Publicado el 30/08/2016

El amor en la quiebra de los vínculos sociales

“El hombre ha llegado a ser, por así decirlo, un dios con prótesis: bastante magnífico cuando se coloca todos sus artefactos, pero éstos no crecen de su cuerpo y a veces le procuran muchos sinsabores. Por otra parte, tiene derecho a consolarse con la reflexión de que este desarrollo no se detendrá precisamente en el año de gracia de 1930”1

Psicoanalistas, artistas, sociólogos y diversos pensadores de la contemporaneidad, coincidimos en cómo la globalización capitalista ha producido una fragmentación sin precedentes de los vínculos sociales. La precariedad, la inestabilidad, incluso la quiebra de los vínculos sociales resulta del modo en que el discurso capitalista promueve el lazo directo del objeto al sujeto, sin pasar por lo Simbólico.

El único destino que nos asigna el dominio de los mercados es el de productores-consumidores. Poco de nuestras vidas escapa hoy a la mercantilización, hasta el punto en que ya se habla de “capitalismo emocional”2 y de “mercado de los afectos”3. Cierto es que la libido que nos habita como seres hablantes ha sido capturada en la producción del capital, y se consume, se gasta, en modos de goce rentables para el capital financiero que son fuente de malestar.

Lacan lo precisó así: “la plusvalía es la causa del deseo con el que una economía hace su principio: el de la producción extensiva de la falta-en gozar. Se acumula por una parte para acrecentar los medios de esta producción a título de capital. Extiende el consumo, por otra parte, sin el que esta producción sería vana, justamente por su inepcia en procurar un goce con el que poder ralentizarse”4.

El discurso capitalista engaña con la idea de lo posible del hedonismo y de una satisfacción con los plus-de-goce del mercado, apuntando a un “supermercado” del amor y del deseo vía ofertas de inversión y consumo para producir vínculos afectivos en una lógica contractual.

En esa perspectiva engañosa, los hombres y las mujeres, con sus cuerpos hablantes y gozantes, se harían objetos de satisfacción para un sujeto, en relación directa e inmediata. Cada uno habría de satisfacer al otro, en igualdad, como objeto. Es la nueva promoción de la idea de “relación personal” sobre la que luego volveremos. En esa expectativa, el amor, como mediador entre dos, se haría caduco por innecesario. Esto no es así, bien lo sabemos, y los síntomas de los que padecen los sujetos contemporáneos lo prueban en la clínica. Y nunca más que hoy los sujetos claman por el amor, lo buscan desesperadamente y se lamentan de cuanto  la precariedad de los vínculos genera nuevas soledades.

El hecho es que el discurso capitalista deja a cada cual reducido a ser un individuo y un cuerpo, y en consecuencia, o bien el sujeto se conforma con goces autistas, autoeróticos, en un retorno de las pulsiones sobre el cuerpo propio, cortocircuitando lo que falla en el vínculo con los otros, o si no se conforma, que es lo más frecuente, apela al amor. Ya que sólo el amor trasciende la lógica contractual y el cálculo de costes-beneficios, poniendo un límite a la exigencia de goce.

El amor es el gran disidente del discurso capitalista, y que viene a suplir lo que falla, lo que falta en la vida libidinal. El amor viene a paliar que es imposible articular en armonía: el desiderátum libidinal con la pragmática mercantilista. Así, la creciente llamada al amor se contrapone a la pretendida liberación de las pasiones en la libertad sin trabas al goce propio que predican los ideólogos de nuevo cuño como oferta a celebrar del sistema. Ese anhelo de amor hace emerger que el ser del sujeto de un inconsciente no puede en ningún caso hacerse equivalente a un objeto de goce, sexual o asexuado, y menos aún a los “plus-de-goce” de pacotilla productos de la industria.

El amor, en cualquier época de la historia, en los diversos discursos que lo han codificado en lo simbólico, en usos y costumbres de la vida amorosa, variables según las formas de sociedad, es esa “pasión del ser” que no se acomoda al ansia del “tener” ni al culto del “parecer” en la sociedad del espectáculo.

Lacan señaló que lo que distingue al discurso capitalista es “el rechazo, la verwerfung de la castración por fuera de todos los campos de lo simbólico…lo que deja de lado las cosas del amor”5. Rechazar la castración en lo Simbólico es rechazar la falta y como el mismo Lacan había ya descubierto, cuando falta la falta, surge la angustia. Rechazar la castración se traduce también en que el discurso capitalista arrincona el sexo y erradica la cuestión de la diferencia de los sexos. Lacan, más tarde en el Seminario Aun puso en claro cómo la diferencia entre los sexos no es solo un “constructo cultural”, tesis que ha dominado desde Foucault y muchos otros, hasta alimentar la noción de no “dos sexos sino mil, o ninguno” de las teorías “queer” que al final se pliegan, mal les pese en sus ansias subversivas, al “unisex” de la homogeneización de hacer de los individuos competidores igualitarios en el mercado de venderse en su valía fálica. Pero el mayor fracaso del discurso capitalista es que no logra excluir el amor de los lazos humanos, entre hombres y mujeres.

