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La sexualidad infantil: el saber inconsciente
“Que niños hay para mañana”
Hay cosas que se olvidan precisamente para conservarlas de por vida. Y desde allí, desde ese lugar de saber, construido con olvidos, gobiernan parte de nuestras vidas. A ese lugar Freud lo llama inconsciente, memoria de nuestra satisfacción libidinal que puede retornar en el síntoma. Desde el principio hasta el final de su elaboración teórica Freud concibe el síntoma como una solución de compromiso entre una fuerza que exige satisfacción y otra que se opone. Por eso no es tan fácil que los síntomas por los que una persona consulta a un analista, desaparezcan porque están formando parte de su economía libidinal. Ya lo dice la copla flamenca: “ Mi pena es muy mala porque es una pena que yo no quisiera que se me quitara.”
Es precisamente a este olvido al que Freud atribuye la causa de que nadie, antes que él, hubiera “reconocido con claridad que la existencia de una pulsión sexual en la infancia posee el carácter de una ley”. (1)Por supuesto que antes de esta afirmación se tenían pruebas de que el niño tenia una actividad sexual, pero se tomaban como hechos aislados, excepciones y sobre todo como algo que apuntaba a ser eliminado.
Fue lo contrario lo que quedó suprimido con el descubrimiento freudiano. La pretendida inocencia infantil, el carácter angelical de los niños queda desterrado para siempre y, en su lugar, aparece la disposición del tierno infante a convertirse en un perverso polimorfo, hasta que entren en juego las fuerzas encaminadas a construir “diques anímicos contra los excesos sexuales: la vergüenza, el asco y la moral”. (2) La educación del niño contribuye mucho a ello, nos dice Freud, aunque hay que matizar dos observaciones, por una parte, no es el único factor a tener en cuenta, intervienen otros, y por otra, nunca la educación lo conseguirá del todo.
Dos aspectos que se entrelazan siempre que pensamos lo pulsional, el registro de la satisfacción en el humano, la voluntad de satisfacción y la defensa frente a la misma.
Reiteramos entonces que Freud eleva a carácter de ley universal lo que cualquiera que haya estado en contacto con niños sabía en aquel entonces y sabe ahora: que chupetean y se comen lo que pillan, que se relacionan con bastante facilidad con la mierda, y sus substitutos: tierra, barro y porquería en general, que se masturban, que disfrutan arrancando las alas a las moscas, cortando el rabo a las lagartijas, que son crueles entre ellos, que se pegan e insultan, que se desnudan y exhiben, que son mirones…. No seguiré, todos los presentes aquí hoy, en cuanto tienen relación, de una u otra forma con niños me creen, pues saben, en especial los que se dedican a la tarea de educar, lo costoso que es hacerles renunciar a estas satisfacciones si son pequeños o algunas otras sustitutivas si han crecido un poco.
Diremos entonces, para intentar avanzar un poco mas, que en todo ello, se trata de satisfacción pulsional, de sexualidad en su amplio repertorio, y no solamente entendida al servicio de la reproducción como rezaba el canon de 1900.
Freud hace este descubrimiento en un contexto clínico. Era un médico, un neurólogo, dedicado a las enfermedades nerviosas a finales del siglo XIX. Y si bien por aquel entonces ya no quemaban a las histéricas en las hogueras tachándolas de brujas, las acusaban de mentirosas y simuladoras. Lo que Freud descubre en primer lugar y a nosotros nos interesa retener, pues es el comienzo del hilo de mi argumentación, es que la sexualidad puede enfermar y por eso se ocupa de ella, por mórbida, por patógena. La sexualidad enunciamos entonces es traumática. ¿Cuál es la causa?, nos preguntaremos.
En 1908 Freud publica su articulo sobre las teorías sexuales infantiles que leído junto el segundo ensayo dedicado a la sexualidad infantil de 1905 y “ La Organización genital infantil” de 1923 forman un corpus teórico básico sobre el tema que nos ocupa. Saben que lo que propone es un niño que en cuanto adquiere el lenguaje de forma plena y llevado por intereses egoístas se topa con las preguntas existenciales por antonomasia para el humano, sus orígenes y su finitud, ambas cuestiones relacionadas entre sí.. “Claro, que si nos morimos es porque procreamos” decía una niñita de 7 años el otro día para situar el miedo de los miedos, como nombra a unas ideas que vienen en sus sueños y que giran alrededor de la muerte de personas queridas.
