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Presentación del Curso 2017-2018
Bienvenidos a todos aquellos que os habéis acercado a nuestra sede hoy: a quienes lo hacéis por vez primera, y a quienes ya nos conocéis desde hace años.
En enero de 2019 hará 20 años que nos constituimos como Colegio de Psicoanálisis. [El Colegio se fundó después de la separación con la AMP en verano de 1998. ] Entre julio de 1998 en Barcelona, y enero 1999, se constituyeron los Foros del Campo Lacaniano, que como dice la presentación de nuestro Directorio, acogen a todos aquellos que de un modo u otro se sienten concernidos por el psicoanálisis orientado por la enseñanza de Jacques Lacan y están interesados en el estudio del psicoanálisis, sus conexiones o su aplicación por fuera del dispositivo analítico. Le incumben especialmente las conexiones con las prácticas sociales y políticas confrontadas con los síntomas de la época, también los lazos con otras praxis teóricas (ciencias, filosofía, arte, religión, etc.)
La perspectiva de los Foros fue desde el principio la creación de una Escuela de psicoanálisis, hecho que aconteció en diciembre 2001: Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano.
En interconexión con los Foros y la Escuela, se fueron creando Colegios Clínicos, cuya finalidad es la formación en psicoanálisis. En la actualidad somos 8 en España, y cada año celebramos unas Jornadas conjuntas. El tema para el 2018 es “El sujeto y lo real”. Estas Jornadas tienen un carácter preparatorio de cara al Encuentro Internacional de los Foros del Campo Lacaniano que será en Septiembre del 2018, y cuyo tema será “Los advenimientos de lo real y el psicoanalista”.
Desde hace años, en el Colegio de psicoanálisis contamos entre nosotros con alumnos que están cursando el Master de Psicología General Sanitaria, o el Grado de Psicología, y que nos han elegido a nosotros como centro de prácticas para realizar el Practicum, requisito imprescindible para obtener su titulación del master.
El encuentro con el psicoanálisis y con psicoanalistas, les confronta entre otras cosas, a la diferencia sustancial entre la enseñanza del psicoanálisis, y aquella en la que se han formado durante sus estudios universitarios. Diferencia que suscita inmediatamente muchas preguntas relativas a ¿qué es ser analista? ¿Qué hace falta para ser analista?
En España, para poder ejercer como Psicólogo Clínico es necesario hacer un master específico que “habilita” oficialmente. Hace años no existía esa habilitación al nivel del estado, de manera que cada psicólogo tenía que buscar la formación que más se ajustara a sus deseos para poder hacerlo. Si bien parece necesario que el estado regule de alguna manera el ejercicio profesional, el título que se expide, crea la ilusión de que eso es suficiente para la práctica clínica, ya que otorga una maestría, es decir, que supone una cierta destreza en el desempeño de una función.
Estos alumnos que eligen nuestro Colegio para hacer las prácticas del grado o bien el practicum, están urgidos subjetivamente por la necesidad: la de realizar dichas prácticas, pero además la de buscarse una manera de ganarse la vida, como cualquier joven por otra parte. Algunos de ellos esperan ejercer como clínicos, de manera que a la urgencia del sustento, se añade la demanda de querer encontrar respuestas rápidas relativas a la cuestión de la formación del analista. Prisa que está en consonancia con los tiempos que vivimos.
Durante la carrera están acostumbrados a materias que les proporcionan herramientas prácticas para abordar la clínica, tales como el coaching, reestructuración cognitiva, técnicas de modelado, entrenamiento en auto instrucciones, entrenamiento en resolución de problemas, o técnicas de desensibilización sistemática entre otras. Herramientas o tratamientos de los cuales se dice que hay una “evidencia de eficacia clínica”. De manera, que en un primer tiempo, estos alumnos esperan encontrar en el psicoanálisis el mismo tipo de respuestas rápidas, concretas que en sus estudios universitarios o de post-grado.