Antes de interrogar los destinos del amor en la sociedad hipermoderna, conviene examinar cómo Freud situó el amor en relación con el vínculo social, en ese genial texto de 1930 que es El malestar en la cultura,  en el que precisamente, un año después, en 1931, anuncia en la últimas líneas las desgracias que ya se atisban en su época por obra de la pulsión de muerte en la civilización moderna de la ciencia: el exterminio entre los humanos, que él atisbó realizarían los nazis. . Las tesis de Freud sobre la civilización de la época y el malestar que engendra en los sujetos no son optimistas y cuestionan los consuelos que persiguen tanto “los frenéticos revolucionarios con el mismo celo que los creyentes más piadosos”6

El amor según Freud: cemento y disolvente del vínculo social 

En su reflexión, lo esencial del amor en la vida humana merece especial atención y se le revela en dos vertientes opuestas: por un lado, motor de la civilización, cemento del vínculo social, pero por otro, y especialmente por las exigencias del amor de las mujeres, se opone a los designios de la civilización y separa la vida privada de la vida pública.7 El amor se le revela “una técnica del arte de vivir” en la que los humanos buscan la felicidad en la vinculación afectiva a otros humanos hacia los que su libido se ha desplazado. Freud describe algo que los sujetos de cualquier época experimentamos: que si el amor sexual es el culmen de la satisfacción que hace feliz al sujeto, “esa técnica de vida” es también la fuente del mayor sufrimiento, de la mayor infelicidad, cuando la pérdida del amor del amado revela que el amor no asegura el vínculo y deja al sujeto desamparado y entonces el amor puede tornarse en odio al ser antes amado. La angustia ante la incertidumbre del amor y el odio que puede seguir al amor en la certeza del desamor son el cortejo que siempre acecha al amor.

Lacan, en su Seminario del 73-74 Los no incautos yerran, lo esclarece, pues vendrá a mostrar cómo el amor falla la unión que lo Imaginario del amor anuda entre lo real del ser de goce y lo Simbólico del saber inconsciente y de las palabras. Pues el goce, sexual o no sexual, y el amor no van sino por contingencia juntos, al igual que pueden funcionar por separado el amor y el deseo sexual- eso Freud ya lo vio desde su experiencia clínica- y así a más intenso amor como anhelo de unión entre dos seres, más puede llegar al malogro – “pur ratage”( puro malogro)  dirá Lacan- de ese anudamiento.

En El malestar en la cultura, Freud interroga la doble faz del amor: cemento y disolvente del vínculo social que hace dominar los intereses de la comunidad sobre los del individuo. Dirá que Eros y Ananké (amor y necesidad) han sido los “padres” de la civilización, para facilitar la vida en común, la regulación de las relaciones sociales que insertan al individuo como “vecino, colaborador, objeto sexual de otro, en tanto que miembro de una familia o un Estado”8

Descubre los fundamentos amorosos, eróticos, libidinales, de la familia en el interés del macho por conservar junto a si su objeto sexual, y de la hembra a su prole. Pero si la familia es el germen del vínculo social, se le revela al tiempo la cuna del divorcio entre el amor y los intereses de la civilización. Señala 4 poderosas razones:

.. la primera, el conflicto entre familia y vida social y que los hijos han de desprenderse de los lazos amorosos de la familia para insertarse en el vínculo social, exogamia requerida para la construcción de la sociedad por nuevas alianzas libidinales, como bien señaló Lévi-Strauss. Freud bien sabía  por su experiencia psicoanalítica, de las dificultades para ello de los neuróticos.

.. la segunda, la restricción normativa aún en su época del amor al heterosexual y en el marco del matrimonio conyugal y la monogamia, en aras a la cohesión de la familia. Así, quedaban fuera de los lazos matrimoniales y del vínculo social el amor-pasión y el amor-gusto, por decirlo en los términos de Stendhal. El amor erótico y los intereses económicos y sociales de mantenimiento del matrimonio mal pueden ir parejos.

.. la tercera, que si la civilización es la vía que lleva desde la familia hacia la comunidad, no bastan las ventajas de la necesidad de trabajo para unir a una comunidad, y  solamente los lazos libidinales puestos en juego en la comunidad la pueden constituir. Aquí se referirá a lo que desarrolla en Psicología de las masas: la renuncia pulsional y la restricción de vida sexual es lo que permite que los hombres se dediquen a los fines colectivos de cultura. El amor que contribuye al vínculo social no es el amor entre dos, sino el que une socialmente a la masa “entre tres”, el que se sustenta en el amor común al líder, que es el que hace conjunción entre el significante del Ideal y el objeto de amor. El amor hermana a los hombres en la masa, en horizontal, pero referido, en vertical, al tercero que es el Uno de excepción, una encarnación del S1. Lo resume así: “El proceso que comenzó en relación con el padre concluye en relación con la masa”9

..la cuarta, y a la que da mucho peso, es la “ discordia causada por las mujeres”. Y aquí ve una paradoja, que si las mujeres con “ las exigencias de su amor establecieron el fundamento de la civilización , representando los intereses de la familia y de la vida sexual”, será esa misma exigencia de su amor la que se opone a que los hombres las releguen y se sustraigan a sus “deberes de esposos y padres”10 cuando dan la espalda al lazo de amor con ellas para ocuparse de cultivar su lugar en la vida social. El amor, según Freud, haría a las mujeres “antisociales” al estar desprovistas  de un Superyo cultural fuerte.

