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Familia e Inconsciente
En el principio del psicoanálisis familia e inconsciente se revelaron íntimamente ligados. En cuanto Freud se entregó al desciframiento del inconsciente, los neuróticos le descubrieron que en su inconsciente “llevaban a sus familias”, y que el saber del inconsciente sacaba a la luz “secretas historias de familia”, discordantes con los ideales sociales que esas familias representaban.
El drama de la neurosis, cuyos síntomas Freud descubría cifrados en el inconsciente, aparecía como un drama familiar al que esos síntomas estaban prendidos. Recordemos, por ejemplo, qué familia llevaban en su inconsciente Dora y el Hombre de las Ratas: las quejas de Dora hacia su padre, los temores en las ideas del Hombre de las Ratas, de la muerte de su padre, traerán en el saber del inconsciente, lo primero, que en sus familias, matrimonio y deseo se disociaban. El padre de Dora desea a la Sra. K, y el esposo de esta señora desea a Dora, que es la hija de un buen amigo ; el padre del Hombre de las Ratas se casó por dinero, abandonando a la mujer pobre y deseada, además de haber hecho trampas con el dinero del regimiento. Pues bien, esas historias familiares, son las que Freud descubre en las determinaciones de los síntomas históricos de Dora y de las ideas y dudas obsesivas del Hombre de las Ratas.
A lo largo de un siglo de historia del psicoanálisis y de su clínica, se muestra incesantemente el lazo entre síntoma, inconsciente e historia familiar. En cuanto el neurótico se quejaba de sus síntomas, pasaba a quejarse de sus padres y a desvelar lo que no funcionaba en la pareja de los padres. De hecho, aún hoy, cuando un sujeto presenta al analista su malestar, sus síntomas, pero no los relaciona con su historia familiar, cuando dice que se entiende bien con sus padres y no le afecta lo que ocurre entre ellos, el analista tiende a pensar que hay poca oportunidad para un análisis, sea porque el goce sufriente del síntoma no se conectaría al saber del inconsciente, sea porque el sujeto enmascara con Ideales la falta en el Otro parental.
La idea de los analistas, no inmotivada, pero sólo en parte, es que esos sujetos “no quieren saber nada de su inconsciente” y que el índice de ello estaría en que no ven la relación entre sus síntomas y lo que falla en la estructura familiar, por la pareja de los padres.
Sin embargo, en la clínica actual del sujeto contemporáneo, cada vez es menos frecuente que los neuróticos que se quejan de un goce sufriente se quejen automáticamente de sus padres. Y no por ello sus síntomas dejan de estar ligados a un inconsciente. Recuerdo a una niñita de ocho años que me decía: “la psicóloga de antes, venga a preguntarme por mis padres, como si ellos tuvieran que ver con mis miedos, mis pesadillas y dolores de tripa, por las que falto al colegio. Pues no – me dice – yo estoy mal desde que ví en la TV el caso Dutroux1. “Dutroux” en su lengua, el francés, suena exactamente igual que “du trou”, que significa “del agujero”. Esta niña pasó luego en su análisis a hablar de sus padres, pero no de un fallo en el vínculo de amor entre su papá y su mamá sino del agujero negro que encarna la tristeza de su madre por estar alejada de su propia madre, residente lejos de España.
Lo cierto, es que sea bajo el modo del neurótico clásico, o bajo el modo del contemporáneo, los analistas oímos hablar todo el tiempo a nuestros analizantes de sus padres y parentela próxima. Vuelven y vuelven sobre ellos en la elaboración de su inconsciente.
En 1975, en la Universidad de Yale, Lacan decía a los americanos: “El analizante habla de un modo cada vez más centrado, centrado en algo que desde siempre se opone a la polis, a saber, sobre su familia particular. La inercia que hace que un sujeto no hable sino de papá y mamá, es un curioso asunto”.2
Este “curioso asunto” chocó a Rodney Needham, antropólogo que cuestionó la concepción de parentesco de Lévi-Strauss y alumnos. En su libro “El parentesco en cuestión”3, Needham plantea que no hay universal que defina ni el parentesco, ni las alianzas matrimoniales, ni el incesto. No tengo tiempo de citar aquí las tesis bien interesantes de Needham; diré, en resumen, que él defiende que lo único común en la diversidad de casos particulares de filiación y alianza es que la humanidad, para ordenar las variedades de familias, dispone del recurso de explotar las posibilidades de la lógica significante.
