Publicado el 05/07/2018

El cuerpo del delito: Retornos actuales del enigma y el misterio

I. Un secreto confort

Quizás no cabría mejor celebración del bicentenario de Edgar Allan  Poe, que está teniendo lugar en este año 2009, que la constatación por parte de sus admiradores del auge actual de la novela policíaca, de intriga o novela negra, que él inaugura,  cuyos lectores se cuentan por millones en este momento , mucho más tras el éxito, inexplicable para muchos, de la trilogía de “Millenium”.

Digo “inexplicable” porque si bien sus admiradores reconocen que no añade nada nuevo al género en cuanto a  técnica narrativa , o que su estilo a veces raya lo periodístico , que formalmente resulta imperfecta y no está bien escrita, o que algunas de las pripecias de sus protagonistas  resultan increíbles, o que muy bien recortarían unos cientos de páginas, sin embargo caen rendidos ante la historia y sus personajes,  al punto de escribir como Vargas Llosa , entusiasmado, no hace mucho en EL PAIS  (6/9/2009) : “Esta trilogía nos conforta secretamente haciéndonos pensar que tal vez no esté todo perdido en este mundo imperfecto y mentiroso que nos tocó, porque, acaso, allá, entre la “muchedumbre urbana y espesa”, haya todavía algunos quijotes modernos… Lisbeth Salander debe vivir en la inmortalidad de la ficción”.

Nos dice el diccionario de María Moliner que “confortar” es “Dar fuerzas a alguien que está debilitado o agotado” o “Dar a alguien ánimo para resistir trabajos o penalidades”.

Pero llamo vuestra atención sobre la palabra “secreto”, ¿por qué nos conforta “secretamente”? ¿qué nos propone el género policíaco para que este confort se dirija a lo más íntimo del lector, al punto en el que se reconoce cómo alguien a quien le fallan las fuerzas ante un mundo “imperfecto y mentiroso”, donde la presencia del mal es “sobrecogedora y ubicua” (como dirá en otro momento de su artículo)?

Creo que con estas palabras Vargas Llosa apunta a algo que es la razón de ser del género policíaco, no simplemente uno de los rasgos de este tipo de novela , nos propone un confort secreto en la medida en que apunta a nuestro más íntimo juicio ético.

Comenta P.D. James, una de las más famosas autoras británicas de novela policíaca, en su  libro de memorias “La hora de la verdad”, que lo que para ella constituye el núcleo esencial de toda novela de misterio, por más cruda y realista que sea, es el hecho de que ésta explora siempre una elección moral.

Y para P. Highsmith, otra maestra del género (en este caso norteamericana): “El escritor de suspense… debe hacer algo más que describir la brutalidad y la sangre. Procurará iluminar un poco la mente de los personajes; debe mostrar interés por la justicia o su ausencia en el mundo, por el bien y el mal, y por la cobardía o el valor de los seres humanos.”

En este sentido, de lo confortante del género, nos cuenta uno de los biógrafos del pensador alemán Walter Benjamin, que éste era gran aficionado al género policíaco (G. Simenon) y que en un breve artículo de 1930, se preguntaba acerca de su costumbre de leer estas novelas en los viajes en tren, concluyendo que para él se trataba de escapar a la angustia del trayecto, contrapartida de su encanto.

Asimismo nos comenta que para Benjamin, la novela policial llegó a convertirse en una fijación frente al aumento de los peligros, sobre todo después de la llegada de Hitler al poder y frente al anuncio de un nuevo conflicto bélico.

Es interesante el hecho de que tanto en la Italia fascista como en la Alemania nazi estuviera prohibida la novela policíaca, que en ese momento pasaba por uno de sus periodos dorados en EEUU (Dashiell Hammett , “El halcón maltés” es de 1930. La película fue dirigida por John Huston en 1941).

Encontramos así en este género un intento de exorcismo de una figura del Otro que vendría a aniquilar la dimensión subjetiva, convirtiendo al sujeto humano en objeto abyecto – recordemos el título de Primo Levi , “Si esto es un hombre”.

Ahora, es interesante pensar que, si bien la barbarie del exterminio nazi, tuvo lugar años después, ya antes, en los inicios del siglo y periodo de entreguerras, esta dimensión fue anunciada por la novela negra, al analizar los efectos del incipiente tecno-capitalismo.

