Publicado el 27/02/2023

Dos usos de la pulsión

El título de la comunicación está tomado del libro de Colette Soler Los Ensamblajes del Cuerpo, concretamente de la segunda conferencia que se titula «Usos de la Pulsión». Se trata de dos usos que se nombran como uso o función sexual o erótica y uso o función de identidad.

Dice allí: «Tener un cuerpo consiste, de doble manera, en poder usar este cuerpo en el contexto de la identidad y en el del erotismo. La pulsión tiene un papel de identidad y tiene un papel erótico, pero no hay un uso de la pulsión que permita asegurar la identidad sexual».

Me ha parecido que esta cuestión se podría ilustrar a partir de un caso que Lacan presentó en el hospital de Sainte-Anne y que he consultado en el texto «Ocho Presentaciones de Enfermos en Sainte-Anne» en la versión electrónica de Patrick Valas.

Este paciente se nombra como el Sr M.H., y se presenta como un caso de Travestismo y Transexualismo. Haré una breve viñeta clínica de la presentación de Lacan.

El paciente estaba en el hospital porque había hecho un intento de suicidio. Cuando, al principio de la entrevista, Lacan le pregunta que porqué estaba allí, él empieza contándole que desde muy pequeño se había puesto ropa de chica, y que también gustaba de acariciar ropas femeninas, sobre todo la ropa interior.

Lacan le pregunta: «¿Entonces admite que es travestismo?». Y el paciente contesta afirmativamente. Aclara que era la ropa de sus hermanas y que lo hacía cada mañana y cada noche en el baño cuando sus hermanas se cambiaban. Dice: «para acostarme me ponía su ropa, y a veces, durante el día, me volvería a poner la ropa».

En la respuesta del paciente hay un error de conjugación verbal que Lacan le subraya: ¿Por qué dice «volvería»? Normalmente se dice «volvía».

Y el paciente contesta: «Tengo un francés muy malo, siempre tuve muchas dificultades en el colegio, con mi problema. En mi trabajo, siempre pensaba en eso y me lo ha estropeado todo en la vida tanto como en el trabajo».

La respuesta del  paciente sobre su error de conjugación sigue siendo un tanto confusa, ya que parece estar hablando a la vez sobre las dificultades que le ha ocasionado en la vida este deficiente uso del francés y las que le ha conllevado su gusto por vestirse con ropa de mujer, transitando sin solución de continuidad de una a otra cuestión. Y de hecho, Lacan, aunque le ha preguntado por lo primero, se queda con lo segundo y sigue interrogándolo sobre ello:

«Entonces reconoce que  se lo ha estropeado todo y  lo  llama usted mismo travestismo. Eso implica que sabe perfectamente que es un hombre». A lo que el paciente contesta que sí, que de eso es muy consciente.

Al respecto de esta dificultad con el francés a la que alude el paciente, hay que aclarar que en ningún momento se dice que la lengua materna del paciente no sea el francés o que su familia provenga de otro país, lo que podría hacer pensar que estas dificultades que dice tener con el francés, serían más bien dificultades con el lenguaje, no con un idioma concreto.

Lacan sigue interrogándolo: «¿Y por qué, desde su punto de vista, por qué cree que tiene esa tendencia? ¿Tiene la más remota idea?».

El paciente responde: «No, no lo sé. Sé que cuando llevo la ropa puesta en mi cuerpo me da felicidad».

En esta expresión también se podría señalar una singularidad sintáctica. Dice  «cuando llevo la ropa puesta en mi cuerpo». Me ha parecido que esta expresión era un tanto redundante. Se trata de una aclaración que podríamos considerar innecesaria y preguntarnos por qué hace esta sobreaclaración o sobreexplicación.  Por qué mete el cuerpo en la frase.

Luego Lacan le pregunta sobre el modo en que esa ropa le proporciona lo que el paciente llama felicidad, en qué lo satisface, y el paciente contesta: «No es en el plano sexual, es en el plano… en fin, yo lo llamo el plano del corazón. Es interior, me proporciona…Viene del corazón. Ya tengo todo el carácter de una mujer, también en el plano sentimental… Es decir, que es una cualidad, lo llamo una cualidad, soy dulce. Soy dulce y amable. Pero no veo otra cualidad aparte de esta… sobre todo la dulzura, en el plano sentimental».

