Publicado el 15/06/2017

Presentación del Curso 2016/2017

En nombre de la Junta de Estudios del Colegio de Psicoanálisis de Madrid y de sus miembros y colaboradores tengo el gusto de inaugurar este nuevo curso 16/17.

Espero que hayáis consultado el cuadernillo con las actividades del programa de enseñanza, espero también que hayáis visitado nuestra nueva y flamante página web, con un diseño bonito, una página ordenada y fácil de manejar. Por medio de ambos medios de difusión estáis ya al día del programa de enseñanza para este curso.

No lo voy a repetir, por tanto, en estos minutos de los que dispongo, antes de dar la palabra a nuestro querido colega Bernard Nominé.

Los docentes del Colegio de Psicoanálisis de Madrid llevamos desde mediados del curso pasado pergeñando este programa que hoy os presentamos. Como os decía en la presentación del curso anterior, siempre le damos muchas vueltas. Y, desde mi punto de vista, eso guarda relación, al menos en parte, con el asunto de que la enseñanza del psicoanálisis no es una enseñanza como todas las demás. Lo que nos obliga a plantear muchas preguntas: ¿Cómo se trasmite el psicoanálisis? ¿Existe la buena manera? ¿Qué lo diferencia de otras trasmisiones de saberes?

El saber del psicoanálisis no es una cuestión sencilla de abordar, pues, al situar al saber inconsciente como elemento central, este saber va a estar marcado obligatoriamente por la idiosincrasia del saber inconsciente, un saber que no se sabe que se sabe.

El saber inconsciente tiene sus particularidades no siempre sencillas de admitir. ¿Por qué sino Freud lamentó, una y otra vez, que el psicoanálisis levantase resistencias desde muy pronto? ¿Por qué sino seguimos con la misma queja los analistas de hoy en día, cuando decimos que el mundo capitalista no es proclive al psicoanálisis?

Lacan responderá a esta pregunta formulando que si el saber icc levanta resistencias es porque se trata de un saber que no es “natural” -no es como el saber que le sirve al pez para no salir del agua y al animal terrestre para no vivir en el mar- sino “cultural”, es decir que se trata de un saber que está sujeto al Otro, al lenguaje (o más tarde, a lalengua).

Para el psicoanálisis el significante no sirve solamente a la comunicación, como mantienen los lingüistas, sino que es causa de goce para el sujeto que habla. Por ello, no podemos dejar de relacionar el saber con el goce reprimido del síntoma y con el goce que el fantasma atrapa en su cuota de interpretación de la realidad de cada cual.

Entonces, con este presupuesto caemos rápidamente en la cuenta de que el saber, para el psicoanálisis, es muy diferente del conocimiento de la ciencia o de la acumulación del saber universitario. Cuando Lacan formuló los cuatro discursos que ordenan el goce del que habla, la verdad es uno de los lugares de esa estructura en la que advendrá, en cada discurso, algo diferente: en el discurso del analista en el lugar de la verdad, colocó el saber.

Por tanto, a diferencia del dicho con el que nos insistían de pequeños “el saber no ocupa lugar”, el saber en el discurso analítico sí ocupa un lugar: el saber ocupa el lugar de la verdad. Así, verdad y saber se articulan sobre el goce. Es decir que cuando, en psicoanálisis, hablamos de la verdad no hablamos de una verdad objetiva, ni de una verdad igual para todos, ni de una verdad que debe ser revelada, sino que hablamos de una verdad particular a cada cual, una verdad que atañe a la manera de gozar de cada cual y que el análisis permite desvelar. Desvelando esta verdad particular sobre nuestro modo singular de goce, el análisis nos da acceso a un saber.

Ahora bien, saber sobre ello, en el sentido de comprender algo, no es suficiente para que algo cambie. Es aquí donde hacemos valer la importancia de experimentar en un análisis los límites del saber, de convertir lo imposible de saber, el no-saber de lo real, en el asiento del saber del psicoanálisis. Experimentar el saber agujereado va a permitir consentir al espacio que se abre entre lo que se dice y lo que se escucha que borrará la tentación de asignar una significación personal a los dichos del otro. Es finalmente la libertad que nos otorga el lenguaje.

Imposible, entonces, el establecimiento de un corpus teórico ordenado por niveles de dificultad como solemos estar acostumbrados. Simplemente porque para ello habría que colocar el saber en posición de amo, habría que colocar el saber del lado del poder, del semblante, lo que está reñido con el discurso analítico, que en el lugar del semblante, no coloca el saber sino, precisamente lo que no puede saberse (a).

No hay pedagogía que valga al respecto, aunque eso no quita para que, en el Colegio, apuntemos lo más posible a facilitaros la tarea de entrar al corpus teórico del psicoanálisis. Es curioso que la manera que se nos ocurre (dado que constatamos que, con ello, captamos la atención del oyente) es acudir a la clínica, aunque será solamente la clínica particular, la experiencia de un análisis, la que posibilitará caer en la cuenta de algunos conceptos fundamentales de los que el yo, única sede del conocimiento, nada puede saber, pues, precisamente, el yo es una defensa frente al saber analítico.

Si hablo del saber analítico en esta ocasión es para deciros que queremos promover este curso algo que venimos haciendo desde siempre, dado que está en nuestros principios directivos: “enseñanza, investigación y clínica”.

Intentamos favorecer en las clases el intercambio y el diálogo; con lo que venimos llamando “puesta en común en pequeños grupos de trabajo”, que más tarde vuelcan al conjunto del auditorio sus preguntas y argumentos…..Pero no es suficiente, no siempre es fácil.

En la página web hemos abierto un apartado “Trabajo e Investigación” como manera de plasmar lo que deseamos sea una realidad para este curso: impulsar el trabajo entre nosotros. Porque es difícil “hacerse” con un poquito del corpus del saber psicoanalítico si no realizamos una escucha activa, si no ponemos en juego nuestra palabra para enunciar una pregunta, un punto de partida, un desarrollo de argumento.

Nos gustaría entonces promover el trabajo “en cartel”, dado que es una buena manera de trabajar con otros por un tiempo limitado, trabajar con otros, unos pocos, que se eligen entre sí en nivel de igualdad y designan lo que llamamos un “Más Uno”, que “si bien es cualquiera debe de ser alguien”, alguien que promueve la transferencia de trabajo entre los miembros del cartel. La trasmisión del saber psicoanalítico debe pasar por ahí, por la transferencia de trabajo, pues éste no es un saber que se establece de una vez por todas sino que, más bien, se trata de construir en el aquí y en el ahora, por medio del trabajo con otros, unas briznas de saber.

No puedo extenderme más. Tendremos tiempo a lo largo del curso. Sí decir que podéis acudir a la página del Colegio y visitar el apartado del que os hablo: “Trabajo e investigación”, promovido por Ana Maeso y al que nos sumamos gustosas el resto de miembros de la Junta de Estudios, Carolina Barrios y yo misma.