Frente a estas preguntas de los orígenes, de la procreación, ¿De donde vienen los niños? El niño que no es psicótico va a inventar unas respuestas, va a fabricar un saber destinado a reprimirse, a olvidarse, cuya sede será el inconsciente.
¿Para qué el niño inventa esas teorías sexuales sobre la manera en que los niños vienen al mundo por ej. ? Sigamos la deducción freudiana: Guiado por intereses egoístas, el niño se pregunta ¿De donde vienen los niños? Y se vuelve al Otro omnipotente para que le responda, a su padre, a su madre o a quien haga esa función. Retengamos entonces un esquema mínimo, el niño se hace una pregunta que tiene relación con su propia satisfacción y busca una respuesta en el Otro, en el saber. Y no la encuentra. Adelantaré desde ahora mismo que no la encuentra porque no está, porque lo que hace traumática a la sexualidad es que participa de un registro que está excluido del saber.
Pero demos alguna vuelta mas a la respuesta que Freud se da en un primer momento. El niño no sabe, pero supone un adulto que sabiendo, le engaña y le cuenta lo de la cigüeña por no hablarle con franqueza de que los niños nacen porque antes han sido concebidos sexualmente. Entonces el niño tiene que enfrentarse a un conflicto que ya define como el complejo nuclear de toda neurosis posterior. Se va a producir una escisión entre creer al adulto para ser bueno, vertiente de la alienación a lo que pide el Otro, a las condiciones que establece para ser amado o inventar un saber propio. A la primera alternativa la califica de consciente, a la segunda la da el estatuto de inconsciente.
Resumamos, Freud piensa que al niño le falta un saber sobre el sexo que el adulto no le da y ahí sitúa el problema en este primer momento.
Vemos entonces como Freud sitúa lo traumático de la sexualidad en una falta de saber. Hay preguntas y faltan las respuestas podemos decir a mínima. Ante este descubrimiento piensa que las neurosis pueden prevenirse. Muy optimista con relación a las virtudes profilácticas del psicoanálisis, pensó durante poco tiempo que ese saber que falta sobre lo sexual en el niño podía repararse.
En un articulo de 1907 “El esclarecimiento sexual del niño”, carta dirigida a un pediatra, Freud postula que una adecuada información al niño sobre la sexualidad podría evitarle sufrimiento y neurosis. El plan que él propone se cumple hoy día en todas las escuelas. Alrededor de los 10 años, no mas tarde, debe dársele al niño información sobre como se produce la reproducción sexuada y dado que comprueba la inutilidad de los padres para hablar con sus hijos sobre este tema, argumenta que la escuela es el mejor lugar de donde puede venir el adiestramiento.
Ahora bien, si él se pregunta cuales son las razones por las que no se informa al niño sobre las cuestiones sexuales, nosotros tendremos que preguntarnos mas bien, cuales están siendo las consecuencias de lo que podemos llamar, para entendernos, el exceso, no solo de información teórica, sino del nutrido repertorio del que gozan los niños en lo que se refiere a modos de satisfacción. Pienso por ej. en el despliegue de escenas marcadamente sexuales que todo niño tiene a su disposición en la televisión y en el ordenador. E incluyo en ellas, por supuesto, las escenas de violencia inusitada que aparecen, hasta en los dibujos animados de apariencia mas inofensiva.
No les falta saber precisamente. Hoy en día saben latín, como se decía antes, pero ese saber no les protege de la neurosis lo mas mínimo. A veces inclusive la refuerza, pues una de las posibles respuestas del niño ante tanto despliegue de modos de satisfacción puede ser el incrementar la represión. En otros casos es al contrario y actúan, y pueden cortar cabezas con catanas.
Pueden saber sobre la procreación con pelos y señales pero, pongo por caso, caer presa de rituales obsesivos ante el descubrimiento forzado por los comentarios de los compañeros de que sus propios padres “también hacen eso”. En definitiva el saber consciente no sirve para prevenir la neurosis.
