Publicado el 25/09/2020

El valor de la vida: Deseos y sueños

Hace poco me encontré y recordé un buen libro del escritor Jose Luis Sampedro, Escribir es vivir, y dice en las primeras páginas algo que me pareció muy hermoso. Él quiere mostrar la escritura como arte de vivir cada día. Por supuesto, habla de su necesidad vital de escribir, su vida y su obra forman parte de hacer y hacerse, según dice él mismo. Fue profesor, académico sin proponérselo, senador sin proponérselo y esto que señalo aparece en la introducción a un curso de escritura que dio en la Universidad Menéndez Pelayo, en el 2003.

Pero lo que me interesa es lo siguiente: Habla de su pedagogía que reduce a dos palabras: amor y provocación, aunque luego añade autenticidad. No puedo estar más de acuerdo, especialmente, con las dos primeras. Amor por lo que uno hace y provocación, entendida como forma de hacer pensar, no de adoctrinar.

Como psicoanalistas nuestra misión es hacer pensar, reflexionar, al otro, sea otro analizante, sea otro social, pero pensar mediante la provocación, para que cada uno piense por su cuenta. En ningún caso se trata de adoctrinar. Lacan, particularmente, creo que era un genio de la provocación, me resonaba en  las palabras de Sampedro diciendo: salten por encima de mí. Creo que Freud también tuvo que acudir a la provocación, a su modo, y algunas cosas que dice, como lo que ha mencionado Carmen, son de este orden.  La libertad tiene que ver no con decir lo que pensamos, si no con que podamos pensar lo que decimos, escuché hace poco no sé muy bien dónde, pero coincido.

El tema que nos convoca no es cualquiera. El valor de la vida. La humanidad entera pasa por un momento difícil, comprometido. Cuando nos creíamos muy alejados de algunos temores en torno a la supervivencia nos encontramos con una pandemia que despierta cuando menos un fuerte sentimiento de incertidumbre. Hablar del valor de la vida es también hablar de la muerte. Entonces, el valor de la vida, es un tema que tiene muchos vértices. La filosofía siempre se ocupó del misterio de la vida. El psicoanálisis se ocupa de la vida de cada sujeto, donde también hay una parte de misterio, de algo desconocido e inaprehensible con lo que hay que vivir, no todo se puede saber.

Y desde luego para poder hablar de la vida tenemos que hablar del cuerpo. En la filosofía griega fueron los epicúreos los que pusieron el acento sobre el cuerpo y sus placeres, colocando lo carnal en primer plano.

En el psicoanálisis sabemos que en realidad el cuerpo no viene dado, que tienen que ocurrir ciertas operaciones para que el cuerpo aparezca, para que se pueda gozar de un cuerpo, porque el cuerpo solo se tiene a condición de poder gozar de él. La vida en sí misma no está concebida, el cuerpo no atrapa nada de ella, solamente la transporta, señala Lacan. El lenguaje y, más concretamente, el significante, es aquello que deja su marca de goce en el cuerpo. Palabras que vienen del Otro y que desnaturalizan la vida humana, aunque no haya otra forma de acceder a ella, paradójicamente. Por otro lado, ya sabemos que Freud descubre que la vida aspira a la muerte, ya que, en tanto encarnada, en tanto que está en el cuerpo, aspiraría a una total y plena consciencia. Sería el despertar absoluto, pero afortunadamente, uno no se despierta nunca: los deseos conservan los sueños. Y los sueños conservan los deseos.

