentó a las Presidenciales en 2016. En España está el partido Alianza futurista creado en 2013. En la Universidad de Oxford está el Instituto del futuro de la humanidad y el Centro Uehiro para prácticas éticas, etc.

Lo que se persigue es la transformación sustancial de los seres humanos mediante la tecnología. Ellos distinguen un transhumanismo cultural y otro tecnocientífico. El primero está inspirado en Foucault, Derrida, Deleuze, feminismo, post modernismo, y su texto más significativo es el Manifiesto ciborg de Donna Haraway (1983), donde reivindica la figura del ciborg como modelo asexuado frente a la mujer diosa. En cuanto al segundo, hay dos corrientes, una que es la más difundida que se inspira en trabajos especulativos de científicos e ingenieros provenientes mayoritariamente del campo de la IA, la ingeniería de software y la robótica, y que hablan de un futuro post biológico en el que los humanos serán sustituidos por robots superinteligentes, y plantean la idea de inmortalidad. La otra corriente tiene una base biológico-médica, farmacológica y genética. Hablan de biomejoramiento humano, y disponen de una herramienta muy potente que es la biología sintética.

Lo común es la idea de «liberación» asociada a la eliminación de la frontera entre el ser humano y la máquina. Se aspira a un horizonte en el que no habría límites, y se habla de la posibilidad de una nueva especie posthumana a la que llaman Homo excelsior.

Hay un concepto que utilizan, en el que me quiero detener, que es la «singularidad», según lo toma Ray Kurzweil, hombre polifacético, conocido sobre todo por sus trabajo en ciencia computacional e IA, y que impulsó en Sillicon Valley la Universidad de la singularidad, financiada por Google y la NASA. Tiene publicado un libro muy conocido que se llama «La singularidad está cerca. Cuando los humanos trascendamos la biología».

Ese término lo emplea para designar el «advenimiento» en el futuro de un sistema superinteligente que podrá perfeccionarse a sí mismo, y que será capaz de fabricar otros sistemas más inteligentes que él, que a su vez, podrá hacer lo mismo, y así sucesivamente en un crecimiento exponencial de la inteligencia que terminará por hacer de todo el universo una entidad global inteligente. Se trata de una «evolución tecnológica» dirigida por los humanos. Ese advenimiento de la singularidad lo sitúa en torno a 2045, si bien predice que ya en 2029 una máquina pasará el test de Turing3 y mostrará una inteligencia igual a la humana.

En torno a 2045 las máquinas se habrán perfeccionado de tal manera que todo quedará bajo su control. La civilización humana habrá llegado entonces a su fin y comenzará una civilización post biológica bajo el dominio de las máquinas4. «Es un tiempo venidero en el que el ritmo del cambio tecnológico será tan rápido y su repercusión tan profunda que la vida humana se verá transformada de forma irreversible. Esta era transformará los conceptos de los que dependemos a la hora de dar significado a nuestras vidas[…] Así, comprender la singularidad cambiará nuestra perspectiva sobre la relevancia de nuestro pasado y sus repercusiones en el futuro, ya que su comprensión cambia intrínsecamente la visión que uno tiene de la vida en general y su propia vida en particular»5. El metaverso se puede considerar como un ideal del transhumanismo.

¿Estamos acaso ante el fin del sujeto?

Esto, que para el común de los mortales puede resultar cuando menos inquietante, para Kurzweil es fuente de esperanza, pues abre la perspectiva de un horizonte ilimitado para nuestro desarrollo. «La singularidad nos permitirá trascender las limitaciones de nuestros cerebros y cuerpos biológicos[…] nuestra mortalidad estará en nuestras propias manos, podremos vivir tanto como queramos , comprenderemos enteramente el pensamiento humano[…]». Horizonte que desaloja la castración.

Su propuesta para evitar nuestra desaparición por las máquinas superinteligentes es la integración con la máquina, hacer un volcado de nuestra mente en una de ellas6.

