Publicado el 04/03/2019

Exilios de la locura

Me han interesado los casos de dos mujeres, artistas geniales, que padecieron episodios psicóticos graves: Camille Claudel1 y Leonora Carrington2. Tienen en común haber sido recuperadas por el feminismo y haber sido alumnas y amantes de dos artistas también geniales, mucho mayores que ellas: Auguste Rodin y Max Ernst. Pero sus destinos difieren radicalmente, especialmente en el signo de sus exilios.

Comenzaré por el caso más trágico: Camille Claudel. Su pasión por la escultura, detestada por su madre, era tal que modelaba y dibujaba a toda la familia desde niña, en la casa familiar de Villeneuve-sur-Fère. Su mayor seguidor – luego testigo- fue su hermano Paul Claudel , el prolífico escritor católico. Los psicoanalistas conocemos más a Paul Claudel por los comentarios de Lacan a algunas de sus obras literarias. Citaré aquí solamente, por referirse a la otredad femenina, el drama Partage de midi.

Paul admiraba a su hermana tanto como la temía, por su belleza, talento y carácter. Mi mejor fuente sobre Camille Claudel ha sido el capítulo dedicado a ella en el libro de Marie-Magdeleine Lessana (antes Chatel) “Entre madre e hija: un estrago”3. Investiga con rigor todas las correspondencias para recabar dichos y extraer decires. Lo titula “El exilio de Camille Claudel, imploración a su madre”. Su librepensador padre sostuvo el arte de la hija, contra la madre y la hermana pequeña Louise, unida a la madre en el misógino conformismo burgués de la época. El padre, viajero por trabajo, decidió trasladar a la familia desde el pueblo, Villeneuve, a Paris, para los estudios de escultura de Camille y de derecho y letras de Paul. Camille tenía 17 años. Primer exilio: “cataclismo” según Paul, al crecer el odio de la madre hacia la audacia de esta hija. Pero Camille fue feliz en su tesón de escultora y a los 19 años entró en el taller de Rodin como alumna y asistente.

No solo se enamoraron locamente sino que Rodin quedó deslumbrado por su talento. Ella le ofrece “el paraíso”, pero él la llevará al infierno. Violenta y reivindicativa, los amores son cada vez más turbulentos; le exige por escrito prometer que será su única alumna y se casará con ella, dejando a la madre de su hijo, Rose, con quien él vive hace 25 años. Rodin no lo cumple. Desesperada, Camille rompe la relación que ha durado 10 años. Monta su propio taller. Se aleja del estilo Rodin y desvela su estilo propio, realizando obras mejores que las dejadas atrás en la casa familiar de Villeneuve4.

Hay muchas reproducciones en Internet de las más conocidas, “El vals” y “Sakountala”, en las que se ve cómo Camille expresaba en su arte su frágil anhelo amoroso, por qué llamaba a sus obras “verdaderas criaturas humanas”. Sólo el padre la mantenía económicamente ya que no lograba encargos. El famoso Rodin consigue a Camille exposiciones y contratos y se dice valedor de su nombre como artista. Hasta que… en la obra “La edad madura” o “El destino”5, Camille exhibe la vida íntima de Rodin, y también la suya, en su amorosa sinceridad desesperada, pues refleja su posición en el trío: la orgullosa Camille convertida en la implorante. La joven, Camille, desnuda, es abandonada por el hombre, viejo, siniestro, envuelto por la muerte, encarnada por otra mujer, horrenda vieja.

Ella misma llamó a la pieza que tiende en vano la mano hacia el hombre “La implorante”. Se sabe que el Estado francés le pagó la primera versión en yeso. No se sabe por qué anuló el encargo de la fundición en bronce y reclamó el pago del yeso a Camille. Sus llamadas de auxilio a Rodin y cartas de reclamación al Estado, fueron vanas. Así, esa obra, ese doble fracaso, como mujer y como artista, marca el desencadenamiento de la psicosis de Camille.

