Publicado el 06/07/2016

La Caza. De mentiras y verdades

No solo La Caza, estupenda película, hace referencia al arte de la cinegética procedente de nuestros ancestros primitivos que pasaron a hacer de ella su subsistencia apuntando así de paso a la pretendida superioridad del hombre respecto al animal sino que también, en mi opinión, esta película caza al espectador, aún sin saberlo, en las regiones más atávicas de su ser.

La caza es asunto de hombres, como el beber y el darse un baño en aguas heladas. Dejar de ser un niño es recibir un rifle del padrino y, así, entrar en la comunidad masculina para ir de caza. Pero también se puede elegir a uno de los nuestros, por lo general, al más débil, o al diferente, y darle caza.

Vinterberg no ha hecho una película maniquea de buenos y malos sino que ha construido una maquinaria que, una vez puesta en marcha, en nombre de las buenas intenciones y la cobardía, muestra a las claras su funcionamiento: como el humano elige poner fuera lo que habita en lo más íntimo de su ser, el mal, encarnado aquí para esta comunidad por la propia  pulsión sexual infantil reprimida que se torna amenazante bajo la forma del temor al abuso sexual infantil tan imperante en la sociedad de hoy en día.

Seguimos eligiendo ofrecer sacrificios humanos a los dioses oscuros, como antaño, antes que hacernos cargo de nuestro propio deseo. Lucas va a ser la víctima elegida en esta plácida comunidad que Vinterberg nos presenta. Podría ser cualquier lugar de lo que llamamos el mundo civilizado. Y no es vano recordar que en el corazón de la cultura la barbarie anida, como escribió Walter Benjamin.

Vinterberg desplegará en su película dos lógicas: la subjetiva y la colectiva, regidas por el mismo funcionamiento. Clara, por un lado, y el resto de la comunidad, por otro, funcionan con lógicas idénticas: los lazos de amor serán sustituido por los del odio y, por medio de él, se coloca fuera, en un semejante, lo rechazado por el sujeto, aquello de lo que nada queremos saber. Es una cierta solución como bien escribe Cavafis

…Y han venido unos de la frontera

Y han dicho que ya no hay bárbaros.

“Y ahora ¿qué nos va a suceder sin bárbaros?

Estos hombres eran una cierta solución”.

Claves son las palabras de Tomas, el mejor amigo de Lucas, al final de la película: Hay mucha maldad en el mundo pero unidos la haremos frente. Efectivamente la unión sin fisuras  puede hacer frente a la maldad que habita en cada uno de nosotros, a condición de que un chivo expiatorio cargue con ella. Así, de esta manera, toda la comunidad podrá sentirse a salvo en sus casas celebrando en amor y compañía las fiestas navideñas siempre que, al menos uno, quede excluido. Nuestra sociedad camina a pasos agigantados de espaldas  a nuestros deseos, conectados al saber inconsciente, particular a cada sujeto humano. En su lugar, un saber Uno, uniforme para todos, toma el mando en manos de los llamados expertos. En nombre de “la ciencia”, del saber científico que aliado con el discurso capitalista,  vela así  el saber singular inconsciente de cada cual. Por ello nadie va a poder interrogar las palabras de Clara.

Acerquemos la lupa a Clara y Lucas los protagonistas principales de este drama: Lucas es profesor del parvulario dado que el colegio donde enseñaba a chicos mayores ha cerrado. Acaba de separarse y reivindica, a duras a penas, a su ex mujer que el hijo de ambos quiere vivir con él. Es un buen tío, solidario, se tira al agua helada para ayudar al compañero que le ha dado un calambre. No está en horas altas. Su “ex” le dice que da pena a su hijo y por boca de Clara nos enteramos que su papá, el mejor amigo de Lucas, dice de él que está triste porque vive solo en una casa muy grande. La niña ha pillado la falta de Lucas.

Clara hace aparición en la película en una escena en la que está perdida porque no puede mirar abajo y arriba al mismo tiempo y Lucas la encuentra. En el paseo de camino a  la casa de Clara nos enteramos que ella (como todos los niños y niñas de esas edades) repite lo que oyen de sus mayores:. Tienes que animarte, le dice a Lucas. Mantén la cabeza alta y los pies en el suelo y si sigues enfurruñado te daré una patada en el culete. ¿Te lo ha enseñado tu papá? Le pregunta Lucas: sí, contesta Clara, una patada en el culete, repite con satisfacción.