Ahora, no hace falta señalar como estamos frente a un momento de cambio inédito como especie, pienso que no comparable a otros momentos, por las particularidades que tiene. En este momento de enfermedad, la investigación biológica tiene un lugar muy destacado pero no solamente; los avances técnológicos y la creciente incorporación de lo digital a nuestra vida no es sin consecuencias. Aún reconociendo la ayuda que supone, como todo progreso trae efectos. Multitud de preguntas podemos hacernos con relación a qué futuro nos depara, con la Inteligencia Artificial, qué ética habrá que manejar cuando nos encontremos en situaciones de cierto compromiso, por ejemplo. Hay un conocido libro de Harari, muy mencionado, 21 razones para el siglo XXI, donde explicita precisamente estos detalles. Cuando la medicina esté dominada por la técnica del big datai> y nos anuncie las posibles enfermedades que podemos tener de forma oculta. ¿Nos tendríamos que medicar continuamente para evitar su aparición? ¿Qué sucedería si uno se negase?

¿Podemos decir que estamos frente a algoritmos versus cuerpo?

Es una pregunta difícil de responder todavía, habrá de pasar un tiempo, aunque no mucho. Sabemos que los cambios que esta situación conlleva, en muchos casos, han venido a quedarse, de hecho, ya venían produciéndose, solo que la pandemia lo ha acelerado. Hay un artículo publicado en el periódico El País, del 16 de agosto de este año, que se denomina «La revolución del Neurocapitalismo». Existe un programa, potenciado por Barack Obama (2013), que se llama investigación cerebral a través de neurotecnologías avanzadas innovadoras (BRAIN). Se trataría de desarrollar herramientas que permitan acceder al cerebro humano, con dispositivos invasivos o no y de esta forma registrar su actividad. Entender el cerebro, para entenderse por dentro por primera vez, señala el autor. Hay mucha gente de muchos países trabajando para acceder al cerebro humano y obtener datos sobre ideas, pensamientos, emociones, etc… Comparan esta investigación, que tiene previsto durar 12 años de los que lleva 5, con el descubrimiento del Genoma Humano. Tendría un aspecto médico, según el autor, para facilitar el diagnóstico, la comprensión y la cura de las enfermedades psiquiátricas y neurológicas.  El artículo plantea la ética que debería establecerse con todo esto, ya que tiene la osadía de mencionar que esto, antes o después, permitiría, nada menos, que acceder al subconsciente. Luego, es un reconocimiento de que el inconsciente es una instancia psíquica de máximo interés. Otra cosa es que sea localizable orgánicamente.  Merece la pena leerlo. Está firmado por Rafael Yuste, investigador de la Universidad de Columbia de N Y y en el Donostia International Physis Center de San Sebastián. Las interfaces cerebro-computadora ya son una realidad que establecen una comunicación directa entre el cerebro humano y una máquina externa.

En este momento estamos frente a la supervivencia, a la supervivencia de los cuerpos. Como sujetos y como especie se plantea en todo el planeta, la supervivencia y al precio necesario, aunque queden cercenadas, temporalmente, ciertas libertades que hasta hace poco teníamos. Por supuesto, la supervivencia es lo importante, pero eso hace que la vida adquiera otras características. Está puesta un tanto al límite, sin adornos, sacrificando los lazos sociales, las condiciones hasta ahora normales de la vida. Se trata de lograr sobrevivir en medio de todas las condiciones adversas. Lo político y lo social está en otro plano, aunque justamente, por las consecuencias nefastas de las crisis capitalistas anteriores, la solidaridad también aflora.

Las crisis forman parte de la historia de los hombres, parece que nos acostumbramos a vivir en ellas, ahora con ciertas urgencias y con un carácter biológico que predomina incluso ante la dimensión humana y afectiva que queda a otro lado, solo tenemos que recordar las condiciones en las que han trascurrido algunas muertes y duelos, en la más absoluta soledad. El miedo al contagio y a contagiar aparece en los discursos, por ej. de algunos jóvenes: me sentiría muy culpable de haber contagiado a mis familiares, dicen muchos.