La discordia del amor femenino según Lacan: resistencia a la degradación comunitaria

“El abrazo del amor. No son un marinero y una enfermera, no celebran el final de la guerra, sino el inicio de un amor que arropa en medio de la multitud”11

Me quiero detener en este punto de “la discordia del amor femenino” con los intereses sociales, pues Lacan no coincide con esta visión freudiana y lo interpreta de un modo bien distinto. En primer lugar, Lacan cuestiona la idea freudiana, religiosa, de que el principio vital del Eros es unificante, e interrogará irónicamente: ¿Cuando se han visto dos cuerpos fundirse en uno?. Los cuerpos del hombre y la mujer no hacen nunca una sola carne, contrariamente a lo que dice la Biblia. El amor sexual no hace Uno sino Otro, haciendo surgir la alteridad y lo insondable de lo real de esa otredad del Otro sexo. El amor que apunta al Uno en el Ideal, el que es aspiración en la neurosis, especialmente en el obsesivo, aleja del encuentro sexual.

Lacan no considera que el amor femenino es asocial, sino que al contrario otorga un valor en lo social al amor femenino. Dará otra luz para entender esta discordancia estructural de la exigencia del amor femenino con los intereses masculinos al final de su Escrito de 1958 Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina, en el que afirma que el amor femenino se opone a lo que une libidinalemente a los hombre solamente entre ellos y se ejerce “hacia una entropía de la degradación comunitaria”.

Y concluye que hay que seguir interrogando “¿Por qué la instancia social de la mujer sigue siendo trascendente al orden del contrato que propaga el trabajo?”12.

Este planteamiento de Lacan de que en la posición femenina algo trasciende a un vínculo social determinado por lo contractual del régimen del trabajo y que el Eros femenino es contrario a esa degradación comunitaria , me parece más vigente que nunca en el régimen de nuestra actual sociedad tardocapitalista en la que es patente la degradación de los vínculos al imperar solo el lazo contractual que mercantiliza como producción a rentabilizar ya no solo el trabajo sino que incide en cualquier actividad ajena al trabajo que enlace a los sujetos entre ellos.

Lacan responderá a la pregunta que dejó abierta en ese escrito del 58, en los años 70, sacando a la luz que en la posición femenina el goce es no-todo fálico y que el amor femenino es resistencia al todo-fálico de los hombres. Son las mujeres las que mostrarán a los hombres que el goce fálico, que es el que preside a las realizaciones efectivas en lo profesional y social y que siempre en último término es goce de un poder, sea de una imaginaria potencia, no conoce el amor. La competitividad a la que incita el discurso capitalista se alimenta de las carreras del goce fálico, que excita tanto como stressa, y hace entrar en él a las mujeres en el unisex igualitarista. Pues las mujeres hoy no están exentas de tener que promocionarse para darse una valía en el mercado de trabajo.

En su Seminario ya citado del 73-74 Los no incautos yerran,  Lacan dirá que el hombre no comprende gran cosa del amor cuando le basta con su goce, que es fálico, “que como cubre todo…para el hombre el amor no precisa decirse, va de suyo (ça va sans dire) porque se le hace suficiente su goce”. Y a continuación diferencia a la mujer, situando en el amor la otredad femenina, al afirmar que para la mujer el amor requiere decirse (ça ne va pas sans dire) pues “el goce de la mujer requiere el decir, el decir de la verdad”13 que siempre es un medio-decir, pues la verdad es imposible decirla toda.

Más tarde- creo que fue en su Seminario “El momento de concluir” – terminará diciendo algo que no es una humorada: que es cuando un hombre es mujer que ama, cuando aspira a su objeto, y por el contrario es a título de hombre que desea, cuando se soporta en su erección fálica. Así, el amor feminiza, fragiliza a un hombre, al sacarlo de su goce fálico. También el amor feminiza a una mujer, en el decir singular y amoroso que ella requiere del hombre que despierta su goce de mujer. En ella, el amor es el mejor bálsamo a su fragilidad, a la pérdida de identidad que experimenta en su goce Otro.

La raíz inconsciente del amor: extraña al discurso capitalista

El amor fragiliza también el discurso capitalista pues no puede venderse ni comprarse. No es un lazo directo con otro como objeto, eso sólo puede imaginarse en el fantasma, pero el fantasma que configura al objeto deseado y amado está forjado por una trama significante sin la cual el sujeto no se sostiene en él en lo posible del amor en la aspiración amorosa, que puede quedar insatisfecha.