Para Needham, el parentesco no existe, es sólo una hipótesis, deducida de lo que existe, que es la transmisión de derechos de una generación a otra. Parentesco y universal de la familia, según Needham, resultan, dicho en términos de Lacan, del principio que se inscribe de lo Simbólico. Y Needham plantea que no hay unidad alguna que formalizaría las diversas articulaciones de saber, que son múltiples.
A Lacan le interesó la posición de Needham4 precisamente por lo que en lógica sorprende a Needham: que los analizantes no cesan de hablar de su parentela próxima, por mucho relativismo cultural de las formas de alianza y parentesco que recogen las encuestas etnográficas. Entonces, hay una constante en la experiencia del inconsciente de los analizantes. La única familia demostrable en su existencia, es una familia particular: un lugar de inscripción de los orígenes de su vida en una historia, y de su existencia subjetiva prendida a un Otro parlante que le antecede
Un primer punto que quiero subrayar es que no hay homología entre inconsciente y parentesco; no hay homología entre la familia en la que un sujeto se inventa un destino con el saber de su inconsciente, y la familia definida en el orden social variable en la historia y en las culturas.
La única familia que cuenta para un sujeto, es aquella en la que él como sujeto ha contado, en la que “se cuenta” en el doble sentido en español de incluirse en un cómputo y de narrarse. Del Otro familiar en el que un sujeto se cuenta, o interroga cómo se cuenta, se lamentará de “no contar para ese Otro”, de ser tenido “en menos” – con lo cual se cuenta cómo faltante en los significantes del Otro, propiamente, como sujeto “no identificado”. O se abatirá de “contar tanto” en los dichos del Otro familiar que siempre se verá anulado en ellos y en la demanda del Otro. O se sentirá ignorado por el decir del Otro, reducido a objeto de indiferencia, rechazo o apropiación.
La familia que en lo social configura la filiación y la inscripción social de un sujeto en la cadena de las generaciones, puede ser o no conforme a las normas que identifican en lo social el ser “normal” del niño en una colectividad dada. Pero los desgarros subjetivos que alojan a cada cual en su inconsciente, son ajenos a esas formas sociales de la familia, ya lo hemos visto con Dora, y el H. De las Ratas. Así, la “anomalía” de la estructura familiar que se inscribe en el inconsciente, se da tanto en las familias que responden a los ideales sociales, como en las que se consideran “atípicas” o “marginales”. Aquí cobra todo su interés el problema que plantean las tesis del Lacan de 1938 en “Los Complejos familiares”, tesis que hacen depender “la gran neurosis contemporánea” de la condición de la familia y del declive de la “imago social” del padre.5
Esa coalescencia vista por Lacan en el 38 entre “la imago social” del padre y la función del Padre en el complejo de Édipo freudiano, le hicieron decir entonces que el Édipo es sólo relativo a la “familia paternalista” y que la teoría de la familia de Freud se sostiene sólo en la figura del Padre como ley interdictora del incesto, para situar una genealogía del deseo en el complejo de castración. Será sólo muchos años después, en 1970, en el seminario “El reverso del psicoanálisis”, cuando Lacan llegará a resolver ese atolladero, y vuelve a ocuparse del Édipo, para extraer del mito su estructura.6 Dirá que el complejo de Edipo “es estrictamente inutilizable en la interpretación psicoanalítica, salvo ese grosero recordatorio del valor de obstáculo de la madre para lo de investimiento de un objeto como causa del deseo.”7
Lacan precisará luego en el capítulo siguiente que no es que el Edipo no sirva para nada, sino que del Edipo lo que interesa extraer es la función del falo, ese “palo en potencia” que impide que “las fauces de cocodrilo del deseo de la madre se cierren peligrosamente sobre el niño.8 A eso reduce Lacan lo que él había elaborado del Edipo como “metáfora paterna”. No es el “palo” de la autoridad que manda y prohíbe, es la simbolización del sexo en un significante fuera del cuerpo del niño. La función del padre, que el ya Lacan psicoanalista de los años 50-60 había extraído del Edipo deshacía la confusión entre la función social del padre y la función de transmisión del falo, de padre a hijo, que resguarda al sujeto de la obscura incógnita del deseo materno.