Ahora bien, la formación psicoanalítica es compleja y diferente a otro tipo de formaciones o disciplinas. Su fundamento consiste en un anudamiento entre la teoría, la propia experiencia como psicoanalizante, y la supervisión. No es pensable una formación sin alguno de estos ejes. Hacerlo únicamente a través de la teoría es imposible, así como también lo sería la pretensión de que bastaría con el propio psicoanálisis para ser analista, o bien que sería suficiente con la supervisión de los casos clínicos.
A la pregunta de ¿qué es ser analista? se puede responder diciendo que es el resultado de un psicoanálisis llevado a su término. Luego no es concebible como algo del orden de una maestría. Lo que se transmite no un conocimiento, ya que para eso bastarían los libros, o los tutoriales por internet, sino un deseo de saber. Lo que se enseña en psicoanálisis no depende de un saber acumulado, sino de la manera en la cual ese saber haya sido prendido, anudado, incorporado por aquel que transmite una enseñanza, y eso, como decía anteriormente, está anudado a la propia experiencia en el análisis. En este sentido decimos que es un saber que se in-corpora, que se hace cuerpo con él. O sea que no es un saber postizo, desligado de lo real. De manera que el saber que se extrae de la propia experiencia analítica es fundamental, de ahí que Lacan diga que un analista es el producto de un análisis. Es a esto a lo que se refiere cuando habla del deseo del analista a partir de los años 60.
Un analista es lo que puede destilarse contingentemente de la operación analítica, que tiene entonces un carácter único y didáctico. Es la experiencia de un saber de lo inconsciente llevado hasta el límite del no sentido, de algo que no se sabe pero que se goza. Saber sin sujeto dirá Lacan. Dicho saber conduce entre otras cosas a saber cómo cada uno se embrolló en sus síntomas, y también a un cierto saber apañárselas con eso, a una cierta resiliencia con lo real.
Pero ¿cómo enseñar aquello que ha sido producto de un acto analítico? Hemos dicho que no se trata del conocimiento, ni de la información, que precisamente son significantes amos de nuestro tiempo.
La formación, en tanto que anudada a la propia experiencia analítica, implica una metamorfosis, un cambio fundamental en cuanto a la relación al saber, que va desde una creencia en un saber supuesto al Otro del cual pende una verdad subjetiva, hasta la disyunción entre saber y verdad. Para lo cual habrá sido necesario haber podido “operar sobre el fantasma”, como nos contó esta año Elisabete Thamer cuando vino a Madrid a dar testimonio de su pase. Lo cual quiere decir poder operar sobre la fixion (mixto entre ficción y fijación) del fantasma hasta llegar al núcleo más opaco del síntoma, que es aquello que resiste a la significación y al sentido. Las manchas blancas en la garganta de Irma en el sueño de Freud.
Así que, formarse como analista, darse forma, implicará en cada sujeto una invención, ya que no hay moldes a los cuales poder acoplarse. Invención hecha con los hilos del tejido del inconsciente, siempre alrededor de un vacío, de un agujero. Algunos analistas como Ferenczi proponen el final de un psicoanálisis por la vía de la identificación al propio analista. De manera que esa identificación es lo que daría el pistoletazo de salida, y la respuesta a qué es ser analista. Analista sería aquel que se ha identificado de la buena manera a su analista, es decir, a sus partes sanas. Ese sería el modelo, la horma.
Pero Lacan criticó mucho esa idea, ya que ¿cómo va a ser posible identificarse con el Otro analista si de lo que se trata al final del análisis es justamente de un punto irreductible, único, singular de cada sujeto y vinculado a su goce? Por el contrario, Lacan decía que lo mejor que podía pasar en un análisis era poderse identificar al sinthome, que es como llama a lo que tiene cada sujeto de más singular, único e intransferible. Todo eso implica hablar de una modalidad propia de goce a modo de firma, sello personal, es decir, como identidad. Dice de sí, pero no en oposición a otro. Se trata de un apaño de cada ser hablante respecto de lo real sin nombre, una suerte de suplencia, una costura. Para el psicoanálisis ese Real es el del sexo. Los seres hablantes estamos descosidos por un real del sexo que nos impide saber cómo emparejarnos al Otro sexo para que haya una complementariedad. El encuentro con lo sexual siempre tendrá un carácter traumático, en el sentido de que no hay en lo simbólico nada que responda de ello. Así que siempre resultara demasiado poco, o en exceso. Demasiado pronto, demasiado tarde. Nunca va a ser algo ajustado en el sentido de lo que es justo, pues siempre será algo inesperado, sorpresivo, contingente y que dejará una marca. Es traumatismo sobre el cual la respuesta del sujeto es la formación de un síntoma.
