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Habitar un cuerpo
Son algunas reflexiones resultado de más de un año del grupo de estudio e investigación: Género, identidad y sexuación (2021-2022)
Mientras la mayoría de los organismos vivientes están sumergidos en lo real, otros en lo real y lo imaginario, no pasa lo mismo con el humano.
El encuentro del organismo humano con el lenguaje hace que el ser viviente se desnaturalice y lo que podría leerse a priori como del mundo natural queda supeditado al orden simbólico.
El cuerpo (pulsional) ya no es un cuerpo animal, como señala Soler, sino que el hablante es un mutante en la escala animal1
A partir de aquí, el hábitat «natural» del ser humano pasa a ser el Lenguaje. Lenguaje, que funciona como un operador, des-adapta el organismo humano a su mundo.
Esto hace que, por estructura (para diferenciarlo de lo histórico), el ser-hablante tenga con la sexualidad una relación de falla que es para-todos.
La construcción y la posesión de un cuerpo no se da desde el inicio, ni es algo trivial, sino que da rodeos, entre ellos la captura imaginaria del estadio del espejo además de los rodeos propios del orden significante.
Dado que la sexualidad es inseparable de la existencia del inconsciente, por extensión, la construcción de una identidad sexuada también pasará por múltiples rodeos y será siempre fallida, en otra palabras: el sujeto dará respuestas sintomáticas.
En los diferentes momentos históricos se producen intentos de dar solución, respuestas colectivas e individuales a este fenómeno de falta, y estas soluciones no son independientes del discurso dominante (para psicoanálisis, discurso es el lenguaje y su incidencia en el organismo)
Como dice Rithée Cevasco en su libro «Las discordancias de los sexos» estamos asistiendo a una verdadera mutación2 en lo que concierne a las regulaciones sociales de la sexualidad.
Entre los siglos XVII al XIX existía lo que Lacqueur en su libro «la construcción del sexo» llamó abrochamientos, abrochamiento entre las categorías de sexo y género, (macho/masculino y hembra/femenino) el sexuado hombre abrochaba a lo que los comportamientos/conductas de la época eran considerados masculinos y el sexuado mujer se abrochaba a lo llamado femenino.
En relación a la categoría sexo, hay que decir que en psicoanálisis, el sexo anatómico pertenece a un «real mítico»3 que sólo cobra valor a partir del un segundo tiempo que es el del discurso sexual.
Dado que la teoría del género o simplemente el género (que en psicoanálisis se correspondería grosso modo con la teoría de la identificaciones) es ya una respuesta / tratamiento a la estructura de falla. Como toda respuesta de lo social nunca puede ser igual para-todos ya que cada sujeto dará a su vez una respuesta particular y singular.
Por otra parte, este abrochamiento no se verifica en todas las épocas históricas. No obstante es el que ha heredado el siglo XX.
A mediados del siglo XX es el momento cuando se produce un desabrochamiento, a partir de lo que Cevasco llama «la lección del transexual» porque el transexual con su decir: «soy una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre», es quien guía hacia un cuestionamiento del anterior abrochamiento.
En los años 60, de la mano del psiquiatra Robert Stoller, es cuando se cristaliza la teoría de los géneros. Para él la identidad sexual de base es una protofeminidad, que a rasgos generales correspondería a una identidad por contagio con la madre. Actualmente predominan otros tipos de elaboraciones como las hechas por Judith Butler4 para quién el género es concebido como una serie de actos e interpretaciones performativas, y por otra parte, en sus inicios reivindicaba que el género puedría modificarse a voluntad, aunque ella misma reconozca los límites de esa plasticidad y que luego relativice dicha hipótesis.
A partir del fenómeno de «la lección del transexual» tendría lugar un viraje paulatino que permitiría la posibilidad que para algunos sujetos (con un malestar acusado en relación a su sexo anatómico) se realizara una adecuación modificando la biología.