Lacan, al final del seminario Aun, situó el amor que se satisface, el que se da por contingencia entre dos en un encuentro, en su raíz inconsciente y no ya en lo posible del fantasma que sólo establece la condición erótica del deseo, pero que no asegura el encuentro en el que surge el amor recíproco. Dirá del amor que es una relación de sujeto a sujeto, entre dos sujetos de un inconsciente. La contingencia, el azar de un encuentro hace surgir el amor en el acontecimiento de un decir que encuentra su soporte en cierta relación entre dos saberes inconscientes.

El amor apunta no al otro como objeto imaginario sino a lo indecible del ser en el lenguaje, a lo indescifrable del ser del sujeto de un inconsciente. Ese verdadero amor, si hace del otro objeto, lo hace objeto de nuestro amor como objeto único, que no puede cifrarse en significantes, que no es equiparable a otros objetos, como es el caso del objeto del deseo que en el fantasma es substituible. Y no puede entrar en ninguna contabilidad, en ningún cálculo de goce. Del amor, también dijo Lacan en el mismo Seminario, que es una suplencia a lo imposible de la relación sexual, a que no se puede alcanzar el goce del Otro como cuerpo entre los sexos. Pues nadie puede gozar en el lugar del otro ni saber del goce del Otro sexo.

El amor, entonces, es lo que da signo de apertura al hueco que hace presente la verdad del sujeto de un inconsciente en medio de la vorágine productora-consumista que nos absorbe hoy. “Acontecimiento de un decir no borroso, incontestable”14 en lo inesperado de un encuentro, enlaza a dos individuos en proporción a la enigmática e íntima afinidad en cómo están afectados por el saber insabido de su inconsciente. De ahí que hay una ética del amor que subvierte los imperativos capitalistas tanto cómo antes había subvertido la moral dictada por los Ideales de la religión. Es una ética de valentía, de coraje, en afrontar lo real sin eludirlo, desde la fragilidad de un sujeto en relación con su verdad. Ahí es cuando se revela el mejor remedio a la fragilidad del sujeto, a su falta.

El lazo amoroso de sujeto a sujeto es subversivo en el capitalismo, pues extrae al sujeto de la lazada en la que lo atrapa el objeto de goce del mercado y del empuje a la realización del fantasma como posesión del objeto del deseo, que engañosamente promueve. Por eso, malos amores son los de los hombres apegados al delirio de su fantasía que le hacen creer que poseen a una mujer como su objeto, lo que le cierra obtusamente a la impensable alteridad de ella. De ahí que crece el maltrato a la pareja en esta sociedad que empuja a la realización del fantasma, con los estragos que en lo real eso acarrea. No es un simple asunto, como se dice, del ineducable machismo masculino, que procede de las formas tradicionales de sociedad. Son las formas actuales de los malos amores de los obsesivos.

Malos son también los amores de las histéricas con su delirio fantasmático de que habría la mujer que sabría colmar al hombre, a todo hombre. La histérica no ama a un hombre en su singularidad, extrayéndolo del conjunto de los hombres. Las histéricas que se jactan de ser “mujeres que aman demasiado”- fórmula de un libro de gran éxito entre ellas- para explicar sus sinsabores amorosos y sus fracasos de pareja, no ven que su “demasía” está en cómo se entregan a la misión de querer ser el objeto preciado que causaría el deseo del Otro, y más para un hombre al que ven como un Amo que no desea. Reclamar amor al Otro no es signo de amor, pues el amor es una significación, solo puede venir del Otro. Es una significación que hace significable para el Otro el vacío que es un sujeto en el campo de lo Simbólico. Amar es dar signos al otro de que significa algo como sujeto y que su decir cuenta para nosotros. Y en estos tiempos, el lamento de los sujetos es precisamente de hundirse en los afectos depresivos de sentir que no significan nada en el Otro y para ese Otro que no se encarna en un sujeto, al ser el Otro cada vez más anónimo en la sociedad virtual en red. De donde su clamar por un amor que les haría recibir del Otro significar algo en su vida.

El amor en el capitalismo: una suplencia al vínculo social

Lo que quizás es novedoso en los tiempos del tardocapitalismo, es lo que señaló ya hace años Colette Soler15: que el amor es una suplencia al vínculo social a diferencia de lo que señaló Freud de la discordia del amor con el vínculo social. Es cada día más patente, ciertamente, que en estos tiempos de precariedad del vínculo social y de sus quiebras, que hacen estallar angustias y peor, violencias inusitadas, el amor no es sólo ya suplencia de la relación sexual que no hay entre los goces de los cuerpos y viene a cobrar la nueva función de suplencia a la precariedad del vínculo social. A eso se aproximan algunas sociólogas, que quizás no por azar son mujeres16. Cierto es que el amor, al menos hace lazo entre dos, entre dos sujetos, sea por contingencia, y se afronta a ese real que hoy sólo funda las comunidades hipermodernas en el mercado de los goces y condena a los individuos a una creciente soledad. Pues el amor entre dos separa y arropa de la multitud anónima.