El humano no solamente nace con una prematuridad que le obliga a una dependencia radical del Otro, sino que además nace en un baño de lenguaje que transmuta las cosas de tal manera que lo hace diferente a las demás especies animales. Así, el instinto se transmuta en pulsión, y la necesidad en demanda. La diferencia entre uno y otro, es el deseo.
El lenguaje traza un surco, una hendidura profunda en su ser, y hay que pasar por el Otro, prenderse a él para poder tener algún tipo de representación, algo que nos diga quiénes somos, qué somos, pero a la vez, eso que viene del Otro como representación I-S, jamás llenará la abertura de ese surco original. Ninguna identificación de ningún tipo que sea, ni siquiera la del de nacionalismo, podrá lograr cerrar esa brecha original.
Ese es nuestro marchamo original. Nuestro pecado original (sin en inglés), nuestra caída, que es aquella que representa para el humano esa entrada en el lenguaje. Caída, pérdida, a causa de lo cual es expulsado de un supuesto paraíso donde no regiría lo universal de la castración. Así que el lenguaje, el verbo, produce una merma, un recorte de un supuesto goce absoluto, o satisfacción plena. Pero a la vez es la condición, aquello que permite acceder a algún plus de gozar para encontrar alguna satisfacción. Nos “queda la palabra” como decía el poeta Blas de Otero.
Y es a causa de ese menos, que al humano no le queda otra opción que el recurso al síntoma, que es un producto deformado de una realización de deseos libidinosos inconscientes, como dice Freud en su conferencia sobre Las Vías de Formación de síntomas.
Así que, no hay manera de hacer ni moldes de analistas, ni conjunto de analistas todos iguales. Si fuera posible reunirlos en un conjunto, sería el de los dispersos disparejos según expresión de Lacan. Cada uno se formará, se dará forma con el anudamiento entre el saber textual de la teoría, el saber textual de su inconsciente en su propio análisis, y la supervisión.
El programa de este curso abordará estas cuestiones y otras en sus diferentes espacios de enseñanza. Mencionaré ahora cuáles serán algunos de sus ejes que siempre estarán apoyados con ejemplos de la clínica:
- La represión como efecto de la castración en el humano por su entrada en el lenguaje, y el sujeto del inconsciente y del deseo como efecto del mismo.
- El síntoma como función de respuesta ante un encuentro con lo traumático para cada uno.
- Las nuevas formas del síntoma en la infancia, adolescencia y en la edad adulta, así como los estragos como efecto de la interconexión entre el sujeto de lo social y el sujeto del inconsciente, y cómo los aborda y trata el psicoanálisis en la dirección de la cura.
- La función del síntoma en los vínculos en el campo de las neurosis.
- Cuáles son los mecanismos que Freud describió para dar cuenta de las respuestas del sujeto ante lo traumático.
- ¿Qué ocurre con el amor cuando entramos en el campo de las psicosis tomando en cuentas la idea de que el amor puede ser una suplencia al agujero de lo Real constitutivo del ser hablante?
- ¿De qué manera hombres y mujeres responden al Real del sexo que Lacan formulará en su Seminario Aún con el aforismo “no hay relación sexual”?
Esperamos que nuestra apuesta por responder a estas cuestiones pueda encontrar un eco en todos aquellos que depositáis en nuestra enseñanza la confianza para andar el camino de vuestra formación analítica.