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Odiarás al prójimo como a ti mismo
Esta es una breve reflexión sobre un tema muy extenso: nuestros vínculos actuales y su destino; el odio estructural y los cambios crecientes que influyen en nuestras modalidades del goce.
En la Toráh, la historia de Caín es la primera clase magistral que nos ofrece la Biblia, en el Génesis, tras la expulsión del paraíso. Dios no mata a Caín, el asesino de Abel —su hermano—: le pone una marca en la frente para que siga su andadura ejemplar.
¡Ojo!, nos viene a decir: el hombre es un asesino en potencia. Nuestra humanidad tiene como Padre a un asesino, y además incestuoso: copula con Eva, su madre, la única mujer por aquellas fechas. ¡Un comienzo prometedor!
Caín no solo es una historia sobre la envidia y rivalidad fraternal, sino una reflexión profunda sobre el Mal y la violencia interna que nos habita, es el fundador simbólico de una humanidad marcada por el asesinato que Freud aborda en Tótem y tabú (1912). Ello nos sugiere que la violencia y la civilización van de la mano. Y lo más relevante: la violencia es siempre sin palabras.
Extraña paradoja. ¿Acaso podemos hablar de lazo social cuando hablamos de odio y violencia? Más bien, parece que el odio rompe el lazo y ataca nuestros vínculos y sus leyes. La violencia viene a ser la desintegración sintomática de nuestros lazos, desvela lo que anda mal en el sujeto y en su colectivo.
Si «amarás al prójimo como a ti mismo» fue descartado en su día —tanto por Freud como por Lacan—, acaso hoy se impone el odiarás al prójimo, desconfiaras de él, lo atacarás tantas veces como puedas y finalmente lo matarás, si se tercia. Asimismo, recordemos las snuff movies, grabaciones de crímenes reales —un real imposible de imaginar que sin embargo se vende en nuestro mercado—. Y del lado de la ficción, terror y brutalidad, el cine gore, una violencia visceral sin orden ni trama. Eso que parece tan descabellado es el pan nuestro de cada día, en todos los telediarios, en las series; y también en la «gran política» de nuestros días vemos las interminables filas de personas deportadas a un destino funesto.
El concepto de odio, en Freud y en Lacan, es considerado como un afecto fundamental en la constitución del sujeto y en su relación con el Otro. Freud aborda el odio desde distintas perspectivas a lo largo de su obra y señala que el odio es anterior al amor. El odio aparece inicialmente como un rechazo de lo que provoca displacer. En Más allá del principio de placer (1920), introduce la pulsión de muerte, que se opone a la pulsión de vida. El odio se vincula con la agresividad, el deseo de destrucción y el retorno a un estado inorgánico. En El malestar en la cultura (1930), Freud describe la agresión como una pulsión primaria. Sin embargo, esta agresión prohibida no puede expresarse libremente y se vuelve hacia el mismo sujeto en forma de culpa, o auto desprecio, que potencia el superyó. El odio dirigido al Otro en lo social es un desplazamiento del odio reprimido propio. Esta es la cuestión que nos permite decir: ODIARÁS AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO.
En El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica(1949), Lacan da cuenta de una alienación de largas consecuencias. Por su desarrollo, el niño, todavía inmaduro, descubre en el espejo y en la mirada del Otro una imagen completa y magnífica que lo llena de júbilo. Esta distancia entre completitud de la imagen y el desamparo real del infans, su fragmentación real, produce una tensión agresiva en el sujeto que rivaliza con su propia imagen y con el otro.
La segregación, en Freud y en Lacan, es un concepto que tiene múltiples implicaciones. Freud estudia los lazos sociales y la exclusión en textos como Psicología de las masas y análisis del yo (1921) y El malestar en la cultura. En estos escritos, señala que la identidad grupal se construye a partir de una identificación con un líder Ideal y una segregación de lo que es percibido como diferente o amenazante. Lo segregado unifica mejor el colectivo, esta es su función.
Para Lacan, la segregación es un concepto que se vincula estrechamente con su noción del objeto a. El objeto a en Lacan es aquello que causa el deseo, que nunca puede ser plenamente satisfecho. En el caso de la segregación, el objeto a se convierte en el punto donde se concentra el goce rechazado, o temido. La segregación responde, en este sentido, a una estructura donde el otro es percibido como portador de un goce diferente, insoportable, que debe ser excluido para preservar la consistencia de nuestro lazo social.
Podemos entender la segregación en la manera como los sujetos luchan con lo real, lo que no pueden simbolizar: la exclusión del loco, del forastero, del migrante, del pobre, del diferente. En su goce vemos nuestra amenaza.
No podemos olvidar que en Encore, Lacan viene a decir que no hay amor sin odio. Por ello crea el neologismo haine-amoration (en francés, haine = odio; amour = amor) que expresa esta inseparable ambivalencia afectiva.