Lucas le dice que entre los dos salvarán la situación, pueden ir juntos al colegio. Él se ocupará de arriba, del camino, y ella de abajo, de las rayas del suelo que no puede pisar. Pequeño síntoma que nos habla de que la angustia ha hecho ya aparición en la niña. Un pequeño amor ha surgido en Clara.

Pero Vinteberg hace presente desde el principio de la película de manera muy delicada y sugerente otra vertiente diferente al amor que, aunque velado por él, es de otro registro. Los cuidados corporales que al niño se le dispensan erotizan su cuerpo. No es casual la escena en la que Lucas acompaña al niño al servicio y como se niega ante la exigencia del niño que le limpie. Lucas es un profesor querido por los niños de su parvulario al que buscan para pelearse con él poniendo en juego el cuerpo a cuerpo.

La sexualidad infantil descubierta por Freud como ley universal en los albores del siglo XX y sospechosamente bien aceptada (ponemos entonces la aceptación entre comillas)   son esas pulsiones que empujan a todo niño a satisfacerse en su propio cuerpo de maneras diversas hasta que se topa con algo que le sorprende y le angustia, la propia sexualidad de sus mayores que no puede representarse. La relación genital inexplicable va a ser interpretada desde su propia sexualidad pulsional en la que precisamente el coito está excluido.

Volvamos a Clara: ahora está ensimismada, da a entender por sus gestos  que fantasea y juega gesticulando con los dedos y, en ese estado de ensimismamiento, aparecen unas voces de muchachos que se acercan  con una Tablet en la que se ven imágenes pornográficas de mujeres chabacanas realizando una felatio. Se escuchan las voces que acercan a Clara estas palabras: cipote feo, cipote grande, cipote dormido y arrugado….Uno de ellos saluda a Clara mostrándole la Tablet y dándole a ver la escena: Mira Clara   apunta directo al cielo.

Clara capta algo de la excitación de los chicos y la escena la violenta pues la sobrepasa. Algo le viene de fuera que le es difícil de asimilar.

La niña vuelve a quedar sola y sola se encuentra cuando Lucas la encuentra a la puerta de su casa mientras sus padres discuten. Ahí ha quedado esa escena que muestra cómo, siempre, algo en la conformación de la sexualidad  hace intrusión en el cuerpo del niño. Podemos llamarlo trauma. El psicoanálisis conecta este trauma con el icc y por ello tiene para nosotros otro estatuto que el de la realidad y también otra lógica diferente que la de la exactitud de lo ocurrido. Quedará un recuerdo borroso, con lagunas, dado que proviene de retazos de una escena vista o de unas palabras escuchadas y será archivado en el icc para ir fabricando una ficción que explique lo inexplicable y que intente articular lo que por estructura está separado, el amor, el deseo y el goce sexual. (En la película clásica de Wiliam Vylder La calumnia está también presente este aspecto. La niña protagonista fabrica un relato que cuenta a la abuela con retazos que ha cogido de aquí y de allá captando como ellos vehiculizan un deseo).

Sigamos. Vemos a Clara en la escuela envolviendo un corazón. De alguna manera indica como el amor tiene también como función velar la escena tan cruda que le ha sorprendido. Y de nuevo, ahora en la escuela, mira una escena en la que unos chicos, ahora de su edad, también presos de excitación con el juego de matar a Lucas se revuelcan por el suelo peleándose.  Lucas se hace el muerto: vamos a hacerle cosquillas para que resucite, dicen los chicos y Clara se incluye en la escena, se lanza sobre él y le da un beso en la boca.

Lucas llama a la niña

Me he encontrado un regalito en el bolsillo de mi chaqueta. Deberías dárselo a uno de tus compañeros.

Clara tuerce la nariz y dice:

Pero no es mío

Aquí pone de Clara, dice Lucas

Alguien te ha gastado una bromaNo es mío.

Creo que debes dárselo a tu mamá o al niño que lo ha hecho y no debes besar a nadie en los labios solo a mamá y a papá.

No es mío, insiste Clara, estás mintiendo.