Cuando Benjamin comenta la obra de Poe “El hombre de la multitud”,  subraya que el rasgo magistral de Poe, al describir estas situaciones consiste en que expresa el aislamiento sin esperanza de los hombres en sus intereses privados.

Una vez más los artistas fueron precursores y avisadores del fuego que estaba por venir.

II. La muchedumbre urbana y espesa

Es precisamente W. Benjamin, quien reflexiona de manera brillante acerca del origen de la novela policíaca en su texto de 1938 dedicado a Baudelaire, titulado “El  París del segundo imperio en Baudelaire” (“Poesía y capitalismo”- Taurus, 1998).

Allí encontramos una reflexión a propósito de la obra de Edgar Allan Poe y ese caldo de cultivo de la acción policiaca que Vargas Llosa nombra como “la muchedumbre urbana y espesa” Benjamin subraya cómo la literatura policiaca surge en el momento en que aparece la masa en las ciudades de la sociedad industrial a mediados del sg. XIX.

Surge como una elaboración de los lados inquietantes y amenazadores de la vida urbana, y las funciones propias de la masa en la gran ciudad. En este sentido cita un informe de un agente secreto parisino que dice lo siguiente:

Es casi imposible mantener un buen modo de vivir en una población prietamente masificada, donde por así decirlo cada cual es un desconocido para todos los demás y no necesita por tanto sonrojarse ante nadie”.

También F. Engels, nada menos que en 1848 hace la siguiente descripción del impacto que le produjo la ciudad de Londres:

“Una ciudad como Londres en la que se puede caminar horas enteras sin llegar siquiera al comienzo del fin, sin topar son el mínimo signo que permita deducir la cercanía de terreno abierto, es cosa muy peculiar.

Vagabundeando durante un par de días por las adoquinadas calles principales es como se advierte que esos londinenses han tenido que sacrificar la mejor parte de su humanidad para consumar todas las maravillas de la civilización de las cuales su ciudad rebosa …

Esos cientos, miles que se apretujan unos a otros, ¿no son todos ellos hombres con las mismas propiedades y capacidades y con el mismo interés por ser felices…?

Y sin embargo corren dándose de lado, como si nada tuviesen en común, nada que hacer los unos con los otros … a ninguno se le ocurre desde luego dignarse a echar una sola mirada al otro. La indiferencia brutal, el aislamiento insensible de cada uno en sus intereses privados, resaltan aún más repelente, hirientemente, cuanto que todos se aprietan en un pequeño espacio.”

Este es el origen para Benjamin de la historia detectivesca.

Benjamin trae estas palabras, subrayando cómo la masa protege al “asocial”, pero es interesante observar que él califica de asocial  lo que constituye un desinterés por el otro y  lo que aparece en la primera de las frases citadas como la falta de vergüenza o quiebra del pudor.

 A partir de estas reflexiones quizás podamos situar un poco mejor a qué se refiere la “elección moral”, núcleo de toda novela policiaca de la que hablan P.D. James o P. Highsmith.

En medio de esta multitud, el flâneur, (término francés  de difícil traducción al español)  es el paseante que callejea, que deambula por la gran ciudad, podríamos decir que ociosa, indolentemente , sin rumbo determinado, ese flâneur, según Baudelaire “príncipe que disfruta por doquier de su incógnito” en la ciudad, se convierte en detective cuyo paseo indolente es sólo apariencia, porque tras esa fachada se oculta una vigilancia que no pierde de vista al malhechor.

El contenido social originario de las historias detectivescas es la “difuminación de las huellas de cada uno en la multitud de la gran ciudad.”

Frente a esta difuminación de las huellas de cada uno, nos dice Benjamin que al menos hay dos maneras de resarcirse: una es lo que él llama en 1938  “la manera burguesa” , que intenta resarcirse entre sus cuatro paredes, tomando incansablemente la huella a todo tipo de objetos: fundas y estuches para todo,  para zapatillas y relojes, termómetros, hueveras, cubiertos, paraguas… Finalmente la casa se le convierte en una especie de estuche, como una funda del hombre en la que éste queda embutido con todos sus accesorios, cosificado él mismo.