En su libro Lacan y las Ciencias Sociales (2001), Markos Zafiropoulos, en el capítulo VI, aborda la discordancia estructural entre lo real y el orden simbólico. Hace referencia también al seminario «La Angustia» y dice: «Lacan pondrá cada vez más el acento sobre la diferencia entre lo simbólico y lo real, o para precisar mejor, sobre un resto que escapa necesariamente a la misma simbolización. Más tarde… llamará a este resto el objeto (a)» . Y añade: «Porque no podríamos indicar qué es en esta función de objeto (a) que el pueblo de Israel se presenta, según Lacan». Podríamos pensar incluso que la Solución Final, la eliminación radical del Otro, puede entenderse como una estrategia para economizarse cada uno la libra de sangre que le corresponde, o la castración simbólica. Sin embargo, sabemos que el sacrificio solo exige más sacrificios, demostrando que esta estrategia en lo social es fallida, aunque muy tentadora por lo que observamos de su repetición en la historia.
Freud y Lacan han aportado claves para entender cómo lo individual y lo social se articulan. La sociedad crea mecanismos para distribuir el goce, generando exclusión y odio estructural. Esto explica fenómenos como el racismo, la violencia institucional, o el rechazo visceral de la diferencia.
Actualmente, los discursos del odio, auténticos síntomas sociales, lacerantes y abyectos, son tan frecuentes que pasan casi desapercibidos, ¡están normalizados!
Para muestra un botón: Adolescencia, una serie de gran impacto mediático que nos obliga a pensar y tomar una posición ante los cambios subjetivos que se precipitan y nos arrasan con sus nuevos códigos.
En la serie, las estadísticas mandan: el 80% de las mujeres deciden el destino del 20% de los hombres, confirmados como válidos. El resto son encels [solteros involuntarios], inútiles para agradar a una mujer. Es así como el niño adolescente, amputado de su masculinidad, apuñala a su verdugo. Ante el deseo del Otro convertido en un imperativo —o una sentencia perversa—, el sujeto se queda aniquilado y reacciona con el acto criminal. Mata para seguir vivo.
¡No hay deseo en el Otro! Y esta es la respuesta a lo inefable: un acto de odio desesperado. Si no existe para el Otro, él responde con la misma moneda. Él está perdido sin el deseo del Otro, que lo declara inútil. Esta es la violencia del bullying, un acoso demoledor que no reconoce la esencia deseante del sujeto. El deseo es el deseo del Otro, y el sujeto desea ser o tener un lugar en el deseo del Otro. Eso es fundamental en la constitución del sujeto, y en su desfallecimiento también.
Muchos son los jóvenes que no encuentran un asidero simbólico para poder transitar. Para muchos, Instagram y otras redes devienen su parentesco, sustituyendo la familia tradicional, que ha perdido la partida. Instagram es el Amo, padre o madre. ¡Un auténtico reto para el psicoanálisis! Los padres no entienden nada de su propia criatura, ignoran la influencia de las redes, en las cuales está enredada su criatura y donde se juega su vida psíquica y su futuro. La constitución del sujeto ya no depende de los valores familiares, puesto que depende en gran parte de las pantallas y de sus mandatos, de Otro código. Las pantallas no tienen una función paterna, o simbólica, y quizás nuestro joven sujeto tampoco tenía suficientes recursos propios.
Como casi todos ya saben, el Otro de la tecnología y de la ciencia marca también nuestro destino inexorable como un posible avatar robótico, nuestro sustituto, un algoritmo de las redes, o de la IA. El algoritmo te conoce, a veces mejor que tú a ti mismo, y determina tus decisiones, las más íntimas, sea a la hora de votar o de casarte. ¿Qué nos queda del deseo propio?
Así es como nuestra vida virtual será garantizada después de la muerte. ¿Y la vida en sí? ¿Qui lo sa? Se torna virtual, o habrá que pensarlo, si nuestro pensamiento atrofiado resiste la prueba.
Ante esta avalancha imparable de desafíos, nos toca sentarnos a reflexionar, o intentarlo, para ver qué respuestas nos ofrece todavía el psicoanálisis.
Cuando todo el mundo aspira a una felicidad boba, algunos valientes nos muestran la otra cara de la moneda. Siempre me ha maravillado la capacidad de aquel que sitúa las cosas en su lugar y denuncia con maestría los estragos de la pasión por la ignorancia. El que rasga el ideal de completitud y destripa el fantasma imposible de un hombre plenamente feliz, ya que esta es la única vía que nos acerca a nuestra verdad y a un goce posible.
Referencias bibliográficas
Freud, S. (1915) Pulsiones y sus destinos. Obras Completas, Vol. XIV. Amorrortu Editores.
Freud, S. (1921): Psicología de las masas y análisis del yo. Obras completas, Vol. XVIII. Amorrortu Editores.
Freud, S. Más allá del principio del placer. Obras Completas, Vol. XVIII. Amorrortu Editores.
Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Obras Completas (Vol. XXI). Amorrortu Editores.
Lacan, J. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo. En Escritos I. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Lacan, J. (1975). Seminario 20: Aún (Encore). Buenos Aires: Paidós.
Zafiropoulos, M. (2003). Lacan y las ciencias sociales: el retorno a Freud en Bourdieu, Castoriadis y Lévi-Strauss. Buenos Aires: Nueva Visión.
Arendt, Hannah (1958): La condición humana. (Barcelona: Paidós, 1993).
Lacan, J. (1948): «L’agressivité en psychanalyse» [Écrits] (París, Seuil, 1966).
Recalcati, M. (2025). De odio (G. P. D. V. de la Riva, Trad.). Castelvecchi.
Žižek, Slavoj (2007): Sobre la violencia: Seis reflexiones marginales. (Paidós Ibérica, 2009).