El sociólogo Anthony Giddens ha subrayado cómo las determinaciones sociales se atenúan hoy cada vez más en las relaciones amorosas. Es el sociólogo más citado sobre la tesis de que el amor en la modernidad ha venido a subsumirse progresivamente en la noción de “relación personal” definida como unión basada solamente- resumo su definición – en “la asociación con otra persona que produzca la suficiente satisfacción para cada individuo”17. ¿ No nos llama la atención que, en efecto, la gente hoy habla de “tener una relación” y cuando llegan a nuestras consultas de psicoanalistas dicen “ tengo una relación con una persona” sin siquiera decir si es hombre o mujer?.

El asunto problemático de esa noción de “relación” es ¿qué ocurre cuando una de las personas no satisface lo suficiente a la otra?, ¿Se revela entonces una “mala inversión”?, ¿y cuando esa persona pierde su “valor de mercado”, por ejemplo su brillo fálico en la imagen o en el poderío social?. En mi consulta veo a quienes ahí no pueden dominar su agresividad hacia la pareja, y descubren cómo su amor estaba fundado en el narcisismo, o mejor dicho en el “narcinismo” – condensación entre narcisismo y cinismo forjada por Colette Soler. Y hay quienes querrían, cuando la “relación” se intoxica, deshacerse de ella sin pérdida, como quien se deshace de “hipotecas subprimes”, de “bonus tóxicos”, empaquetándolos, que es lo que han hecho los financieros durante años, hasta hacer estallar la sangrienta crisis que con ello han producido los mercados financieros. La lógica del capitalismo financiero aplicado a las “relaciones personales” se revela igualmente tóxica al pretender obtener beneficios sin pérdidas y ahí el amor se desvela que brilla por su ausencia al deshacerse el engaño fantasmático que sostenía el goce del Uno, narcisista y fálico. En el mejor de los casos, eso también lo vemos en la clínica en nuestras consultas, la agresividad no domina y entonces emerge la angustia, sea en forma de ataque de pánico, más en el obsesivo, o de ansiedad que desborda el cuerpo, más en la histeria.

Esa clínica actual de la precaria vida amorosa es índice de que el amor hoy es sin modelo, como subraya C.Soler en el artículo citado. ¿Cómo se mantendrían las figuras del amor sin discursos que las forjen en lo Simbólico?, incluso las figuras del amor romántico, tan añoradas hoy por los sujetos, las que desde el siglo XVIII se exaltaban como los ingredientes que darían el gusto del amor al lazo conyugal matrimonial, se han disuelto, pues hoy al lazo matrimonial se le quiere añadir el gusto por el hedonismo compartido, el que promueve la publicidad, que no prospera en los casados y menos cuando llegan los hijos.

El amor, para ser vivido ha de ser identificado como tal en un discurso del amor, ya lo dijo la Rochefoucauld y de otro modo Denis de Rougemont. Pero hoy las figuras simbólicas del amor se han disuelto hasta devenir “amores líquidos”, término del sociólogo Zygmunt Baumann que se ha hecho bien conocido. Los “amores líquidos” son el corolario de que “el individualismo en red es en el tardocapitalismo la vía de socialización de los sujetos” en la sociedad en red que se teje aceleradamente en las redes sociales de Internet. Es hoy la vía ofrecida por el sistema para hacer vínculo con los otros, “supliendo con conexiones globales y virtuales las desconexiones reales y locales en el territorio que se habita”.18

Baumann acertó con la metáfora de la “modernidad líquida” y de “amores líquidos”, propios de la fragilidad de los vínculos generada por el capitalismo, pues en efecto lo “líquido” es el valor supremo hoy. Lo que cuenta en los mercados financieros es la “liquidez” del dinero circulando de aquí para allá para generar beneficios, sin inversión en producción. El problema ha estallado es cuando esos valores se han revelado que no podían traducirse ya en “dinero líquido” y se han disipado como “gaseosos”, sólo producto de ávidos e insensatos cálculos de transacciones sin control, para enriquecimiento de unos pocos.

Los “amores líquidos” también pueden disiparse como “gaseosos”, al ser efímeros, inestables, sin compromiso, que buscan momentánea satisfacción y si esta no perdura, la “relación” desaparece. Al ser volubles, amenazan con ser volátiles. Esa “liquidez”, que es “liquidación” del amor como tal, se vuelve rentable en los nuevos mercados de la búsqueda del amor, inventados por diversas empresas.