Otra manera de resarcirse es la que llevaría a cabo el detective: también busca huellas, busca pistas , pero no de los objetos, sino de los sujetos, es el que busca en su propia sociedad porque no se siente seguro; perceptor atento de los signos de un malestar, se aplica a buscar la explicación y trabajar en el desciframiento del mismo.

Creo que éste es un aspecto de la atracción que ejerce la literatura policiaca, en tanto que, a la vez que pone sobre la mesa los aspectos inquietantes de los diversos rostros del mal, simultáneamente en la persona del descifrador o detective restaura un orden simbólico que vendría a dar sentido a lo que ha pasado o está pasando.

Es el goce del descifrador el que comparte el lector, el goce que supone un orden simbólico que subyace a los hechos.

III. El cuerpo del delito

Comenta Freud en  su obra “Dostoievsky y el parricidio” que “el criminal integra dos rasgos esenciales: un egotismo ilimitado y una tendencia destructora, siendo común a ambos y premisa de sus manifestaciones el desamor, (y da como definición del mismo) – la falta de valoración afectiva de los objetos humanos.”

Es decir, el planteamiento de una relación con el otro que no está atravesada por la dimensión de la falta que se plantea en el amor.

Pensaba leyendo estos párrafos de Freud que de alguna manera el discurso dominante que nos envuelve manifiesta algo de esos rasgos: ese discurso que no quiere saber nada de las cosas del amor- va a decir Lacan en su seminario “El saber del psicoanalista”- , un discurso que promueve el señuelo permanente del objeto como aquello que vendría a restaurar esas huellas de cada uno y que cada vez más tiende a convertir el cuerpo en máquina o mercancía, como ya intuyó genialmente Benjamin.

Se trata de un discurso que ignora y nada quiere saber de otras huellas, inconscientes, que han dejado marca en la historia de cada sujeto otorgándole un cuerpo que ya nunca más será sólo organismo, en tanto el lenguaje le obliga a pasar por la relación con los otros y poner en juego su deseo, que como “La carta robada” de la novela de Allan Poe también se pasea.

Esa carta va a decir Lacan en su trabajo sobre este cuento de Poe, es el inconsciente marca y elaboración del deseo de un sujeto.

Frecuentemente Lacan habla del deseo y del inconsciente como algo que se pasea por el mundo: Sem 9 (Clase 16): “El deseo existe , está constituido, se pasea a través del mundo”, podríamos decir que es el gran “flâneur”.

Se trata del delito contra los sujetos que, de alguna manera,  nos convierte a todos en algún momento en “cuerpo del delito”.

Cuando busqué la definición exacta de esta expresión jurídica en el diccionario encontré  algo interesante y es qué se entiende por “cuerpo del delito”: Objeto con el cual o en el cual se ha cometido un  delito y que conserva huellas claras de él.

Esas otras huellas que acoge y también busca otra figura descifradora que aparece también a finales del sg. XIX, la figura del psicoanalista para acompañar a cada sujeto al reencuentro con las propias pistas de su deseo, en relación a su historia personal, sin duda, pero también en cuanto al lugar que quiere ocupar en el mundo que le ha tocado vivir, es decir, en su relación con los otros.

En este sentido, la cura psicoanalítica estaría a contrapelo de esa dimensión “asocial” de la que habla Benjamin, de forma que el saldo de una cura de ninguna manera podría ser el saldo de una vida que no consiguiera superar “el aislamiento sin esperanza de los hombres en sus intereses privados”, pero tampoco podría ser la posición cínica apuntada en la frase que os comentaba al inicio respecto a cierta quiebra del pudor, quiebra que supone que “nadie se sonroje ante nadie” , ante la exhibición de un goce que pasa por encima del otro.

En uno de sus últimos seminarios, (Sem. XXI “Les non-dupes errent”) comenta Lacan que si los psicoanalistas pudiéramos hablar de alguna virtud, quizás ésta tendría que ver con el pudor, no en un sentido pacato o puritano, sino en tanto éste mantendría en su lugar la imposibilidad de que ningún  objeto viniera a colmar la satisfacción de un sujeto.

 Se trata de un pudor opuesto a la posición cínica, de la que Lacan subraya que el cínico no quiere saber nada del deseo y por tanto de la castración.