Se inicia el fenómeno que intenta adaptar el sexo biológico al género sentido. Que en la práctica se traduce con el comienzo de los tratamientos hormonales y quirúrgicos (mediados del siglo XX de la mano de John Money) y favorecida por los mass media y los lobby , representado por médicos psiquiatras, cirujanos, psicólogos.
En ese inicial momento de la mano del discurso universitario cuando, primero, con las teorías feministas, luego los estudios gays y lesbianos, hasta los estudios queer, que fue dando luz y palabra a sujetos con el sentimiento de pertenecer al «otro sexo», con toda una nomenclatura y una terminología asociada que pudiera dar cuenta de tal fenómeno.
En definitiva, la oferta de los tratamientos hormonales y quirúrgicos, iba y va en el sentido de producir entonces una «adecuación» del sexo asignado al género sentido (de la anatomía al género).
En psicoanálisis, sabemos con Lacan que el sujeto es un sujeto dividido, sujeto al cual se le adjudicará un polo de atributos, ninguno de los cuales alcanzará para dar cuenta de una identidad de base. Y menos en lo que concierne a una identidad sexual. La clínica de la neurosis nos enfrenta más a una ambigüedad sexual (G. Morel) que a la certeza de pertenecer a un sexo.
En el Seminario 20 (Aún) Lacan nos recuerda, «los caracteres sexuales, que son llamados, secundarios, no son puros»5, lo cual traducido indicaría que no todos los hombres biológicos lucen una espalda ancha ni todas las mujeres muestran los hombros estrechos, ni grandes caderas, lo que se lee como característica secundaria es también un atributo que tiene algún componente discursivo de la época.
A finales del siglo pasado se van produciendo, a su vez, cambios en la nomenclatura, que nombran el fenómeno, y sintagmas que son difíciles de seguir: cambio de sexo, reasignación de sexo, reafirmación de género, confirmación de género…cada vez con mas disquisiciones. El cine es un ejemplo de esto: el film de Vicente Aranda, «Cambio de sexo» (1977) en el cual aparecía un batiburrillo relacionado con el tema de la sexualidad, muestra una gran neblina de conceptos hasta la especificidad del film «Girl» Lukas Dhont (2018), en el que los elementos están claramente diferenciados.
Uno de los vocablos de nuestra época, que va asociado al malestar y de los que más impacto tiene en la actualidad es el de «disforia», forma abreviada de referirse a la «disforia de género». Es el malestar y el sufrimiento (¿por qué no llamarlo angustia?) por presentar determinadas características sexuales (tanto primarias como secundarias) las cuales no son atribuidas por el sujeto como pertenecientes al sexo sentido.
Con la proliferación de significantes aparece otro que está relacionado con lo que aparentemente sería una urgencia en el tratamiento, me refiero al término «disforia de género de inicio rápido» ¿qué tipo de fenómeno es éste? ¿a qué responde? Es un malestar que solicitaría una intervención rápida y que llamaría a un tratamiento en el cuerpo biológico, tanto hormonal (bloqueo si en en la pubertad) como quirúrgico, sin ofrecer un tiempo para la palabra, para una construcción simbólica o elaboración subjetiva.
En el siglo XXI, siguiendo la lógica de los abrochamientos, este estaría en extinción. En algunos sujetos el género pasa por el fenómeno llamado no binarismo, fluidez, género fluido, refiriéndose a personas que transicionan entre los géneros, de forma permanente o esporádica, total o parcialmente. Este elemento podría ser otro viraje que suma en la serie de fenómenos que son intentos de respuestas al mismo núcleo central que en el humano es de falla. Son soluciones históricas al mismo fenómeno estructural de falta y que responden a los significantes amo de cada época.
El sujeto se agarra a los significantes tales como hombre, mujer, trans, gay, queer, género-fluido en el intento de calmar el malestar, que ante todo es pura falta.
Son significantes a los cuales el sujeto se identifica nos indica Lacan en el Seminario 9, la identificación es al significante, dando el ejemplo del Expreso de las 22:156, que es el registro de lo simbólico.