Insatisfactorios nuevos mercados del amor

Los “foros sentimentales” de Internet – que entran hoy en lo que Eloy Fernandez Porta, en el libro citado denomina “mediaciones afectivas” – para búsqueda de pareja , ganan dinero, pues ofrecen al que paga numerosos contactos por Internet , que la combinatoria informática ofrece al cliente como “ perfiles afines” al del sujeto demandante. Apuntan, como irónicamente dice Fernandez Porta en la portada de su libro a “aumentar los índices de amor”, pero en realidad, su rentabilidad se basa en los índices de la falta de amor de quienes consumen esos servicios. La combinatoria significante que pretende con algunos ítems que rellena el cliente definir al objeto “posible” de amor, como si fuera programable y previsible en algunos rasgos, evidentemente en nada asegura que cuando se da el encuentro presencial entre esos seres que habitan un cuerpo, si es que llega a darse, que no es tan frecuente, la chispa del amor o del deseo broten. Las pretendidas “afinidades electivas” son solamente virtuales, tan virtuales, que lo más probable inexistentes, y ahí el cálculo de probabilidades falla. Si el cliente no se cansa y sigue pagando para seguir buscando el “perfil” que al fin respondiera a su demanda de amor, la empresa sigue obteniendo beneficios producidos por la insatisfacción de la búsqueda que no cesa.

Es que la orgía de la conectividad virtual, si bien permite cultivar, vía las palabras y los efectos de los significantes en lo Imaginario, ficciones amorosas que satisfacen las fantasías y vía las imágenes, con fotos, las apariencias de un valor fálico deseable, no pone en juego el encuentro de los cuerpos hablantes y gozantes en presencia. Pues entre los mensajes escritos en soledad en el ordenador, que se elaboran cuidadosamente para seducir –más los hombres obsesivos- o las maravillas que prometen en sus escritas improvisaciones – más las mujeres histéricas-  y lo que brota por sorpresa de sus labios con su voz al encontrarse con ese/a desconocido/a o lo que expresan sus miradas, hay un abismo. Ese abismo en absoluto se cubre con la promoción del exhibicionismo de lo íntimo que se cultiva en Internet y que se dice apunta a querer hacer valer, sin vergüenza, lo más auténtico de la verdad del sujeto, como mensaje en botella lanzada a la mar internaútica, en busca de destinatario sensible a esa “verdad”.

El problema es que las conexiones de la red que son hoy suplencia al vínculo social, no aseguran vínculos libidinales que anuden lo Real y lo Simbólico con lo Imaginario, en un lazo estable con un semejante humano. En las redes de Internet, todo lo más, lo real se manifiesta como imposibilidad en lo simbólico. No ponen en juego lo real al que se afronta el amor de los seres sexuados, que son gozantes en sus cuerpos pulsionales y “hablanteseres” en  lalangue que les marca en su inconsciente y surge en su estilo de palabreo, en sus encuentros, en cháchara y gestos corporale sorpresivos que escapan a cualquier mental cálculo previo.

Así, Internet es propicio a los “amores líquidos”, que no anudan los cuerpos, sus goces y el habla en las palabras del sujeto. Por ese fallo, están prosperando más ahora los negocios de empresas que apuntan a ofrecer en presencia entre desconocidos el dardo del flechazo del Eros, instantáneo, sorpresivo. Son los “clubs de citas rápidas”, breves, en las que en una mesa, giran unas 20 personas por vez, con el tiempo máximo de unos 7 minutos para el encuentro de cada uno con cada uno de los del grupo reunido. El “flechazo” se calcula como probabilidades de confluencia, ya que cada cual rellena después un formulario en el que numera por orden a las personas que más les han gustado.Verificando las coincidencias que aparecen en los formularios, la empresa pone en contacto a esos dos por e-mail o por el móvil.

Este es el nuevo “mercado del amor” que vende como producto la ocasión de “relaciones personales” a quienes las desean. Si Freud decía que el amor “es una técnica del arte de vivir”, en este nuevo mercado de “superproducción de los afectos”, lo que prima es la “técnica sin arte por un malvivir”. Fernandez Porta, en su premiado libro, parte en el primer capítulo de lo que para él es un nuevo modelo en el  mercado de la “perfidia amoris”, que se nutre del desamor. Cita el anuncio de esa empresa que ha multiplicado sus tiendas “Cash Converter”, que es el siguiente:

“¿Tu novi@ te ha puesto los cuernos? Véngate vendiéndonos los regalitos que te hizo”. Vemos que novi@está escrito con la arroba que es el nuevo modo de no distinguir los sexos en la identidad que nos da Internet. También hubo en enero muchas webs en las que se podían vender los regalos de Reyes.

Ese anuncio, a mi entender, resume bien lo que es el asunto para el mercado capitalista: anular el valor simbólico de los dones del amor, transformándolos en valor de mercado, generador de dinero líquido. Y con ese dinero líquido, al odio en la “perfidia amoris” se le saca partido, para otras inversiones en amor o para el gasto en consumo propio.

