Publicado el 18/05/2023

El psicoanalista confrontado al imperativo de la felicidad (preludio 3)

Los desastres del tardocapitalismo que ponen en riesgo la vida humana empiezan a ser evidentes para una inmensa mayoría. La crisis sistémica global que se anunciaba desde el Informe del Club de Roma en «Los límites del crecimiento» (1972) ya está aquí y se hace sentir en todas las partes del planeta a nivel climático, geopolítico, y en las vidas particulares de los ciudadanos. El Imperio del «American way of life» con su colofón «America first», se resquebraja a pasos agigantados y la nueva Vía multipolar se va tejiendo lentamente entre múltiples focos de tensión bélica y amenazas nucleares, siendo difícil saber lo que se negocia a espaldas de la ciudadanía en la diplomacia mundial ya que las redes periodísticas nacionales e internacionales de información tienen una censura «democrática» como no se veía desde tiempos dictatoriales.

Con este trasfondo, la vida cotidiana de cada uno de nosotros continúa con sus contradicciones intentando que nos llegue la pensión para el futuro, que el salario nos permita llegar a fin de mes, que nuestros hijos no queden en paro, que el sistema público sanitario no se desmorone, que los procesos judiciales no se eternicen, que llueva o que no llueva en tromba para que no se arruinen las cosechas…. Mientras tanto nuestros datos que aportamos ineludible y obligatoriamente para no quedar fuera de los servicios médicos, las transacciones bancarias, los formularios para inscribirnos en estas jornadas, acceder a información que nos pueda interesar… suben a la «nube» de Google y permiten que el «algoritmo» vaya consolidándose particularizando la información que nos llega a través de nuestros dispositivos electrónicos ofreciéndonos todo tipo de objetos para consumir. Y ustedes me dirán ¿y esto qué tiene que ver con el título de las Jornadas «El psicoanalista confrontado al imperativo de la felicidad»?

El imperativo de la felicidad, ¿curioso, no? Primero crisis sistémica, segundo los estragos subjetivos que genera, tercero y como contragolpe el ansia imperativa de ser feliz, cuarto las ofertas para conseguirlo con gadgets y técnicas psi, meditación, mindfulness, yoga, terapia cognitivo conductual para apuntalar el narcisismo herido. Los individuos se esfuerzan con toda su voluntad por seguir siendo «productivos» en su trabajo explotador y en sus relaciones personales: gimnasio, ¡mucho gimnasio!, ¡dieta sana!, ¡horarios de sueño regulares!, ¡parejas que no sean un impedimento para la promoción personal!, ¡amigos que catalogan a otros como tóxicos cuando se quejan de lo que no les va bien! Pero a pesar de todos los esfuerzos por «no pensar» y continuar con el ritmo frenético de trabajo que la productividad exigida, exige a cada cuál, algo sigue empujando. Aparecen síntomas que se ponen en cruz y no dejan seguir «avanzando» en esta carrera loca. Las crisis de angustia «sin sentido», las depresiones «sin encontrar causa», las fibromialgias, los pasajes al acto suicidas, los consumos de tóxicos sin medida…

El sujeto siempre es feliz afirmó Lacan en Televisión, es feliz en la repetición donde siempre tiene su oportunidad. La pulsión siempre alcanza su satisfacción y los objetos de los que se vale para ello pueden ser cualquiera, como bien saben los departamentos de marketing capitalista tecnológicos ofreciendo los gadgets sofisticados de obsolescencia programada. Dichos objetos atrapamiradas, oídos, bocas…, no solo no apagan la sed de gozar sino que la estimulan en un circuito de consumo sin fin. Consecuencia consecuente, una Sociedad del cansancio como teorizó el filósofo Byung-Chul Han. Cansancio mortal porque el deseo singular, propio, de cada uno, motor de la vida está cortocircuitado en estas vías del consumo.

Como, felizmente, no estamos Todo «apalabrados» en el discurso capitalista ni en el discurso del Otro, la singularidad de cada cual se sintomatiza como un recurso de separación de esos discursos y entonces se acude a una consulta psi.

No es banal con quién se consulta. Se puede pedir ayuda a un terapeuta que refuerce la voluntad de volver a ser quien uno creía que era, sin cuestionar ni el sistema de producción en el que se está inserto ni la propia manera de respuesta al mismo ni los condicionantes subjetivos de la historia para haber llegado a estar tan jodido y atrapado en relaciones de dominación-sumisión, o se puede buscar a un psicoanalista.

El psicoanálisis no promete ninguna felicidad, ¿entonces, por qué consultar con un psicoanalista? Un psicoanálisis ofrece la posibilidad de otro recorrido vital, un recorrido conjunto donde se desplegará la historia personal, los momentos traumáticos de goce infantiles y el objeto supuesto que fuimos para el Otro, las fantasías inconscientes que dirigen nuestras elecciones de pareja y tanto nos hacen sufrir, los ideales parentales y del discurso social de nuestra época (excelencia, salir de la zona de confort, no hay límites, si quieres puedes, …) que hemos incorporado y que tal vez no sigan nuestro propio deseo, los secretos familiares de locura, amor y sexo cuyas huellas de alguna palabra escuchada, alguna escena enigmática, nos han marcado en nuestro destino.

Un psicoanálisis llevado a su fin permite anudar sintomáticamente amor deseo y goce y saber hacer con el síntoma, para que la vida sea más vivible. No es poco. En el trayecto hay momentos de felicidad cuando cae algún ideal que nos sostenía pero nos impedía encontrar satisfacción, cuando algo del goce, más allá del principio del placer, se cierne y se puede cambiar algo de una repetición mortífera en la elección de pareja, cuando puedes acoger a un hijo que ya no tiene que ser «perfecto» para taponar la falta, bastantes momentos de felicidad a lo largo de un análisis por las modificaciones en los modos de gozar que tanto hacían sufrir. Y sobre todo la experiencia de la incompletud del Otro y la propia, y el recorrido por los imposibles de la significación, del sentido y de la proporción sexual. Reconocer lo imposible es salir de la impotencia culposa. Más libres para disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas, más libres para no seguir los dictados de la oferta capitalista, más libres para las relaciones con los otros… Momentos de felicidad. Un nuevo anudamiento que aligere al hablanteser de algunas piedras que lleva en sus zapatos y así poder «pensar con los pies» como señala Lacan en la Nota italiana. Poder danzar al propio son yendo al encuentro de otros sones con quienes establecer un vínculo social más vivible con momentos de felicidad y satisfacción.

Acabo con una cita de Lacan, también de Television, quien tras comparar al analista con un santo, que no hace caridad sino que se pone a hacer de desecho de goce, haciéndose causa para el deseo del analizante pronuncia «Cuantos más santos seamos, más nos reiremos, es mi principio; es incluso la salida del discurso capitalista – lo cuál, si sólo es para algunos no constituirá ningún progreso».