Publicado el 28/05/2017

El inconsciente en el arte: un real indescifrable

Arte e inconsciente, es el título de esta mesa redonda.

No me extrañó el primer título que evocó Nieves González cuando me propuso este verano intervenir en ella, surrealismo e inconsciente.

Pues cuanto no se ha escrito sobre cómo los surrealistas habrían sido los artistas que en el siglo XX sacaron a la luz en sus obras e ideas el inconsciente, dejando aflorar el deseo inconsciente sin ataduras ni censuras.

Para el debate, voy a cuestionar esta afirmación, devenida doxa escolar.

En primer lugar, porque en cualquier producción artística, de cualquier época de la historia del arte, actúa el deseo inconsciente del artista, y el ser de goce pulsional que late en su fantasma inconsciente, o en su delirio y se hace real en sus síntomas , de distintos modos, sea neurótico, perverso o psicótico. Pero el deseo del artista, el que ha promovido su obra, no es descifrable como formación de su inconsciente

No voy a entrar hoy aquí a examinar la teoría freudiana de la sublimación de las pulsiones que según él es fuente de las creaciones artísticas, ni las teorías lacanianas que avanzaron en otra dirección que las de Freud.

Pues me quedé con el gusanillo de explorar esta ya tan dada por obvia  relación entre  surrealismo e inconsciente , y entre surrealismo y psicoanálisis.

Lo primero que pensé es que una cosa son las obras del arte, literario, poético, pictórico, escultórico, fotográfico, cinematográfico, de los artistas llamados surrealistas , y otra, a mi entender ajena, lo teorizado en los “Manifiestos surrealistas” de André Bréton en su afirmación de “lo revolucionario de un nuevo modo de expresión artística” que tras muchas diatribas pretendió estaba “al servicio de la revolución”.

Incitada por la propuesta de intervenir en esta mesa redonda, este verano he releído los dos “Manifiestos del surrealismo”, de 1924 y 1930 y algunos otros textos relacionados. He vuelto a comprobar cómo Bréton fue dejando cadáveres por el camino de su virulencia dogmática, y no precisamente con exquisitez. Buen psiquiatra, no  había sido, pues solo formado en  escasa práctica en hospitales militares con enfermos de guerra , de la primera guerra mundial y solo habiendo estudiado los pobres manuales de psiquiatría de la época.

Lo primero que me ha saltado a la vista en los “Manifiestos del surrealismo”, es que por mucho que diga Bréton deber a los descubrimientos freudianos sobre los sueños, jamás habla del inconsciente.

Lo constante entre el primer y el segundo manifiesto del surrealismo, es que propone que la actividad psíquica que genera las obras surrealistas resulta de  la escritura automática , que él comenzó con su amigo Soupault, y de lo que presenta al sujeto la vida onírica, los sueños.

Pero la escritura automática no es la asociación libre del analizante en el diván a la que invitaba Freud a sus pacientes y de hecho, tuvo corta vida. Los grandes poetas surrealistas, René Char entre otros, no escribieron en escritura automática ni en cadáveres exquisitos.

Y el contenido manifiesto de los sueños, vía regia del inconsciente para Freud, no plasmaban directamente el inconsciente ya  que para llegar al deseo inconsciente, requerían el trabajo de desciframiento al que Freud se dedicó, sin quedarse en las formas de  figuración presentes en los sueños, obra de la deformación onírica.

La primera definición de Bréton del surrealismo- no voy a leerla entera- es la de un automatismo psíquico que apunta, le cito, a expresar “ el funcionamiento real del pensamiento”, “ un pensamiento hablado”. Se dió cuenta de algo que ciertamente no está al alcance de cualquier obsesivo, de que si se da  rienda suelta a las ocurrencias del pensar, se desbarata la significación, y se liberan los efectos de impensadas concatenaciones significantes , en un encadenamiento sin sentido para el sujeto de la representación. Descubrió que se puede escribir al igual que atraviesan la ideas en el flujo del pensamiento, sin intención consciente de una significación.

En eso, sí, Bréton y amigos estaban en la onda de Freud: liberar  la palabra de las trabas de la censura de  los discursos ambientes, dar alas a la realidad  psíquica que se manifiesta en los sueños, que trastoca los parámetros de lo que tanto en la vida social como en el arte se consideraba en esa época “realista”.

La aspiración de Bréton, declarada , era la de “lograr  una especie de realidad absoluta, una surrealidad en la que los sueños y la realidad vigil dejaran de ser contradictorios”.

Aspiración fallida, por ilusoria, al no haber entendido cómo Freud proponía que el inconsciente también se manifiesta  en la vida vigil cotidiana, en lapsus, y sobre todo en los síntomas que hacen el padecer de los sujetos.