Hay una diferencia entonces entre el saber inconsciente y el saber académico, el saber de la ciencia. El saber inconsciente está constituido por un conjunto de significantes que intentan responder a las preguntas del sujeto, pero es un saber particular a cada sujeto conectado a una determinada fijación pulsional. Este saber envuelve las huellas, lleva consigo la memoria de una satisfacción en el cuerpo que el niño ha experimentado, y que aunque reprimida, dará las coordenadas de la satisfacción por venir.
Eso quiere decir la frase que repetimos a veces acerca de que el saber en un análisis debe ocupar el lugar de la verdad, no de lo verdadero sino de la verdad particular a cada sujeto. Verdad entonces relacionada con las coordenadas particulares de cada cual en las que descubrió esa falta en el Otro, – lo llamamos castración- y la respuesta particular que dio para velarla. Este encuentro es traumático por naturaleza porque es algo que cae del lado de la más radical soledad y que nos separa del Otro irremediablemente.
Una cierta renuncia a esa satisfacción pulsional infantil será necesaria para poderse incluir en la cultura, para que comiencen a funcionar en el niño las ganas de saber, de aprender. Recordemos que Freud sitúa el origen de lo que llama en este momento la pulsión de saber en la investigación sexual, pero también sitúa los logros culturales a expensas de la energía desviada del uso sexual y desviada a otros fines.
Es fácil observar, tampoco sucede siempre, que niños muy pegados a su madre o madres muy pegadas a sus hijos, que para el caso es lo mismo, se les suele hacer difícil aprender en la escuela.
Lo que es seguro y que Sánchez Ferlosio nos recuerda en el expendido articulo dedicado a la educación en su último libro es que el saber de los libros hay que buscarlo fuera: “ Los conocimientos en sí mismos…… por su propia condición, exigen que sea el alumno el que salga a buscarlos fuera, en la pura intemperie personal, mostrenca, en la tierra de nadie, en la que por definición surgen y están”. (3)
Avancemos entonces para ir terminando la idea que me gustaría trasmitir con claridad. No se puede evitar lo traumático de la sexualidad porque lo que la hace traumática no es ningún accidente que podría haberse evitado, no es una falta de saber que hay que proporcionar a tal y cual edad y de esta u otra manera. La sexualidad es traumática porque enfrenta al humano con sus límites, porque le confronta con la castración, con la falta. Insuficiencia intrínseca al lenguaje para nominar la diferencia sexual. Es traumática porque, como os describía tan literalmente al principio, es satisfacción parcial en la que intervienen trozos de cuerpo recortados, muy alejada del anhelo, de la reminiscencia, del sueño del objeto total y armonioso.
Encuentro entonces para el niño con la falta, condición del desear, motor del aparato psíquico freudiano. La reproducción sexuada enfrenta al humano a la fragilidad (malos tiempos para hablar de esto cuando la psicología y la psiquiatría están al servicio de mejorar la autoestima, reforzar conductas, evitar el sufrimiento, proporcionar las sustancias necesarias para que no aparezca ninguna pregunta…). En el universo humano hay hombres y mujeres y esto ultimo lleva un tiempo comprenderlo porque tanto para niños como para niñas la mujer no tiene existencia fáctica ya que la madre, entendida como Otro de completud por antonomasia, esta cubriendo todo su universo. Esa felicidad que se presupone a la infancia debe ser eso, ese manto de protección que imprime la creencia en la madre y que como todos sabemos no es exclusivo de la infancia sino de la neurosis.
Si algo quiere decir que la sexualidad comienza en la infancia es precisamente que el niño se enfrenta a la satisfacción en su cuerpo y esto tiene consecuencias en el orden que reinaba en su universo. La satisfacción en el humano no cabe duda que se presenta problemática.
Articular la exigencia imperiosa de la satisfacción con los limites que imprime el lenguaje es lo que constituye al sujeto como tal. Lacan nos enseñó a pensar al sujeto del inconsciente como respuesta de ese encuentro.
En 1937, treinta años mas tarde de escribir el articulo que les comentaba dedicado al esclarecimiento sexual de los niños y al final de sus días Freud escribe(4) que lejos de estar en contra de este esclarecimiento, pues no le considera dañino ni superfluo, sabe ahora que no mueve para nada la fijación libidinal, la constitución sexual del niño. Saber inconsciente entonces que necesita desplegarse(es lo que se hace en una cura analítica) para movilizar las fijaciones antiguas y en el mejor de los casos abrirse a lo nuevo que puede estar por llegar.