¿Cómo leer este dialogo que es clave para entender las palabras que más tarde Clara va a decir a la directora de la guardería?

Así lo hago:

Clara va a expulsar fuera su afecto amoroso y las representaciones que se habían enlazado a él. Al sentirse rechazada por Lucas que no acepta su corazón niega que le haya hecho un regalo. Y al negarlo lo afirma pues hay cosas que solo pueden decirse de esta manera. Clara le llama mentiroso a Lucas y con esa mentira desvela su propia verdad: le amaba pero ahora le odia como luego dirá a Gretel.

La cuestión de la mentira y la verdad está en jaque desde hace cientos de años como muestra la paradoja del mentiroso que enuncia Epiménides en el siglo VI antes de Cristo. Al decir “yo miento” siempre se dice verdad. Si he mentido y digo  “miento” estoy diciendo la verdad. Y si no he mentido, estoy mintiendo al decir “yo miento” por lo que digo también verdad.

Clara se retira abatida. Su mamá no vuelve y la directora la encuentra de nuevo sola en la oscuridad.

Gretel, la directora de la guardería le pregunta qué le pasa y Clara le dice su  verdad: odio a Lucas. Ya no somos amigos. Es tonto feo y tiene pito. Cuando Gretel le dice que su papá y su hermano también tienen pito Clara repetirá la frase que escuchó a los chicos mayores: pero el suyo apunta derecho al cielo como un cipote.

Y Clara dice: me ha dado esto (el corazón) pero no lo quiero.

Está lo que se dice y está lo que se escucha y Gretel escucha que Clara ha visto el miembro viril de Lucas en erección. Gretel compone una escena propia, sin saberlo, diferente a la escena a la que Clara alude. Por ello son tan delicadas estas cuestiones. Vinterberg realiza la película a partir de una serie de informes que le da a leer un psicólogo sobre casos de acusaciones falsas de abusos sexuales a niños. Establecer el delito de abuso en base a los testimonios de las supuestas víctimas es muy delicado pues la memoria puede engañar, los archivos que tenemos sobre estas cuestiones pueden mentir sobre la realidad de los hechos aunque remitan siempre a una verdad inconsciente. Señalamos de pasado una cuestión espinosa relativa a como  en estos tiempos que vivimos vemos cada vez más este pánico, que Vintenberg refleja magistralmente en su película, al abuso infantil que en cierta manera ha venido a sustituir al pánico a la masturbación infantil que en otros tiempos imperó también como bien estudió en su día Foucault.

A pesar de que Gretel sabe que tiene mucha imaginación como luego dirá al experto escolar que viene a aconsejarla no puede interrogar lo que Clara dice. Cegada por proteger a sus niños (de ese pánico que acabamos de señalar), de los que dice estar segura que no mienten, no calcula las consecuencias que entrañará para Lucas que ella ni tampoco el experto sepan que verdad y saber pueden excluirse. Podríamos preguntarnos de dónde le viene a Gretel esa extrema seguridad de que las cosas sucedieron de la forma que ella piensa.

La niña sabe y no sabe. Lo que dice es verdad y es mentira. Verdad porque lo ha experimentado, mentira porque no proviene de Lucas sino que va hacía él. Clara coloca ahí esa escena pues la enlaza al amor que le tiene. Por eso se va a contradecir cuando el experto le interrogue forzándole a decir lo que él quiere escuchar y, finalmente, Clara nombrará muy justamente como tontería lo que dijo a Gretel. Pero eso ya nadie va a poder escucharlo pues efectivamente esa tontería conecta con un agujero negro imposible de nombrar. En ese lugar cada cual colocará su tontería, bonita manera que tiene la niña de nombrar  una ficción que apuntará a intentar articular amor, deseo y goce sexual.

Puesto el asunto en manos de la ley por consejo del experto solamente la policía interroga a los niños en búsqueda de la verdad. Y ahí, en su relato, más fantasioso que mentiroso, surge la contradicción, lo que no encaja. La casa de Lucas no tiene sótano.  Pero aún proclamado inocente por la justicia, inclusive, vuelto a aceptar en la comunidad cuando fuerza un cambio de posición por parte de su mejor amigo, alguien siempre podrá volver a dispararle.