Bréton solo tomó de las formaciones del inconscientes teorizadas por Freud, los sueños , pues los sueños tienen esa característica de ser jeroglíficos escritos en imágenes , en su modo de figuración visual y sonora. A prueba, que basa en el  legado freudiano su aspiración de que con el surrealismo “ la imaginación va a volver a darse sus derechos”. Y “ la imaginación me da cuenta de lo que puede ser y eso es bastante para que me abandone a ella”. En suma, es un canto a la aspiración que se deriva en fantasías, al deseo como wunsch, anhelo, ignorando lo que falla de esa aspiración, la falla en la que el ser de deseo del sujeto del inconsciente emerge entre lo real y lo simbólico , en lo que agujerea  los efectos de sentido de las fantasías.

Esa fascinación por las fantasías que los significantes pueden tejer al desbaratarse las cadenas del  sentido común la expresa al celebrar  a los locos como “ víctimas de su imaginación exacerbada “, imaginación que según él son el  consuelo y fuente del  goce de los locos. Ay, cuan poco, como psiquiatra, quiso acercarse a lo real de la psicosis, al inmenso sufrimiento de aquellos que en su esfuerzo delirante no están tan felices como Bréton cree en una burbuja placentera en lo imaginario…

Bréton no sabía distinguir entre sueño y delirio, y eso porque solo se fijaba en los efectos gozosos de las cascadas que los significantes podían desatar.

No fue Bréton sino los pintores surrealistas quienes en sus obras mostraron a Lacan, lo que en la teoría freudiana se elaboraba sobre lo que del inconsciente no se deriva en los efectos de sentido de los significantes en la asociación libre del pensamiento. Lo que en el inconsciente no es sólo instancia de la letra en la lengua , emergencias de condensación y desplazamiento, de metáfora y metonimia, sino sean cuales fueren, las variantes de concatenaciones significantes, limita la deriva significante al mostrarla rivada a un montaje que da vueltas en torno a un goce pulsional constante.

Pues el inconsciente freudiano no es solo memoria de significantes que cifran un deseo inconsciente que pueda derivarse sin límite,  sino portador de lo real del ser de goce de un sujeto en sus pulsiones, en torno al que giran esos  significantes en un montaje, en el que el cambio de posición de los elementos del montaje puede darse de cualquier modo pero siempre en el empuje a la misma satisfacción pulsional.

Lacan dirá , en 1964, que esa pulsión que Freud decubrió acéfala, funcionando más acá que las cabezas pensantes, ajena al sujeto del significante y que es la que le hace dar vueltas – a veces como asno en torno a su desconocida atadura – se parece a un montaje surrealista.  Pues aparte de haber estudiado en su juventud las obras de Dalí,  participar en puestas en escena de sus amigos surrealistas, como la del “Deseo atrapado por la cola”, y mirar algunas pinturas de ellos, gustó, lo dijo, de la película del “Perro andaluz”, en la que  a mi entender, más que en otras obras surrealistas, el montaje en el que las pulsiones, sin piés ni cabeza, sin sentido alguno, presentan lo real del goce que se inserta en las diversas  formaciones  del inconsciente y que se plasma en la obra , mostrándose de manera enigmática, en lo visible o  audible, como el núcleo de lo indescifrable de los sueños.

Para concluir  mi rápido y somero comentario crítico de los “Manifiestos del Surrealismo”, diré que lo que me llama la atención es el inmenso malentendido que llevó, y no solo a Bréton, a hacer del surrealismo un producto del  descubrimiento freudiano del inconsciente.

Prueba, a mi entender, de que Bréton no entendió nada del inconsciente freudiano-  e insistiré en que  jamás en los “Manifiestos” habla del inconsciente, sólo de su idea de un “ pensamiento hablado liberado de censuras”-  es la irritación que Bréton produjo a Freud cuando se entrevistaron. Cito de memoria, que tras la entrevista con Bréton, Freud dijo que no entendía que querían los surrealistas. Leyendo el mensaje de forma invertida, en el viejo y amable Freud, en sus formas, ¿ no era su irritación y su modo de decirle, “usted no ha entendido nada de mi teoría del inconsciente”?.

Distinta fue la reacción de Freud a la visita de Dalí, promovida por Stefan  Zweig.Tras decir a Zweig “ nunca ví ejemplo más completo de español, ¡qué fanático!”, escribió luego a Zweig:

“Hasta ahora me inclinaba a pensar que los surrealistas, que parecen haberme elegido como santo patrón, eran unos locos absolutos (pongamos que el 95% como el alcohol). Pero el joven español, con sus ojos cándidos y fanáticos y su innegable maestría técnica, me ha sugerido otra apreciación y a reconsiderar mi opinión. Efectivamente, sería muy interesante estudiar analíticamente la génesis de un cuadro de este tipo. Desde el punto de vista crítico, sin embargo, siempre se podría decir que la noción de arte rechaza cualquier extensión cuando la relación cuantitativa, entre el material inconsciente y la elaboración preconciente, no se mantiene dentro de determinados límites. Hay allí, en todo caso, serios problemas psicológicos »

Dalí escribió sobre ese encuentro con Freud:“ hablamos poco pero nos devorábamos con la mirada”.