Lo fácil es que caigamos en una desvalorización de este movimiento transhumanista, o que pensemos que todos sus seguidores son delirantes.

Cuando Lacan en su texto L’étourdit habla de la Escuela como aquello que hace las veces de protección, de baluarte, se está refiriendo a la protección de la posición del analista. A Lacan le preocupaba que el discurso al cual él servía fuera vencido por la dominancia del discurso científico. Religión y ciencia son antagonistas del discurso analítico, uno por abonar el sentido, y el otro por colonizar un saber en lo Real que desahucia a la subjetividad. A más extensión de la ciencia, mayores posibilidades de la religión para «apaciguar los corazones»7 (el triunfo de la religión).
Este discurso científico bio-tecnológico integrado en las siglas NBIC (nanotecnología, biotecnología, infotecnología y cognotecnología) es con lo que el psicoanálisis tiene que bregar, pues son dos maneras de abordar lo humano que difieren.

En la Tercera (1974) Lacan comenta que el analista en los próximos años dependerá de lo real, y no lo contrario. «El advenimiento de los real no depende para nada del analista», y a continuación dice que «la misión del analista es hacerle la contra (le contrer). Al fin y al cabo, lo real puede muy bien desbocarse, sobre todo desde que tiene el apoyo del discurso científico». Por ello, como analistas no podemos cerrar los ojos a lo que desde la ciencia bio-tecnológica se desarrolla. Podemos reírnos frente a la hipótesis de que una máquina clone nuestra mente, pues lo que a una persona le hace gozar no se puede traducir en bits, o que el deseo al ser inarticulable, nada lo podría especificar en términos computacionales. O también podríamos preguntar cómo meter en un ordenador el eco en el cuerpo de que hay un decir. Podemos tomárnoslo a chirigota, pero ¿Eppur si muove?

En psicoanálisis también se habla de la singularidad, pero de una manera bien diferente. Se refiere a una modalidad de goce singular de un sujeto, que le da una identidad. Es del orden de lo particular y no es transferible a otro sujeto. Tiene que ver con el goce de lalengua en su encuentro contingente con un goce en el cuerpo, y eso es imposible de eliminar y de homogeneizar.

Lo que plantea el transhumanismo no es algo para hacer bromas. Entre otras cosas sabemos que la manera en la cual se trata lo psíquico desde lo que se llama la salud mental se deriva de los estudios biológicos con una supuesta evidencia científica.

Las especialidades en medicina más demandadas por los estudiantes que hacen el MIR son la dermatología y la cirugía estética. Gracias al desarrollo de la técnica, ahora son posibles cosas que antes no lo eran. Por ejemplo, se puede devolver a nuestros cuerpos la tersura de la piel. Ya no es un sueño para quien se lo pueda pagar. También es posible rectificar lo «equivocado» de un cuerpo al haber nacido con otro sexo diferente al que se experimenta, o introducir nanopartículas en un cuerpo que vayan directamente a un tumor para liberar la quimio.

Es en nuestros consultorios donde de manera más palpable se puede ver que el analista le hace la contra a lo real, al menos a lo real de la angustia que se puede derivar del discurso al que está alienado un sujeto. Angustias derivadas, por ejemplo, del tener que tener, del tener que poder, del tener que gozar, de que no haya falta. Son muchos los sujetos que llegan bajo los efectos alienantes y angustiantes de estos imperativos.

El psicoanalista, toma en cuenta la falta como motor del deseo, pero no promete ningún objeto que lo colme como sí hace el discurso capitalista engañosamente, ni tampoco apuesta por el uso generalizado de los tratamientos de lo real por lo real.

La oferta del psicoanálisis es de palabra y de escucha. La oferta de escucha genera la demanda de hablar. Anima al sujeto a hablar, y como dice Lacan, trata de que olvide que ahí solo se va a tratar de palabras, pues puede que le parezca poco. Una palabra que finalmente tendrá un efecto de real. De momento esta oferta funciona. Veremos qué ocurre con el Metaverso.