En la familia moderna, reducida a la familia conyugal, de inicio del siglo XX, el padre de familia no era ya un Amo, como el padre de familia de la polis griega, sino un trabajador al servicio de la familia, fuere burgués o proletario. Y en el saber inconsciente de los neuróticos, la función del padre se reduce a lo que Lacan definió en La cuestión preliminar…9: es “el significante que sitúa el lugar de la ley en el Otro del significante ”. Es una ley que barra, cubre, el enigma del deseo de la madre, para hacer venir en el lugar de la falta del Otro, la significación del falo. Entonces, el Nombre del Padre (NP) como significante es la ley de la castración significada en lo Imaginario del sujeto.
Ahora bien, ese NP, significante de la ley en el Otro, es correlativo del despliegue del inconsciente del neurótico como “discurso del Otro”, discurso del inconsciente como cadena significante articulada: S1→S2. Es lo Simbólico del lenguaje en sus efectos de inconsciente que hacen del viviente de la especie humana un sujeto del significante. Es un inconsciente – saber que no es ahistórico – testigo de él la histérica- un inconsciente tramado con las huellas de los dichos del Otro familiar, por ende en un estado dado del discurso, no ajeno a una situación social, y que ha afectado al niño de diversas maneras.
Pero el inconsciente no es solamente saber, con efecto de significación, es verdad que habla – eminente portadora de ello también la histérica – verdad que habla en las fallas y las discordancias del saber. Habla como la esfinge, en un medio–decir enigmático. El inconsciente-verdad se hace valer en los síntomas, esos síntomas que impiden al sujeto ser un Amo, hacerse idéntico a un significante. Y si la familia que porta el neurótico en su inconsciente es una “familia fallida” ¿no nos indica eso que el inconsciente introduce la discordia en la familia?. Lacan dirá en Televisión “incluso si los recuerdos de la represión familiar no fueran verdaderos, habría que inventarlos y no se deja de hacerlo”. El mito es eso, el intento de dar forma épica a lo que se opera de la estructura. El impasse sexual segrega las ficciones que racionalizan lo imposible del que proviene. No digo que esas ficciones son imaginadas, leo en ellas, con Freud, la invitación a lo real que responde de ello. El orden familiar no hace sino traducir que el padre no es el genitor y que la madre permanece contaminando a la mujer para el pequeño de hombre”.10
Así, la familia que lleva el neurótico en su inconsciente es una “familia –ficción”, mito individual que se inventa entre lo Simbólico y lo Imaginario, como trama de un fantasma, pero para dar soporte y pantalla a ese real indecible, que hace agujero en el saber, que es la “maldición sobre el sexo” inherente a la sexualidad humana. Pero el síntoma, en cuanto resiste a su desciframiento en el saber del inconsciente, es el que traza la vía del lazo del síntoma con el inconsciente como realidad sexual y no como discurso de Otro. Es el concepto de inconsciente que Lacan elabora en el Seminario XI, en 1964.
Lo indecible que insiste en el inconsciente, hable o no el neurótico de sus padres, es su realidad sexual, libidinal, que hace del deseo el “residuo último del efecto del significante en un sujeto”.11 El deseo es ciertamente presencia de algo vivo en el humano, inasible en el significante, y que en lo Imaginario no expresa ninguna significación.
El deseo, inherente a la realidad sexual del inconsciente es “la vida secreta de las palabras”- tomo esta expresión de la película de Isabel Coixet- vida secreta de las palabras hecha de íntimos silencios y susurros, entre y fuera del blablá mundano que nos ensordece. Desde el Seminario XI, Lacan sitúa el inconsciente como una hiancia, entre Real y Simbólico : entre lo que del vivo es inapresable por la palabra y lo que del sujeto se funde en el Otro del Significante.