Lacan, que nunca se entendió con Bréton, y jamás hizo referencia a él, sorprendió a Dalí, requiriendo a Dalí que  le explicara su teoría del método paranoico-crítico. Y no es azar que en el nº 1 de la revista de los surrealistas, “Minotauro”, de 1933, aparecieran al tiempo el  artículo de Lacan “ El problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las  formas de la experiencia “ y el de Dalí “ El asno podrido”.

El saber del delirio de Dalí, y su maestría artística en plasmarlo en su obra pictórica, no encontraron acogida en el maestro, Sujeto supuesto saber, que para Dalí era Freud. Sino en un joven psiquiatra, Lacan, ocupado de entender los motivos de aquella loca, encarcelada por su  agresión a una actriz, a la que en su tesis doctoral de psiquiatría llamó “Aimée”. Y de la que dijo, muchos años después: “aprendí de Aimée  que el saber no se descubre, que no está ya ahí,  sino que se inventa”

Lacan , optó por callar frente a los miembros del Tribunal que juzgaron su tesis doctoral lo que debía de ella a los surrealistas, para que no la rechazaran . No por ello encontró reconocimiento de los psiquiatras de su tiempo, y al revés fueron  aquellos, los artistas surrealistas, Dalí especialmente, a los que no tuvo la valentía de citar en su tesis, los que prestaron atención a sus elaboraciones, que se hicieron más novedosas ya en el año 38, cuando aún no se había ocupado a fondo de estudiar a Freud.

Sin poder desarrollar con más argumentos, en esta breve exposición,  lo que he visto del malentendido que relaciona al surrealismo con el inconsciente y el psicoanalisis, plantearé que el piscoanálisis, con Lacan,  aprendió más de los artistas surrealistas que lo que ellos habían captado de la obra freudiana. Pues aunque lo haya declarado Bréton, sus propuestas deben al psicoanálisis freudiano mucho menos de lo que él declaró. Al igual que la riqueza de las obras artísticas de los llamados surrealistas, deben poco a las elucubraciones de Bréton, al final tan dogmáticas y contrarias a la “liberté d’esprit” que él había preconizado.

Bréton puso en el frontón del surrealismo, como paradigma,  la frase de Isidore Ducasse, conde de Lautréamont “bello como el encuentro fortuito en una mesa de disección de un paraguas y una máquina de coser”.

Pero nunca pudo acercarse a esas entrañas de lo real en las que la lengua y el goce del cuerpo, en sus consonancias, resonancias y disonancias, sueltan esas fulgurancias que hacen luminosas al espectador las obras del arte, surrealistas y no surrealistas.

Si la pulsión, como afirmó Lacan, puede funcionar como un montaje surrealista en nuestra vida libidinal, ¿no es porque no cesa, día y noche, despiertos o soñando de hacer presente lo real que late en nuetsro inconsciente?. Ese real libidinal de la condición humana, del encuentro de la lengua y la carne, que nos hace sujetos deseantes y cuerpos gozantes.

Muchos de los que se dicen artistas- no solo es el caso de Bréton- pescan poco lo que del inconciente irradia en el decir o hacer de un hablanteser, artista o del que no se pretenda en nada  artista: en esos entresijos en los que lo no imaginable de su latir libidinal se abre paso de manera incalculada en su decir o hacer y transmite algo de sus entrañas.

Artistas y psicoanalistas, no podemos ya caer en la ilusión de proclamar  manifiestos revolucionarios. Pero nos queda un espacio para obrar, no en aras a surrealidades imaginadas como subversivas, sino para hacer algo, contingente, más o menos creativo, con  retazos de  realidades que nos conciernen, al afectarnos de manera particular.

P.S. Addenda de algo leído tras esta mesa redonda: En su libro La era del vacío, que trata de la sociedad hipermoderna, y del empuje neoliberal al individualismo, Gilles Lipovetsky , afirma que “ sólo artistas y psicoanalistas habrían tomado la medida del culto de la singularidad subjetiva que acompaña hoy al desinterés por las instituciones”. Asunto a discutir, en la encrucijada en que artistas y psicoanalistas podemos encontrarnos en nuestras praxis, bien distintas, pero ambas tratando los malestares de la subjetividad contemporánea y apostando por no quedar reos en nuestro hacer de la lógica del discurso capitalista, la del mercado, que tanto atenaza,a nuestro pesar, nuestras vidas.¿Para cuando, una mesa redonda, sobre bienestares del psicoanálisis y del arte, sobre las artes de salirse del discurso capitalista?