El analizante descubre que las palabras le devuelven una verdad no siempre fácil de soportar. Más adelante, a medida que la cura avance, se enfrentará a que la verdad solo puede medio decirse, que no es toda, y que las palabras se le quedan cortas para dar cuenta de lo que se llama el núcleo opaco del goce.

¿Cómo es posible que solamente hablando se encuentren respuestas al sufrimiento de los síntomas?¿Cuál es el poder de la palabra para que solo sea necesario hablar? Como dice el dicho médico, «la naturaleza de la curación demuestra la naturaleza de la enfermedad».

Al nacer del lenguaje, el serhablante se descose de su animalidad. El encaje entre cuerpo y palabras produce efectos de goce que dejan marcas. Al carecer de instintos, el humano no dispone de la mecánica que pone en marcha todo lo que tiene que ver con la vida en el mundo animal. Hasta su grito tiene que pasar por el Otro para que se transforme en llamada, en demanda, y así ésta, se transforma en demanda de amor, del cual dependemos en el mejor de los casos. En esa operación de pasar por el Otro, se producen dos retoños, el deseo, la pulsión. La pulsión, transmutando el campo de las necesidades añadiendo la dimensión del goce, y el deseo empujando a la búsqueda de lo que falta.

Si no hay instinto, ni mecánica, ¿cómo hacer entonces con respecto a la sexualidad? ¿cómo aborda un sexo al otro? That is the question!

Lo interesante es que el psicoanálisis se sirve de la palabra para responder a los efectos sintomáticos que se derivan del hecho de ser hablantes. Es a través de la palabra que el sujeto descubre su doblez, su división subjetiva. Al hablar decimos menos de lo que queremos y más de lo que pensamos.

Frente a la forclusión del sujeto que hay en el discurso de la ciencia, el psicoanálisis apunta a las causas. Invoca y convoca al sujeto que interesa que es el ICS. Es eso lo que hay que hacer entrar en la escena mediante la palabra del que llamamos el analizante. Es por ahí por donde algo entra. Es una puerta que se abre si se llama desde dentro, como dice Lacan, pero para ello es fundamental el acto del analista. ¡Hábleme de todo lo que se le pase por la cabeza, por absurdo que le parezca! ¡Trate de hablar con la mayor libertad posible, sin censura!, es la única consigna que da el analista. Por el lado del analizante ha de haber una concesión a dejarse dividir por la palabra, y aceptar que hay una razón Otra a la que él se da para dar cuenta de sus síntomas.

Hacer un psicoanálisis es experimentar las propias guerras y poder salir de ellas: la guerra con el Otro en tanto que alteridad, diferente, la guerra de las pasiones, de los callejones sin salida de las luchas de puro prestigio con el igual, la impotencia ante lo imposible que no se acepta.

Sería una memez decir que hacer un análisis evitaría las guerras, pero sí podemos afirmar que el psicoanálisis es un pulmón artificial que hace la vida más respirable, sin que eso implique ignorar los avatares de lo real. De ahí el título de mi intervención que es un guiño a George Orwell. Subir a por aire es el título de un libro magnífico en el que narra la vida de un sujeto atravesada por las dos guerra mundiales.

Notas

1 Escrito por Natasha Vita-More.

2 Antonio Diéguez. Transhumanismo.

3 La prueba de Turing o test de Turing es un examen de la capacidad de una máquina para exhibir un comportamiento inteligente similar al de un ser humano o indistinguible de este.

4 Ib. P. 70.

5 Ray Kurweil. La singularidad está cerca. Cuando los humanos trascendamos la biología. Lola Books. P. 6.

6 Ib. P. 9.

7 J. Lacan. El triunfo de la religión, 29 octubre 1974.