La vida secreta de las palabras tiene así su raíz en el latir de la pulsión que agujerea el cuerpo. Es, por ejemplo, lo que la bulimia de histeria hace subir sobre la escena sin palabras, sólo tragando y vomitando, pero a veces, como acting-out para llamar a las palabras faltantes del Otro, del padre, de la madre, palabras que al fin transmitieran un deseo no reducido a un ansia de objetos.
Pero, ¿ cómo nombrar un deseo que en los significantes, en las palabras, es indecible? ¿Cómo humanizar un deseo en un cuerpo marcado por la experiencia de goce de las pulsiones parciales, que sobrepasan al sujeto?. Esta cuestión es determinante, para que el cuerpo de un niño no se reduzca a lo a-humano de un objeto de goce. Lacan ofrece una respuesta a esta cuestión cuando propone una función del NP ligada al deseo; pues la significación del falo, en la metáfora paterna, transfiere el valor de goce de lo que falta en el deseo materno a ese falo que el niño no es y no tiene. Justamente porque no lo es, el eterno niño que es el neurótico se lo imagina, y no deja de aspirar a serlo para el Otro: el deseo fálico, significado en la madre por el NP, humaniza efectivamente a la madre y libera al niño de ella, para que pueda ir a desear en otra parte. Pero nada más.
Lacan, con la “Nota sobre el niño” (1969) da el paso de no reducir la función del NP a la de derivar el deseo sólo a lo imaginería fálica del fantasma del deseo, a un objeto imaginario en el campo del Otro que condensa lo que el sujeto no es. Dirá en esta Nota que en la familia conyugal “ las funciones del padre y de la madre se juzgan de acuerdo con una lógica”: “la de lo irreductible de una transmisión – que es de un orden bien distinto que el de la vida según las satisfacciones de las necesidades vitales – pero que es de una constitución subjetiva que implica la relación con un deseo que no sea anónimo”.12
Un deseo anónimo ¿qué es?, es un deseo indeterminado, errante en la metonimia de la derivas significantes, un deseo de no se sabe quién, no encarnado en un viviente particular, un deseo del que nada ni nadie responde. Tal es el deseo del que surge, por ejemplo, el esquizofrénico, para el que nada ha venido a nombrar el deseo del que el niño ha surgido. Me gusta el término “maternidad incógnito” de Pierre Bruno para referirse a la indiferencia del deseo materno del esquizofrénico.
Uno de mis pacientes esquizofrénicos se pierde en elucubraciones sin fin que son derivas de su hacer con la lengua, pero además intenta encontrar algún lazo entre lo que llama sus “múltiples Edipos”. No es el hombre del Anti-Edipo sino de los “Mil Edipos”. Cito algunos: “con su madre muerta, que perdió a los 3 años de lo que nada recuerda, con la madre gritona, esposa del padre y hermana de la madre, con la comida, con los personajes de Tolkien, con “la virgen de su imaginación” que le acompaña con sus voces, a la que sólo puede comparar con la virgen patrona del pueblo de su padre, de la que el padre es muy devoto. Pero también ha tenido “edipos” con las chicas de la universidad. Sus “enamoramientos” de esas chicas le enloquecían, dice él, pues no sabía si no le hacían caso porque sólo buscaban ser brillantes en informática. Perdido en la deriva de sus “edipos”, que nombran sus múltiples intentos de cifrar un goce, esos “edipos” no le indican como darse un lugar en el mundo, “tener un empleo” ; no le aclaran si debe hacerse cura o no, si cocinar para la madre o pasear por la calle, mirando lo que hacen los demás. Las palabras, con las que juega al infinito, y a veces muy irónicamente, no tienen secretos para él, pero no encuentra en ellas el secreto de su vida, el secreto de cómo desear algo, de qué ser él en un deseo determinado
Su última ocurrencia es renunciar a descifrar el secreto que encierra “El señor de los anillos”, pues no lo logra y eso lo angustia sobremanera. Piensa que debería escribir una versión suya en la que los buenos y los malos son las dos caras de un mismo personaje. Pero la palabrería que se acelera en la cabeza no la puede plasmar en una hoja en blanco. No puede escribir, sólo hablarme atropelladamente en sesión.