Entra en la convicción delirante de que el hugonote Rodin es su perseguidor, quien la desposee de su obra, de su nombre de artista y la envenena, con la colaboración erótica de Louise6, llegando a envenenar la sangre de toda Francia. Agitada y violenta, rompe sus obras a martillazos, por lo que de esa larga época desdichada queda muy poca obra. El padre sabe que detrás del delirio que hace de Rodin el perseguidor, está el rechazo feroz de la madre a acogerla en la casa familiar de Villeneuve y mientras él vive no es internada. Pero ella sigue en Paris, sola, loca, indigente y hambrienta para no ser envenenada7. Su última obra, de 1906, fue “Nióbide herida”, en la que ya sola, se apoya en una rama quebrada8. Camille tiene entonces 42 años.

En 1913 muere el padre, y Camille es excluída, con inmenso dolor, del entierro, sabiendo la familia que él reclamaba en vano a su hija en su lecho de muerte. Al día siguiente de morir el padre, la llevan al manicomio de Ville-Evrard la madre y Paul. Camille es internada a vida a los 49 años. Se la traslada al manicomio de Montdevergues, con tantos otros internos, por razones de la guerra. Llorará en el manicomio durante 30 años de cruel encierro, “las lágrimas del exilio, arrancada a mi arte y a mi taller”La escultura no ha sido más fuerte que la madre.9

Lo que más me ha interesado en el riguroso estudio psicoanalítico de Marie-Magdeleine Lessana es su tesis, bien fundada, del estrago madre-hija detrás del delirio. Jamás Camille reconocerá el odio cruel de la madre que se niega a sacarla del manicomio, a pesar de que los médicos pronto indican el alta. Subrayemos, sí, como preserva del delirio justo a quienes la han internado a vida de modo tan inhumano. Pero ¿cual es el crimen de Camille, que no es sólo su arte ni sus “ilegales” amores?. En una última carta de implorante a Paul, sale a la luz: desvelar el dolor y la desdicha que la madre jamás confesará. Lo hizo en un retrato de la “pobre mamá” que pintó de niña, que la madre no soportó y seguramente rompió.

La madre no la visitó nunca, a pesar de la cercanía entre el manicomio de Montdevergues y la casa familiar de Villeneuve. Nunca respondió a las súplicas de Camille, sólo enviaba al manicomio paquetes de comida para que Camille no muriera de inanición y pudiera hacerse su propia comida10. En cuanto a Paul, su puritanismo religioso fue más que asesino, aunque Camille solo lo tachó de “apático”. Paul dice haberse librado “de un destino peor que el de Camille” por convertirse a la fe de jovencito en la catedral de Nôtre– Dame. Expresó la visión de la Virgen como una madre que lo acoge. Paul Claudel viajó mucho como embajador de Francia. Y su coartada a Camille, en sus escasas visitas11, era “que estaba en el manicomio para expiar el pecado criminal del aborto”.12

Sin embargo todos sus trágicos infortunios, Camille, en su delirio, los atribuye a Rodin. El hombre-estrago sustituye a la madre- estrago. La primera traición a Camille mujer es real, la segunda, es delirante, pero no sin base. Resumiendo: exilios plurales los de Camille: de su maternidad, de su feminidad, de su familia, de su arte y …el peor : de la dignidad de su existencia de sujeto. Su exclusión de lo Simbólico fue devastadora: no sólo le ocultaron la muerte de la madre y de Rodin, sino que al no acudir nadie a su entierro, ni pagarlo, cuando murió a los 79 años en el manicomio, fue arrojada a una fosa común y sus huesos desaparecieron. “Segunda muerte” impuesta13, realización absoluta de la pulsión de muerte en términos freudianos, como objeto en lo real, en términos lacanianos.

Mucho más alegre es el caso de Leonora Carrington, pintora, escritora y escultora; la mujer que dijo, ya anciana, titularía su vida “entre el aburrimiento y la vergüenza de pertenecer a un animal tan salvaje como el ser humano”. Ella, se defendió en el manicomio de manera más que salvaje, como una violenta fiera, “un tigre”.