Emergencias de nuevos amores en sorpresivos modos de vínculo social

Ahora bien, si el amor es acontecer subjetivo en la contingencia de un encuentro, observemos cómo puede también emerger entre quienes sin conocerse previamente convergen en una multitud, cuando ésta se agrega – ésto quiero ponerlo de relieve- no por modos de goce que ha sido hasta hace poco lo habitual, sino desde lo que afecta en común de un síntoma social, de lo que no marcha en lo real. Por eso los jóvenes españoles del 15-M desde el primer día colgaron una gran pancarta que decía “esto no es un botellón” (pues las agregaciones de jóvenes en las plazas era habitual para beber juntos alcohol) y en las “acampadas” estaban excluidos el alcohol y las drogas, y lo más sorprendente, cumplido por masas inmensas de jóvenes que no ponían pegas a abstenerse de esos consumos.

¿Cómo entender esa renuncia a los goces consumistas? es que les anima el motor del síntoma social que afecta a una gran mayoría de ciudadanos de cualquier edad y condición, viejos y jóvenes: el malestar de la precariedad a la que ha condenado el sistema a multitudes de personas, que pagan en sus vidas, por la acción de los gobiernos, las consecuencia de la crisis de los mercados financieros que estalló en 2007 y que en España y otros países está siendo catastrófica y para muchos años.

Asistimos en España a cómo las multitudes hoy no forman masa que se agrupa en el lazo a un líder, a un significante-Amo colectivizante que sitúe el orden simbólico de la organización de una comunidad. En la multitud pueden hoy experimentarse lazos libidinales que enlazan a los sujetos por una causa – que sin ser común en los sujetos, pues difiere en lo que les reúne desde su personal malestar- sí tiene una causa social común: la crueldad de la crisis, que por su avidez de beneficios han generado impunemente los poderes financieros y que recae sobre los inermes ciudadanos. Esto es más grave y masivo, como fuente de malestar social que los sufrimientos individuales de los “amores líquidos”. Pues las oportunidades de trabajo se han liquidado, esfumado, en España en 3 años, y ahora son tan gaseosas que todos saben que los gobiernos, de cualquier signo, no resolverán en muchos años una tasa de paro de más del  20 % y que entre los jóvenes de menos de 35 años asciende ya al 45%.

El descontento de cómo el gobierno se ha hecho mero siervo de los mercados, a expensas de privar de futuro sobre todo a los jóvenes y de recortar fuertemente las jubilaciones de sus mayores, ha encendido la chispa del movimiento llamado del 15- M, extendido a partir de una manifestación convocada en las redes sociales por la plataforma “Democracia real ya” (DRY) el 15 de mayo último en todas las ciudades de España con el lema “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros” . De golpe, surgieron “acampadas” que convirtieron nuestras plazas en “polis”, en ágoras, que reunían a multitud de sujetos deseantes de cooperar en un proyecto común, inventando fórmulas de colectivización sobre el terreno, en diversas comisiones por temas .

En esa multitud, que ha desbordado las previsiones de DRY se han producido lazos libidinales de amor y amistad, en lo que acertadamente han llamado “democracia horizontal”, sin líderes. He sido testigo de las sonrisas que entre los sujetos se daban en ese sorpresivo encuentro de tantos sujetos distintos en la Puerta del Sol de Madrid, al sentirse cerca unos de otros y sin violencia alguna por las disonancias de opiniones. He visto lágrimas de emoción en los ancianos que recordaban su perdida República, hace más de 70 años, por la guerra franquista en esta transitoria y efímera república fabricada fuera del sistema en las plazas de la noche a la mañana. He visto solidaridades que nunca antes se habían dado, y prosperar modos de trueque e intercambio, pues la premisa compartida era no aceptar dinero, para demostrar en nuevos lazos de cooperación que se pueden dar beneficios mutuos sin pasar por el dinero. Se están dando especialmente entre jóvenes y viejos en servicios mutuos, hecho bien interesante, pues los ancianos encuentran ayudas necesarias en sus menoscabadas facultades y los jóvenes en paro, comer caliente sin pagar y transmisión de experiencias para subsistir con poco en la vida cotidiana.

En suma, he visto como emergía entre los sujetos ese amor en el que cada cual experimentaba que adquiría una significación para sus congéneres, los habitados por la misma precariedad que él y por el deseo de no conformarse pasivamente con ella, aunque sin saber muy bien cómo actuar eficazmente en común. Y en oposición, lo que señala el periodista Juan José Millás, “la versión paranoica de quienes se aferran a la lógica jerárquica de épocas pasadas” buscando “quien está detrás de todo esto” , cuando no hay ningún líder detrás que hubiera tirado en la sombra de sus hilos, y solo hay lo que se ve delante. No opera ya el discurso del Amo, y los signos de amor y amistad que están uniendo a gentes diversas, ¿no son un signo de que se intenta un cambio de discurso?. Lacan dijo ya en el primer capítulo del seminario Aun, que “el amor es el signo de que se cambia de discurso”.