En el seminario 20, Lacan lo retoma: hombre, mujer, niño… no son más que significantes, y si son significantes sólo adquieren valor en relación a otros significantes en la cadena discursiva.
En el proceso de transición o decambio de género puede haber cambios de opinión, y se ha ido creando también nombres/significantes para las personas que antes de iniciar el tratamiento se arrepienten: son los desistidores y los que se arrepienten luego de iniciar el proceso son los detrasicionadores.
La compleja cuestión trans no agota el asunto sino que asistimos también a una multiplicidad y multiplicación de identidades que son nombradas para señalar la identidad sexual.
Estas respuestas tienen toda su importancia porque concierne a la organización de la sexualidad en la historia.
Pero, ni el registro de lo imaginario, ni el de lo simbólico acaban por dar cuenta de lo sexual, queda por tanto el proceso de la sexuación. Sexuación es en psicoanálidis opción de identificación sexuada; opción, por que hace referencia a una elección del sujeto; identificación, se refiere a la intervención del lenguaje; e identificación sexuada, indica que no se trata de la segunda identificación freudiana la cual apunta al rasgo unario, sino con algo de otro orden, relacionado con las formas particulares y singulares de goce.
El psicoanálisis nos transmite que no hay armonía ni el ámbito de lo social, ni armonía con uno mismo, ni tampoco hay armonía con el «otro sexo» (que siempre es otro sexo), lo que aprendemos con enseñanza de Freud y de Lacan es que se puede construir desde la particularidad y la singularidad algo para poder hacer con eso que-no-va.
A modo de corolario, en el seminario 21 (los incautos no yerran) en 1974 nos recuerda «No hay nada más vago que la pertenencia a uno de estos dos lados (…) es una suposición, la de que hay un sujeto masculino y un sujeto femenino. Es una suposición que la experiencia hace insostenible»
La inserción del organismo viviente en la estructura del lenguaje deja abierto, por tanto, el interrogante sobre la manera en que cada uno se las arregla en el plano del amor, del deseo y del goce.
Bibliografía
- Butler, J. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Traducción de María Antonia Muñoz. Ediciones Paidós. Barcelona, 2007
- Cevasco, R. La discordancia de los sexos. Perspectivas psicoanalíticas para un debate actual. S&P Ediciones. Barcelona, 2010.
- Lacqueur, T. La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud. Traducción Eugenio Portela. Ediciones Cátedra. Madrid, 1994.
- Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 9. La identificación. Versión crítica a cargo de Ricardo Rodríguez Ponte.
- Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aun. Traducción de Diana Rabinovich, Delmont-Mauri y Julieta Sucre. Ediciones Paidós. Buenos Aires, 2006
- Lacan, J. Seminario 21. Los incautos no yerran. Los nombres del padre. Documento de uso interno elaborado por Jakinmina.
- Morel, G. Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis. Traducción de Horacio Pons. Ediciones Manantial. Buenos Aires, 2002.
- Soler C. Finales de análisis. Traducido por Graciela Brodsky y Adriana Torres. Ediciones Manantial. Buenos Aires, 2007.
- Soler, C. El encuerpo del sujeto. Curso dictado en el colegio clínico de Paris. Curso 2001-2002. FCCL. Bogotá, 2013.
- Soler, C. El otro narciso. Curso 2016-2017. Curso dictado en el colegio clínico de Paris. Traducción Manel Rebollo. Editado por lo Pliegues de la Biblioteca de la FFCL F9. 2018.
Notas
1 Soler, C. El encuerpo del sujeto. Página 9.
2 Cevasco, Rithée. La discordancia de los sexos.
3 Morel, Geneviève. Ambigüedades sexuales.
4 Butler, J. El género en disputa.
5 Lacan, J. El seminario. Libro 20, Aún. Ediciones Paidos.
6 Lacan, J. El seminario. Libro 9.