Al revés que para Camille, la madre sostuvo el talento artístico de su hija contra el padre. Al revés que para Camille su exilio la salvó. He tenido que cruzar muchas fuentes14, pero sobre su grave episodio psicótico disponemos de su propio testimonio. Es esencial leer “Memorias de abajo” con el prólogo de su amiga Elena Poniatowska15.

La madre era irlandesa y al igual que la abuela y la Nanny, le relataron los mitos y leyendas celtas que nutrieron su infancia en el aristocrático castillo16 comprado por el padre, magnate industrial muy severo. Esa proliferación de seres míticos aparecerá después en sus maravillosos cuadros surrealistas. Audaz y rebelde desde niña, montaba en su caballito para escapar del mundo que detestaba. El padre la envió interna a colegios religiosos; la expulsaban de todos. Aunque la madre cumplió los rituales mundanos de la aristocracia británica17, la ayuda a irse de ese mundo para animar el deseo de Leonora y que pueda estudiar dibujo y pintura, en Florencia y en Londres. Leonora había visto en un libro de arte mostrado por la madre: un cuadro de Max Ernst “Dos niños amenazados por un ruiseñor”18.

No por azar, buscó a Max en Paris, frecuentando los círculos surrealistas. Lo sedujo, se enamoraron, y se fueron a vivir juntos a un pueblecito del sur de Francia, Saint Martin d’Ardèche. Max dejó a su esposa. Leonora tenía 20 años y Max 47. Pagó la casa la madre de Leonora. Pintaban juntos, se amaban con pasión. Leonora cocinaba y cultivaba las viñas con los campesinos. Se pusieron nombres: “Loplop”19 y “la novia del viento”20. El idilio no duró mucho21 y la psicosis de Leonora estalló cuando en 1939 los gendarmes franceses se llevaron a Max al campo de concentración. Ahí comienza el testimonio citado22, escrito ya en México en 1943, por indicación de un doctor. Escribió con esfuerzo y dolor, nos dice, “pero debo seguir escribiendo para salir de mi angustia”. Lo hizo en francés23. Se entenderá el equívoco más adelante, pues “Abajo” era el nombre del pabellón al que llevaban a los más cuerdos. Se ha subrayado mucho el infierno que Leonora padeció en aquel manicomio de ricos, pagado por el padre. “Desnuda, atada, entre sus excrementos, infestada de mosquitos”. Y el cruel tratamiento de 3 inyecciones de Cardiazol.

Pero conviene leer lo que ella transmite: “antes de abordar los hechos concretos de mi experiencia, quiero decir que la sentencia que la sociedad pronunció sobre mí fue una bendición del cielo, porque yo no tenía idea de la importancia de la salud, de la absoluta necesidad de contar con un cuerpo sano…para evitar el desastre en la liberación de la mente. Y lo que es más importante, de la necesidad de tener a otros conmigo…No me había llegado el momento de comprender”24

También dice ignoraba sin temor los peligros de la entrada de los nazis en Francia, se creía exenta de morir, peligro que luego retornará con fuerza en su delirio. Enloqueció al quedarse sin Max. “Tras llorar, me pasé 24 horas provocándome vómitos con agua de azahar, esperaba aliviar mi sufrimiento con estos espasmos que me sacudían el estómago como un terremoto”. Una pareja de amigos la llevan, para huir de los nazis, a España, donde ella pretende, ingenua, obtener un visado para Max. Su conducta y su locura se hacen insoportables para quienes la rodean. Solo subrayaré la megalomanía, la excitación maníaca, las conductas de acoso salvaje, el creerse telépata, la convicción delirante de redención25. Todo gira en torno al estómago “lugar en que se asentaba la sociedad, espejo de la tierra”. Referencia, pienso, al goce retornando al cuerpo: “tenía que eliminar las espesas capas de suciedad que lo empañaban”. Después aclara que ya llegando a Madrid “Tuve el convencimiento de que Madrid era el estómago del mundo y que yo había sido elegida para la empresa de devolver la salud a ese órgano digestivo”26.