A contrario de lo que padece este joven, de un deseo anónimo, sin destino, ¿qué es un deseo no anónimo? Diría que es un “deseo que lleva firma “, un deseo anclado en la vida del cuerpo y entre lo que significan las palabras de alguien determinado. En la Nota sobre el niño, Lacan quita consistencia a la familia que en el saber inconsciente del neurótico es significación de una historia familiar, para situar que el NP es una función de mediación entre dos vertientes que están separadas por el inconsciente:
-una vertiente es la identificación con el Ideal del yo, en las identificaciones que se determinan en el deseo del Otro en significantes con incidencia en lo imaginario del yo ideal. Lo que el Otro parental espera de sus hijos, en suma.
– la otra vertiente es “la parte que el niño toma en el deseo de la madre”13, es decir, en la que su ser se hace objeto del fantasma, versión de un objeto pulsional ofrecido para saturar la falta materna en el vinculo del niño con la madre.
Esa función de mediación “ de la que normalmente se ocupa el padre”, asegura una constitución subjetiva, si hay un hombre, el NP que “es el vector de una encarnación de la ley en el deseo”, pero en relación a la función de la madre “en la medida que sus cuidados llevan la marca de un interés particularizado, aunque solo fuese por la vía de sus propias faltas.”
Vemos aquí, en esta Nota, que Lacan sitúa que una constitución subjetiva no se sostiene si no ha sido transmitida en un nudo entre pulsión y castración en una mediación que puede darse sin que el padre se ocupe de ello.
¿ Qué transmisión está aquí en juego en lo que Lacan plantea?. Por un lado, de lo no anónimo de un interés de los cuidados maternos, que ha de ser un interés con firma, que lleva una marca, marca que recorta el cuerpo pulsional del niño, marca de lo que ese niño es en particular en el interés de la madre por él. Por otro lado, es transmisión no de una ley en lo simbólico del Otro del significante, sino de una ley que toma “carne” en un deseo. Tomar “carne” es tomar “causa” libidinal y también presencia en el corazón del ser, en ese hueco íntimo que habita a un sujeto.
El NP como “encarnación en el deseo” difiere de una ley prescriptora en el saber, o de una ley proscriptora, interdictora, en un poder. El “cuidado paterno” de “un decir que porte la ley en el deseo” no es la impostura infatuada del padre pedagogo o la de la madre que “pretende saber cómo es y tiene que ser su hijo”; no es la feroz impostura de quien se pretenda legislador. Diré que es “una postura en el decir “, la postura que en el lugar del Otro, sea o no el papá del niño, abre una vía al deseo del niño en el campo de lo Simbólico, una postura que transmite un destino al deseo en una historización de sus objetos, que ancle los objetos del deseo en el campo del Otro y en el vínculo social..
El “cuidado materno” es el que del grito del goce pulsional “hace llamada”, interpretando la demanda del niño. No es el que se desentiende de la vida del niño para sólo dirigirse al niño según una exigencia de que la imagen encaje con el narcisismo materno.
Una analizante histérica, afectada por un trismus y cefaleas, se “cura” de esos síntomas cuando deja de contener su fiereza y violencia hacia aquellos que están en falta respecto a lo que ella espera. “Me pongo como una fiera, gritar, rabiar, todo con tal de no perder, de no pagar por nada, con tal de no pasar por las vías normales”. ¿Las vías normales? interrogo. Y me dice “sí, las de las palabras, pues para hablar a los otros hay que soportar decir que algo nos falta, y que los otros no tienen por qué saber lo que hemos echado en falta de ellos”. De niña, lo único que hacía cuando la madre volvía a casa era vomitar, y de adolescente, robar al padre los emblemas de sus éxitos universitarios, que el padre guardaba en un cajón. De su oficio de médico, descubrirá que bajo su apariencia de altruismo, la anima “ser intrusivamente la ladrona de los secretos de los pacientes”. Añade “soy un toro disfrazado de mosquita muerta”. Descubre que su posición le ha impedido ser madre y aceptar a un hombre en su vida. Solo puede tener un partenaire al que somete al poder de ella, gritándole a todas horas.
Este segundo momento de la enseñanza de Lacan deshace el lazo familia-inconsciente para introducir en una transmisión lo no anónimo de un deseo en un triple lazo : entre el síntoma como verdad, la realidad sexual del inconsciente portada por la pulsión – y el NP como portador de la ley de la castración en un deseo nombrado a través de los objetos que se alojan en el campo del Otro ; objetos cuyo destello aparece entre líneas del decir de una historia.