Y es signo de la insurgencia de los sujetos de un inconsciente irreductible, del que no les logra separar este régimen de exterminio de la subjetividad, que como ya dijo Lacan es máquina de segregación “de masas enteras de gente” que con la ciencia aplicada a ello, al servicio del capitalismo, comenzó en los campos de exterminio nazis.

Disidencias del amor con lo real

Pero no seamos ilusos, no-todo es amor y deseo otro que el que mueve en su causa al discurso capitalista. Si hay nuevas luces entre los ciudadanos movilizados por los jóvenes en España – en lo que en nada se pretende “revolución”, como tampoco es solo griterío de “indignados”, significaciones con las que se expresan los medios de comunicación- se dibujan nuevas sombras, que no se resuelven con el uso subversivo que están haciendo de las redes sociales.

Desde el psicoanálisis no podemos simplemente certificar la emergencia de “un nuevo amor”, ese que hoy alegra en las plazas de España a gentes que padecen de precariedad en sus vidas. Tampoco es cuestión de exaltarlo. Pues como todo amor no anuda lo Real y lo Simbólico sino por la mediación de lo Imaginario que sólo nos acerca a cierto número de personas y no a cualquiera de la multitud, pues cómo bien señaló Freud, para cada sujeto “no cualquiera merece ser amado”. El deseo del psicoanalista, el que no hace interesarnos por el destino de nuestros congéneres, sea en nuestra práctica con nuestros pacientes, a los que nos toca como analistas abrirles a hacer la experiencia de su inconsciente, sea en nuestras eventuales intervenciones en lo social, no se basa en el amor, y por eso el psicoanalista puede acoger a cualquier sujeto, desde lo que no sabe que dice en lo que habla.

A los psicoanalistas nos toca prestar atención a los destinos del síntoma, en el que se anuda, para desconocimiento de cada cual, lo real de nuestra condición de goce y lo Simbólico de las marcas con las que lalengua ha cifrado en significantes el saber de un inconsciente. Los lazos que pueden incidir algo en lo real, son los lazos que Lacan llamó “inter-sinthomáticos”, los que pueden anudar entre semejantes humanos, siempre son dispares, alguna vía efectiva para realizaciones, que más allá de lo efímero de agregaciones, pueda inventar modos de vínculo que, autorizándose cada cual en su deseo, apuesten por forjar proyectos colectivos sin Ideales.

El asunto más difícil en estas nuevas formas emergentes de vínculo social que trata de hacerlo existir contra lo que lo destruye en el discurso capitalista es cómo incidir en ese real que revienta el sistema capitalista, el que nos atraviesa queramos o no y se nos atraviesa como sujetos. Pero no lo es menos en lo que se juega de manera radical en un análisis para que el deseo del analista contribuya a que llegue a su final, en un hacer del sínthoma. Fin en el que el analizante – se haga o no analista- eso no es tan frecuente- encuentre un sorprendente modo de satisfacción que lo acercará en nuevos lazos a sus congéneres, con amor o sin amor.

Notas

1 S.Freud, El malestar en la cultura, OC. Tomo VIII, Biblioteca Nueva, 1974, Madrid, p.3034

2 Eva Illouz, Intimidades congeladas, Katz Editores, Madrid, 2007

3 Eloy Fernandez Porta, €®0$. La superproducción de los afectos (Premio Anagrama de Ensayo, 2010)

4 J. LACAN, Radiophonie, in “ Autres Ecrits”, Seuil, Paris, 2001, p. 435.

5 J. LACAN, Seminario “Le savoir du psychanalyste” lección del 6 de enero de1972.

6 Id.Ibid. p.3067

7 Si bien el término alemán Kultur ha sido traducido por Lopez Ballesteros textualmente como “Cultura”, en el sentido en que Freud lo emplea se refiere, de forma más amplia, a lo que entendemos como “Civilización”.

8 Id.Ibid. p.3036

9 Id.Ibid.p. 3059

10 Id.Ibid. p. 3041

11 Referencia a la famosa fotografía del abrazo entre el marinero y la enfermera de Alfred Eisenstaedt , sacada con su Leica en NY, 1945.

12 LACAN, J, Escritos , Tomo II, Siglo XXI, 1984, p.715

13 LACAN, J, Seminario Les non dupes errent, lección del 12 de febrero de 1974.

14 LACAN, J. Id. Lección del 18 de diciembre de 1973.

15 C.SOLER, L’amour pas fou, in Revue Quarto, éditée par l’ECF-Belgiqe nº 62, Bruxelles, été 1997.

16 SARAH CORONA BERKIN , ZEYDA RODRIGUEZ MORALES, El amor como vínculo social, discurso e historia, aproximaciones bibliográficas, Revista Espiral, Vol.VI; nº 17, México.

17 A.GIDDENS, La transformación de la intimidad: sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas, Ediciones Cátedra, Madrid, 1995.

18 Véase lo que desarrolla al respecto el sociólogo Miguel Castells en su excelente trilogía sobre “ La sociedad en red”