La vida viene aparejada de la muerte por el hecho de ser seres sexuales; de hecho, Lacan en el seminario XVII, «El reverso del psicoanálisis» señala que la vida es «el conjunto de fuerzas que se resisten a la muerte». Señalando que no es una definición en absoluto necia. Ya que la vida vuelve allí únicamente por caminos siempre iguales y que quedaron trazados en su día. Ese camino es el saber ancestral, que hace que la vida se detenga en un cierto límite frente al goce. Puesto que el camino hacia la muerte no es nada más que lo que llamamos el goce. Quizás no hace falta señalar que este seminario trata de estudiar cómo los discursos regulan el goce. No voy a entrar en el consabido empuje al goce que el discurso capitalista fomenta sin descanso, cuyos efectos se ven ahora, cuando hay goces también que quedan limitados y la gente sale a gritar a la calle que nadie le dice qué tiene que hacer. Ese empuje al goce es la llamada pulsión de muerte.

Desde el punto de vista del psicoanálisis el ser es un cuerpo, y se tiene un cuerpo a condición de que se goce de él, como señalé anteriormente. Goces posibles y limitados siempre, que permitan vivir. El cuerpo es el que lleva la voz cantante, que no el organismo viviente. Uno de los síntomas que nos encontramos en muchos individuos, hoy en día, es precisamente los goces desatados, las adicciones, también a las máquinas. Que curiosamente producen en el cuerpo también un cierto efecto de anestesia, no solamente las drogas procuran esto. Cuando uno está permanentemente con la máquina, como hacen algunos jóvenes y adolescentes, hay muchas otras cosas que no se sienten. No tienen sueño, ni hambre, casi no se siente nada más, los sentidos están reducidos a la mirada, pero no hay otros en juego.., el olfato, el gusto, tocar al otro.. No se duermen para desear y soñar, si no que el objetivo es anestesiarse. No es que se aíslen solamente, es que es una forma de no sentir tampoco el propio cuerpo.

La necesidad de calmantes en la vida es necesaria si pensamos como Freud que dice que es harto gravosa, nos trae dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla no podemos prescindir de calmantes.  Freud lo  señala en «El malestar en la cultura»: la felicidad en la vida se busca sobre todo en el goce de la belleza, de formas y gestos humanos, de objetos naturales y paisajes, de creaciones artísticas y aún científicas. Esta actitud estética hacia la meta vital ofrece escasa protección contra la posibilidad de sufrir, pero puede resarcir de muchas cosas. El goce de la belleza se acompaña de una sensación particular, de suave efecto embriagador. En todo caso, parece una posición muy diferente a lo anterior, aunque el fin sea calmar el malestar.

Como veis he ido derivando entre el sueño y la embriaguez, entre lo apolíneo y lo dionisiaco. En El nacimiento de la tragedia dice Nietzsche: «En el sueño fue donde, según Lucrecio, por primera vez se presentaron ante las almas de los hombres las espléndidas figuras de los dioses, en el sueño era donde el gran escultor veía la fascinante estructura corporal de seres sobrehumanos», recitando a continuación unos versos de Hans Sachs en los Maestros Cantores:

Amigo mío, ésa es precisamente la obra del poeta,
el interpretar y observar sus sueños.
Creedme, la ilusión más verdadera del hombre
se le manifiesta en el sueño:
Todo arte poético y toda poesía
no es más que interpretación de sueños que dicen la verdad.

Entonces, provocar para que se siga pensando y deseando. Hay que cuidar los deseos y los sueños.. La vida, los deseos de cada uno, y los goces… porque la vida es dormir, despertar, latido vital, latido de muerte, placer, displacer y otras tantas cosas. Tantas como para cada uno pueda ser. Y cada uno tiene que conducirla de modo que pueda obtener cierta satisfacción en vivirla. El psicoanálisis tiene entre sus bienes más preciados éste. Que cada uno pueda vivir su vida con cierto entusiasmo, que se pueda encontrar la satisfacción de vivirla. Los analizantes acaban diciendo, al final de su recorrido, la sensación de ligereza que el psicoanálisis da a sus vidas.

¡Muchas gracias!