Encuentro en Lacan que cada teorización del NP es correlativa de una concepción del inconsciente: inconsciente-saber, inconsciente-verdad, inconsciente-realidad sexual.
- El saber de inconsciente es un saber inventado para pervivir. En la Nota italiana, Lacan dice : “El saber por Freud designado del inconsciente es lo que inventa el humus humano para su perennidad de una generación a la otra, y ahora que se lo ha inventariado se sabe que de prueba de una perdida, loca, falta de imaginación;”14
- Inconsciente-verdad; indecible ser de un sujeto en el deseo, fallo de la repetición de lo que se demanda en ella;
- Inconsciente portador de la maldición del sexo, de la irreductible separación entre el deseo y el goce, pero humanizador de un cuerpo vivo, como sujeto que es particular, distinto de otros, sin comunidad que iguale a todos los hablantes. Es el inconsciente que hace irreductiblemente singular la vida de cada uno, lo que hace que nadie pueda vivir la vida de otro, lo que hace la soledad y al mismo tiempo el valor único de lo que tejemos con nuestros deseos en el encuentro con los otros.
Ahora bien, Lacan se radicaliza cuando propone que la “producción de un cuerpo nuevo de hablante es efecto de la transmisión de un malentendido, que el cuerpo no hace su aparición en lo real más que malentendido”15. (Les remito al Seminario “Le Malentendu” de 1980, pronunciado después de la disolución de l’EFP). En contra la idea de Rank del trauma del nacimiento, Lacan precisa: “No digo que el verbo es creador, digo que el verbo es inconsciente, o sea malentendido”. Y continúa : “La proeza del psicoanálisis es explotar el malentendido con, a término, una revelación que es de fantasma”16. Hacerse humano, entonces es “ nacer malentendido”.
“Seamos aquí radicales: vuestro cuerpo es el fruto de una descendencia y una buena parte de vuestra desdicha resulta de que nadaba en el malentendido a tope …nadaba por la simple razón de que “serhablaba” a porfía. Es lo que se os ha transmitido al darnos la vida, como suele decirse. Heredais eso… el malentendido y a que desde antes de ese hermoso legado, formais parte de la farfulla de vuestros ascendentes. No hace falta que farfulléis vosotros mismos, desde antes lo que os sostiene a título de inconsciente, se enraíza ahí.” “ Nacer deseado o no, es lo mismo, puesto que es por el hablante ser”.17
Entonces, ¿qué lazo familia-inconsciente?. Concluyamos : sólo el de la transmisión del malentendido del verbo, que habla en un medio-decir y no sabe lo que dice. El cuerpo nuevo de hablante será portador de la dignidad que humaniza a un cuerpo, en la existencia de lo real del inconsciente que es “el misterio de un cuerpo hablante”.18
El inconsciente – malentendido, es un saber hacer en la lengua, dando existencia a un sujeto que no es espíritu puro, sino diría “impureza” de un goce” que anuda al inconsciente ese cuerpo que habla la lengua.
Es un inconsciente que se aloja en el nudo entre lo Simbólico del parloteo, lo Imaginario del cuerpo y lo Real del goce de la vida.
El inconsciente, es una trama que del azar hace destino, pero en tanto que muerde en el cuerpo, prueba de ello son los síntomas, que son la dimensión real propiamente humana de alguien. Así, el inconsciente es “sin familia” pues no hay tal papá y mamá que producen un cuerpo nuevo de hablante, y el inconsciente ignora los genes que producen biológicamente a un vivo. Pero el inconsciente no es sin “hablante ser” (parlêtre) que está repartido “en dos hablantes, que no hablan la misma lengua, dos que no se oyen hablar; dos que no se entienden, sin más. Dos que se conjuran para la reproducción.. Pero de un malentendido realizado que vuestro cuerpo transportará con la llamada “reproducción”.21
Conjurarse es unirse en un acuerdo para actuar juntos contra algo. Contra algo y no a favor de algo. ¿Contra qué se conjuran dos que hacen nacer a un niño? Diré que contra lo real, ese real en el que el amor se pone a prueba, lo real de la falta de proporción sexual, que hace irreductible la alteridad del sexo. Hacer nacer a un niño, ¿no es exorcizar lo imposible de la relación entre los goces? El discurso común dice que un niño une a una pareja, pero habría que decir que el niño que nace habita el lugar de desunión de la pareja, habita la hiancia irreductible del diálogo imposible entre dos, entre dos sexos.