IV. ¿Goza Dupin?

Mencionaba antes el trabajo de Lacan sobre el cuento de Allan Poe “La carta robada”.

Este cuento, escrito por Poe en 1844 se considera como el primer relato del género policíaco, aunque la palabra  “detective” la usa por primera vez Dickens en 1852. Pero el personaje de Auguste Dupin, el caballero Dupin, ya estaba creado por Poe antes.

Es un cuento al que Lacan se refiere en varias ocasiones de su enseñanza, en un primer momento para mostrar la insistencia y repetición de la cadena significante en los sujetos del inconsciente (Sem. II y Escrito La carta robada); en un segundo momento para hablar de la letra y el escrito (Sem. XVIII) y en su penúltimo seminario para proponer una compleja elaboración en torno al pase.

En este segundo momento , en el Sem XVIII , “De un discurso que no fuera semblante”, al comentar la nota que Dupin le deja al Ministro al robarle la carta de nuevo para restituirsela a la Reina, Lacan se pregunta de qué goza Dupin en ese acto. Dice allí que Dupin goza de privar al Ministro de aquello que constituye su poder : es decir, en esa carta robada que le faltará al Ministro cuando vaya a echar mano de ella, y usarla como arma poderosa contra el Rey o la Reina, en esa falta nos dice Lacan que Dupin restituye “la más perfecta castración”.

Restituye de nuevo entonces la dimensión del sujeto y el deseo.

He hablado antes del goce que puede suponer para el lector de novela policíaca la propuesta de un entramado simbólico que viene a descifrar y a la vez a dar algún sentido a los hechos del mal, planteados en la novela.

Quisiera subrayar ahora para terminar esta otra dimensión que me parece presente en muchas novelas del género: el detective, que para muchos se plantea como el héroe moderno del sg. XX, apunta en su desciframiento a restaurar la dimensión deseante y en ese sentido me parece que logra, más cuando tenemos ante nosotros un genio, confortarnos secretamente, y por ello quizás también de la manera más inconsciente, en ese juicio íntimo acerca de lo que Freud llamaba en el “Malestar en la cultura” “los valores genuinos que la vida le ofrece”.

Creo pues que lejos de constituir un subgénero más bien acuerdo con Julia Kristeva en que la novela policíaca constituye la quintaesencia de la novela  en tanto plantea un desvelamiento de ciertos resortes del mal, sin el cual podemos correr el riesgo de adormecernos.

Termino así con la frase de Nicolás Klotz, director de la película “La cuestión humana”, en la que plantea la tesis de las similitudes del lenguaje usado en las modernas reestructuraciones de personal en la multinacionales y el lenguaje usado para deshacerse de amplios sectores de la población en el ´regimen nazi :

“Es necesario hablar las lenguas vivas de los hombres contra la lengua muerta de aquellos que hoy en día ofenden al mundo”, mucho más necesario si tenemos en cuenta que como dirá Lacan “somos alfabetos vivientes de un deseo encarnado.”

Bibliografía

Benjamin, W.: “Poesía y capitalismo”- Taurus, 1998

Berthelsen, D.: “La vida cotidiana de Sigmund Freud y su familia. Recuerdos de Paula Fichtl”. Península, Barcelona, 1995

Ellroy, J.: “Mis rincones oscuros”, Edic. B Serie Negra

Freud, S.: “Personajes psicopáticos en el teatro”; “Dostoievsky y el parricidio”; “El psicoanálisis y el diagnóstico de los hechos en los procedimientos judiciales”; “Sobre la peritación del caso Halsmann”; “El malestar en la cultura”

Highsmith, P.: “Suspense” – Anagrama, 1986

James, P.D.: “La hora de la verdad”- Ediciones B, 2001

Lacan, J.: “El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica” – Sem. II; “La ética del psicoanálisis” – Sem. VII; “ De un discurso que no fuera semblante” – Sem. XVIII; “ Les non-dupes errent” – Sem. XXI; “La carta robada” – Escritos I – Ed. Sg. XXI

Larsson, S.: “Millenium I,II,III” –Ed. Destino

Poe, E.A.: “La carta robada”

Sichère, B.: “Historias del mal” – Gedisa, 1996

Soler, C.: “L’ en-corps del sujeto” – Ed. Xoroi, 2003