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Preludio 3
Un preludio lleva a otro, el leer los anteriores preludios para las Jornadas me ha llevado a hablar, hablar (de)…. y nos encontramos con los nuevos significantes de la época. Pero en todas las épocas ha habido nuevos significantes, nuevos «síntomas», nuevos malestares que acompañan al sujeto. El título que hemos puesto a estas jornadas «El sujeto angustiado tras los nuevos significantes» se podría escuchar como que los nuevos significantes son los que producen la angustia, pero no es así, el sujeto y su angustia están ahí por estructura; por el encuentro traumático del viviente con el lenguaje que produce una falta, un agujero, una pérdida de goce, y cuando nos confrontamos con ese agujero, con lo indecible, aparece la angustia.
En relación a la angustia Lacan nos habla de la angustia frente al deseo del Otro, ¿qué me quiere?, y también nos señala la angustia no sin objeto, la angustia cuando aparece lo que permanece velado.
El momento actual que nos ha tocado vivir, una pandemia ¿con qué nos confronta? Creo que podemos decir que aparece algo que estaba de alguna manera velado, la incertidumbre, la muerte, el Hilflosigkeit-Desamparo que apuntaba tan acertadamente Freud. Y esto, justamente en una época en que el discurso dominante es el capitalista, discurso que forcluye la castración, que ordena gozar. Y aparece una pandemia cuyos primeros efectos (iremos viendo qué más efectos va produciendo) es el limitar el goce: no tocar, no acercarse, no juntarse, no hacer fiestas…
Podríamos decir que los nuevos significantes son respuestas del discurso y de los sujetos ante lo opaco del goce propio de cada uno, son significantes para dar sentido al sin sentido, sin embargo el bicho, el corona virus, da nombre a un virus, pero no da sentido a la vivencia de desamparo. Con lo cual, de nuevo la angustia.
También podríamos hablar de qué está suponiendo en cuanto a la relación del sujeto con el Otro. Es curioso, un Otro «caído»: el de la religión, el de los grandes ideales, pero se espera que un Otro nos de las respuestas y al mismo tiempo se coloca en ese Otro la culpa en relación al goce limitado. Es el Otro quién no me permite gozar.
Con todo esto, me parece que los sujetos hablantes no hemos cambiado tanto a lo largo de la historia, el malestar está servido por estructura, nuestra división producida por la entrada del lenguaje es a-histórica, lo histórico son las diferentes formas en que se presenta ese malestar y ahí tenemos los nuevos significantes de cada época. Tampoco es nueva la dificultad que tenemos para hacernos cargo de ese malestar, de querer saber algo de nuestra verdad de goce y siempre hemos ido buscando la respuesta en el Otro, Otro del que luego nos hemos quejado, para que así el círculo sin salida no se rompa.
Y tenemos el psicoanálisis que nos ofrece una posible salida a ese círculo, no dando sentido al sin sentido, pero sí haciendo hablar al sujeto del inconsciente y así confrontarnos a «ese huésped que parece habitarnos y nos hace incomprensibles a nosotros mismos» (C. Soler: Hacia la identidad, pág. 48) y a hacernos responsables de nuestra angustia ante el desamparo. Un análisis no da respuesta a la pandemia, pero si puede ser un recorrido para que uno por uno podamos hacer algo con sus efectos subjetivos.