Publicado el 26/05/2025

¡Larga vida al síntoma!

«Empecé a estar mal después de 6º de primaria. Penséen algunos momentos que no quería vivir. A partir de ahí me rayé con quétrastorno tengo. He leído en internet, buscando en Google, y sigo leyendo y me da mucha ansiedad. Tener un TLP. Me veo con algunas cosas del TLP, el que soy muy inestable. Pero también creo que tengo un trastorno histriónico, porque fuera de casa, con mis amigos hago cosas y parece que es para ser el centro de atención, y muy exagerado cuando siento. También porque soy mentiroso. No soportaría saber que soy histriónico. Esto no es normal. Me siento como un anormal. Dime qué te parece a ti. Qué tipo de trastorno tengo. Aunque claro, es difícil que me digas ahora. Pero quiero tenerlo claro, para no seguir mal, ansioso.»

Un sujeto, en busca de su identidad, que tantea la referencia de la normalidad que plantea el Otro y a la cual aspira. Una queja permanente en cada encuentro, intentando nombrarse/nombrando lo que le pasa a él, con las etiquetas propuestas por el Otro. Un verdadero empeño para que ese Otro virtual y digital, a quién desde hace tiempo parece que se le atribuye un saber total, le dé la respuesta a su padecer (a sólo un click). Pero, venía a plantearlo, por lo tanto, algo de una falta en juego, porque no le convencía lo que leía y algo se le seguía imponiendo.

Después de algunas sesiones igual, a pesar de preguntarle para ir más allá de lo que lee en internet, dice: «Hoy he leído sobre el trastorno evitativo. Creo que también algo de eso tengo». —Qué evitas decir? Le pregunto.

«Hay cosas que me dan vergüenza y otras que me duelen mucho. Me da vergüenza enrollarme con una tía, porque no me gusta mi cuerpo. Después vino que una chica me rechazó, 6º de primaria. Cada vez que la veía, me temblaban las piernas.»

A la sesión siguiente. «No entiendo por qué cada cosa que me propongo no la hago. Cuando algo me gusta no puedo parar de hacerlo hasta que llega un momento que parece que me canso y no quiero más y lo dejo de hacer. Con la comida me pasa que cuando me aburro o lo que me gusta, como mucho, hasta que me lleno y otras veces, más. Aquí puedo decir lo que quiero sin que me lo devalúen. Necesitaremos años de sesiones.» Según manifiesta va estando más tranquilo. Dice que tiene algo de todos los trastornos que trae, pero, en lo que está, es en por qué no puede hacer o por qué de los excesos que no puede parar…

Padres separados. Vive con su madre y cuando le apetece va a lo de su padre quien acepta todo lo que él hace o plantea salvo con la comida, que permanentemente le dice que se ponga a dieta. «¡Sólo soy lo que como, para él!» También dirá que su padre salió del armario hace unos años y que habla con éste de todo lo referente a la sexualidad, sin prejuicios.

La época actual empuja a encontrar el saber del padecer que oprime y dificulta la vida de los seres hablantes, a buscar respuestas «tapón», allí donde la ciencia, ayudada por la tecnología, nos las pone en bandeja : en internet por medio de Google y dentro de poco con la supuesta respuesta singular que ofrecerá un partenaire «completo», hecho de IA. ¡Ah! Y no olvidemos, como efecto también de este discurso de la ciencia junto con el capitalista, de las diversas asociaciones que funcionan como grupos segregados por estar subsumidos a significantes de categorías que agrupan supuestos modos de gozar uniformes.

Algunos llegan así, formulando que tienen trastornos diversos, bajo los nuevos significantes del Otro; con lo que pueden esperar los otros de sus sentimientos y comportamientos. Auto justificándose de lo que hacen por haberlo leído (bordeando la canallada) o también como modo de contener, por medio de una definición, algo de un insoportable que se les impone. Poco o nada de un sujeto del inconsciente, dividido.

O también, sujetos que dicen padecer de aquello que hace síntoma para el criterio diagnóstico de la medicina biológica, o de la psi o psiquiatra de turno con sus categorías diagnósticas inabarcables, con las que pretenden encasillar a ese sujeto.

Auto diagnóstico frío, sin resonancia subjetiva ninguna cuando se les pregunta sobre eso. Porque está en el discurso corriente, hablan de cerebro o neurotransmisores y, si conocen un poco más, dirán de la falta o exceso de dopamina, serotonina y que la solución está en el cuerpo biológico, aparentemente accesible solo entrenándolo o medicándolo.

Pero, de aceptar que algo de sí mismos, subjetivo, se les escapa y no saben, más bien nada.

Detrás de esas pseudo identidades, generalmente aparece un sujeto abolido por su angustia.

Frente a esto que nos encontramos: ¿cómo hacer para que el sujeto pase del sugestivo confort que le vende la ciencia, a un espacio donde no hay garantía ninguna de una respuesta totalizadora sino la producción de su síntoma (que porta un sentido que entronca con su deseo) a partir del encuentro (siempre disruptivo por cierto) con trazas de un saber inconsciente del cual, también, goza sin saberlo y que, siguiendo el hilo subjetivo, llega a la realidad sexual, siempre traumática y por la tanto angustiosa, vergonzante e incómoda?

¿Cómo hacer para que sea deseable por el sujeto ir a hablar, preguntarse, trabajar y pagar por una experiencia que, además, bordea el sin sentido y lo imposible, es decir que se sale del sin fin de la rentabilidad capitalista?

Sólo haciéndolo hablar a ese sujeto, (que soporta estas asignaciones del Otro que pretenden forcluirlo, des responsabilizándolo o desculpabilizándolo, pero incrementando su angustia por otro lado) podría entrar en la dimensión de la palabra y el deseo.

Franqueando el relato de ese Otro, se dará la posibilidad a la emergencia de eso que habla en él, de la otra escena inconsciente, al decir de Freud y de que dice más de lo que cree decir.

Sabemos desde Freud y luego a partir de la enseñanza de Lacan, que no son suficientes los enunciados. En la manera de hablar, del decir sobre eso, propia del sujeto, es que será factible construir el síntoma que lo hace singular, aquel que por los matices se reconoce.

Y ese movimiento que va haciendo el sujeto, solo será factible si al psicoanalista que le supone el saber a su padecer, sostiene ese lugar, como vacío. Condición para producir y analizar el nuevo síntoma y el encuentro con lo que lo causa.

Y para concluir, 2 ideas sobre el título de mi intervención: seguir poniéndole la oreja a la subjetividad de la época, a lo que no anda hoy, posibilitará la continuidad del psicoanálisis como una praxis contemporánea y eficaz: el síntoma revelador del malestar en la civilización, al decir de Lacan.

Y también, en nuestra época, apostar a que cada uno haga un síntoma (que, parafraseando a Freud, de un síntoma típico se vaya decantando al suyo singular) representa para el sujeto, una salida más digna y abordable.

Bibliografía

Freud, Sigmund. «17ª Conferencia. El sentido de los síntomas» Pág. 235. Tomo XVI. Obras Completas. Amorrortu Editores.

Freud, Sigmund. «23ª Conferencia. Los caminos de la formación de síntoma» Pág. 326. Tomo XVI. Obras Completas. Amorrortu Editores.

Lacan, Jacques. «Conferencia en Ginebra sobre el síntoma» Intervenciones y Textos 2. Pág 115. Manantial.

Soler, Colette. «Los fines propios del acto analítico» Finales de Análisis. Pág 61. Manantial.