Finalmente, los agentes del padre en Madrid la encierran en el “sanatorio” del Dr. Morales en Santander. Leonora describe con detalle el delirio y la salvaje lucha violenta contra los habitantes del manicomio, a los que veía como “enemigos”. Describirá el Cardiazol y sus espantosos espasmos “como el día más negro de mi vida”. Lo peor: “ser el centro de todas las miradas, la angustia absoluta”, “cerraría los ojos para defenderme y expiar mi exilio del resto del mundo…había pasado demasiado tiempo soportando la soledad de mi propio saber”. Cuando el Dr. Morales le dice “no veo ya una fiera sino una dama”, es admitida en el pabellón “Abajo”, en estado cataléptico.

Pero no recobró la lucidez, ni se disipó el delirio solo en el estado “de prostración indolora” post-Cardiazol ni cuando el psiquiatra le aconsejó no volver a ver a sus padres, sino cuando fue a verla quien la tomó en serio, no condenó su sensibilidad hacia los animales, y animó su deseo sexual. Lo más importante, pienso es lo que entendió: “que no había que luchar con esa clase de gente sino pensar más deprisa que ellos”. Por ello, lo que la salvó fue que encontró, inteligente, estratagemas para escapar, para no ir al manicomio en Sudáfrica donde la quería internar su padre y escapar del nazismo que asolaba Europa.

Ese exilio, esa fuga, la liberó, pero lo que la libró de la locura fue volver a pintar. La salvó también el amor del poeta mexicano Renato Leduc, el que ayudó a tantos a exiliarse desde la embajada en Portugal a México. Renato se casó con ella. “Cuando me alejé de Max, (a quien encontró allí con Peggy Guggenheim) y estuve con Renato, me puse a pintar. Nunca volví a ver a mi padre”.

En 1941 llegó a México; poco tiempo después se separó de Renato, del que siguió siendo amiga y se casó con el judío húngaro Chiki Weisz, fotógrafo que había acompañado a Capa en la guerra de España, a quien debemos “la maleta mexicana”27. Tuvo dos hijos, Gaby y Pablo; vivieron en la colonia Roma, cuidándose y protegiéndose en familia, aislados del mundo circundante, “eran un núcleo muy unido y cerrado” . Amaba a Chiki, sin tanta pasión, pero su fidelidad a él fue innegable. Los testimonios del entorno señalan que era un hombre reservado, que la dejó vivir a su aire.

Jamás volvió a estar loca. Pintó mucho, maravillosos cuadros, más surrealistas y hermosos28, fue devota madre, escribió cuentos mágicos para niños, hasta que hacia los 60 años comenzó a hacer esculturas que tuvieron varios destinos públicos en Ciudad de México. A los 56 años dirá “No sé si invento el mundo que pinto o si ese mundo me inventa a mí. Probablemente lo último”.

De su manera de pintar dirá que es “pentimento”, y sí, rectifica capas de sucia realidad para pintar por encima otra cosa: un mundo fantástico. Dice, a los 92 años, “de lo real no sabemos nada” y “el surrealismo viene de una cosa que nadie entiende, la imaginación”. ¿No nos habla de un anudamiento S,I,R?. “Pentimento” en su caso ¿ no es lo Imaginario pasando sobre lo real?. Cierto que su pintura no se interpreta. Muere en paz a los 94 años, cuidada por sus dos hijos.

Leonora, aquel libre caballo frente a la hiena, salió de la locura por el exilio, otros amores, su maternidad, y sobre todo, su arte.

Notas

1 1864-1943

2 1917-2011

3 “Entre mère et fille: un ravage” (Fayard, Paris, 2000)

4 Se pueden ver en el reciente abierto Museo Camille Claudel, Nogent-sur- Seine

5 1896-98. “L’Age mûr” (la edad madura)

6 Hermana de Camille y la elegida de la madre, a quien deja su herencia

7 Parece ser que el padre y Rodin pagaban algunos gastos. La película “La pasión de Camille Claudel” de Bruno Nuytten (1988), con Isabelle Adjani y Gérard Dépardieu, describe esta época de la vida de Camille, la tempestuosa ruptura con Rodin y la posterior locura, pero con escasa fidelidad, pues el director no ha entendido lo ocurrido a Camille.