Pero,¿ y el amor que une a una pareja en su vínculo de conyugalidad, no es entendimiento? No, no lo es ; es sólo la mediación de lo Imaginario que vela dos medio-decires que no se recubren. No hay entendimiento porque no hay enunciación a dos; hay el malentendido, que hace seguir hablando a uno y a otro, juntos, pero separados, en su decir. El amor es lo que hace eso soportable. Pero no es el amor – como dicen la religión o las nuevas religiones new-age de las “políticas de la amistad” – lo que produce un cuerpo nuevo de hablante sostenido en un inconsciente. La causa de esa “descendencia” de lo Simbólico de la lengua a lo Real que muerde en el cuerpo, eso es lo que el amor ignora.
He de concluir. El inconsciente es lo Simbólico que perfora lo Real, y es ese trazo de Real agujereado por el inconsciente que escapa a la forma del cuerpo, al ídolo de la imagen. Diré, que el inconsciente es “mal-dicción del malentendido de las palabras” habitando la “maldición de la sexualidad”.
Lacan definirá al NP como padre- función de síntoma, en la función de anudar el parloteo de la lengua, el cuerpo y el goce. Ese NP–síntoma es el nudo que sostiene a un sujeto en ese inconsciente palabrero ligado a una sexualidad que no sabe de dos sexos.
Así, entre síntomas y angustias, experimentamos que nuestro ser es inasimilable al deseo del Otro por el que hemos sido hablados y que nuestro ser íntimo se juega en un deseo que nos confronta a la insondable alteridad del Otro. La función del NP es inherente como postulado desde Freud a la hipótesis del inconsciente, dice Lacan. Y no deja lugar a hacer del Padre un Dios, principio de lo Simbólico, pues su fin es bien real: el de mantener ese agujero que Freud nombró como trauma, en torno al cual damos vueltas como sujetos sostenidos por un deseo.
Notas
1 Marc Dutroux, asesino belga, que en los años 90 torturaba sexualmente y asesinaba a niñas que luego enterraba en su jardín.
2 Jacques Lacan. Yale University. Conférences Américaines. In: Scilicet 6/7. Paris: Éditions du Seuil, 1976, p. 44.
3 Rodney Needham. La parenté en question, onze contribution à la theorie anthropologique. Paris: Éditions du Seuil, 1977.
4 Jacques Lacan. Le Seminaire, L´insu que sait de l´une-bévue s´aile à mourre, lección del 19/04/1977.
5 Jacques Lacan. Los complejos familiares . En la edición española titulado “La familia”, varias ediciones en español.
6 Jacques Lacan. El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis. Barcelona. Paidós, 1992. Las páginas de las citas son de la edición francesa de Seuil.
7 Ibid, p.113.
8 Ibid, p.129.
9 Jacques Lacan. Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis. In: Escritos. Madrid: Siglo Veintiuno Editores, 1966.
10 Jacques Lacan. Televisión. In: Radiofonia y Televisión. Barcelona: Anagrama, 1977.
11 Jacques Lacan. El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Barcelona: Paídos, 1973, (em portugês está na página 147).
12 Jacques Lacan. Nota sobre el niño (1969). Publicado en “El Analiticón”, nº 3, Editado por Correo/Paradiso, 1987.
13 Jacques Lacan. Nota sobre el niño (1969). publicada en español en “El Analiticón” nº 3.
14 Jacques Lacan. Note Italienne, in Ornicar ? nº 25, Diffusion Seuil, Paris.
15 Jacques Lacan. Le malentendu (10/06/80). Séminaire Dissolution. in Ornicar ? 22/23. Paris, Navarin, 1981.
16 Ibid, p. 08..
17 Ibid
18 Ibid
19 Ibid