8 Conviene leer el mito de las Nióbides, en el que la diosa Leto mata a las hijas de Nióbide para vengarse de la madre. La bella escultura de Camille, “Nióbide herida”, se encuentra fácilmente en Internet.

9 Tomo la referencia, por antítesis, de Marguerite Duras, que afirmó: “solo la escritura es más fuerte que la madre”

10 La mejor fuente sobre el exilio terrorífico de Camille Claudel en el manicomio, es la recomendable película de Bruno Dumont (2013), titulada “Camille Claudel 1915”. Juliette Binoche expresa genialmente el tormento de Camille. Es de fácil acceso por Internet en Filmin.

11 El conmovedor y poético libro de Michèle Desbordes, “El vestido azul”, se centra en las interminables esperas de Camille a las visitas de su hermano. La presenta sentada e inmóvil en la entrada del manicomio.

12 Los biógrafos no se ponen de acuerdo sobre la fecha y las características de este aborto. Parece que antes del aborto, Camille abandonó a más de un niño, todos hijos de Rodin , que nunca los quiso.

13 Lacan hace referencia a la “segunda muerte” de Sade en el Seminario7, “ la Etica del Psicoanálisis”.

14 Un texto en Internet basado en una entrevista a Leonora anciana: “Una visita a Leonora Carrington”, de Homero Aridjis ( julio 2011). Hay profusión de biografías y videos en Internet. Me han sido útiles los videos de You Tube, “Leonora Carrington, imaginario a galope”, “Leonora Carrington y el juego surrealista” , pero más especialmente, con testimonios de sus hijos y muchas obra: “Historias de vida, Leonora Carrington”. La fuente más conocida es la novela de su amiga Elena Poniatowska, “Leonora”, ganadora del Premio Biblioteca Breve , de Seix Barral 2011. Es un hermoso homenaje, ficciona su biografía hasta llegar a México, pero no reconoce la psicosis de Leonora.

15 Editorial Alpha Decay, Salamanca, 2017.

16 Se ve muy bien el lado siniestro de esa mansión en el cuadro “Crookhey Hall”(1979)

17 Presentada en la corte de Jorge V en Londres a los 17 años

18 Las obras citadas de Leonora Carrington se encuentran fácilmente en Internet

19 Véase el retrato que ella hace de Max”, Loplop, el pájaro superior” y el retrato que Max hace de ella,“ “Leonora in the morning light”

20 Un autorretrato de ella muy esclarecedor sobre su posición subjetiva es “La posada del caballo del alba”, de 1937.

21 Unos dos años

22 Elena Poniatowska subraya que Leonora no quería hablar de Max y no le convence el argumento de que era para no poner celoso a su marido. Sin embargo Leonora hablaba con facilidad de los recuerdos de su locura y del manicomio. Se ha subrayado mucho el feminismo de Leonora y sus declaraciones sobre Max. Citaré solo una frase: “Max era tan machista como los otros surrealistas, nos querían como musas alocadas para entretenerse…” Las feministas se equivocan, a mi entender, cuando declaran que Leonora servía a Max de criada, pues en esa frase y otras, lamenta cómo Max no la amaba. El goce loco con él le costó muy caro.

23 “En bas”

24 Las cursivas son suyas.

25 Que hace pensar en una esquizofrenia, a diferencia de Camilla en su paranoia. En Camille destaca el delirio de persecución, en Leonora el delirio megalómano.

26 Años más tarde seguirá cocinando y con su íntima amiga, gran pintora, Remedios Varo, reirán ambas preparando recetas incomestibles.

27 Maleta de Capa con muchos negativos sobre la guerra, hallada en Marsella, parece ser, que pudimos ver en una gran exposición en el Museo Reina Sofía de Madrid

28 Un ejemplo de su arte posterior a la psicosis delirante es el cuadro “El mágico mundo de los mayas”