Como vemos aquí el paciente diferencia entre dos planos, que talvez se podrían equiparar a esos dos usos de la pulsión que señalaba Colette Soler, el plano sexual, que el paciente descarta, y el plano de la identidad, a partir de esos rasgos de carácter, dulzura y amabilidad que él identifica con lo femenino. Dice: «ya tengo todo el carácter de una mujer». La ropa le da una identidad, le hace sentirse mujer, pero diríamos que se trata de una identidad muy precaria, protésica, circunstancial, porque este paciente no se viste de mujer porque se sienta una mujer, sino para sentirse una mujer. Él no puede sentirse una mujer desnuda.

Respecto a su hipotética condición de travesti, el paciente aclara que cuando se viste de mujer y sale a la calle se da cuenta de que es un hombre porque lo miran como un travesti, y para él es una experiencia dura. Y lo que suele hacer es travestirse pero quedarse en casa para que la mirada del otro no le recuerde que él es un hombre, un hombre travestido.

Más adelante dirá que le angustia el hecho de ser un hombre.

En cuanto al plano de la sexualidad, el paciente cuenta que ha tenido relaciones con hombres y después con mujeres, y dice: «para ver quién me podía convenir más. Y a fin de cuentas, no tengo a nadie. No me atrae ni uno ni otra, ni con las mujeres, porque no me puedo sentir un hombre con ellas y luego con un hombre más fuerte que yo, no puedo tener relaciones con los hombres; lo he intentado dos veces, pero…»

A la pregunta de Lacan sobre cómo hizo la elección de aquellas relaciones, el paciente responde: «No hice ninguna elección. Mi elección es que no me atraen ni uno ni otra».

Luego, sobre su relación con mujeres cuenta que con la primera tuvo varias relaciones sexuales, que califica de pésimas, y lo dejaron. Y aclara: «Sí. Por  supuesto que sentí el placer que eso le depara a un hombre, pero había algo más fuerte en mí que me contradecía. Estaba en brazos de una mujer; me costó mucho penetrarla; no estaba en mi elemento. Nunca me he sentido hombre».

Su segunda relación con una mujer fue más o menos como la primera, dice no acordarse ni siquiera de su nombre. Y aquí Lacan le vuelve a preguntar que de quién fue la idea de tener una relación y el paciente contesta más o menos como lo hizo antes: «De los dos. Fue una relación de los dos… Fue un engranaje, estábamos obligados a seguir. No podía apartarla, entonces llegué hasta el final».

Y Lacan insiste: «¿Quién hacía girar el engranaje, ella o usted?». Y el paciente vuelve a contestar que eran los dos, que no podían parar y estaban obligados a ir hasta el final.

Lo interesante es que Lacan está preguntando por el deseo, incluso por la diferencia sexual al nivel del erastés y el eromenós, el amante y el amado, y el paciente responde con el engranaje. Los sujetos pasan a ser dos piezas que funcionan obligados por un engranaje hasta llegar al final.

Respecto a la diferencia sexual, Lacan le pregunta que, cuando él era un niño, en qué era diferente para él un chico de una chica. Y el paciente centra la cuestión en la diferencia de la ropa, dice que las ropas eran parecidas pero la ropa de chica era más suave, de eso está seguro y sobre todo de que él la encontraba más cálida sobre su cuerpo.

Para este paciente, la diferencia sexual estaba en la ropa, no en el cuerpo. Tal vez porque era la ropa lo que le hacía cuerpo. El cualquier caso pone claramente de manifiesto que la diferencia sexual no está en la diferencia anatómica, sino que viene del Otro. La ropa viene del Otro.

Relata una última relación con una mujer que duró un año. Al sexo él tenía que ir vestido, vestido de mujer. Dice: «iba siempre vestido de mujer, incluso durante la penetración, y me sentía mujer, porque tenía a alguien a mi lado que admitía que fuera una mujer. Entonces llegaba a olvidar que era un hombre». A pesar de ello, más adelante afirmará que no hay vez que penetre a una mujer que no se haga daño, y que en otras ocasiones pierde la erección en el momento de la penetración.

Al final de la entrevista  comenta que quiere operarse, poniendo el acento sobre todo en su cara, para que se parezca más a la de una mujer, depilación, barbilla, nariz…, «porque no puedo esconderla bajo la ropa».

Este paciente manifiesta su queja y su dificultad para poder usar su cuerpo en el contexto de la identidad y en el del erotismo, usos que, según la cita reseñada de Colette Soler, definen en qué consiste tener un cuerpo. Ello centraría la problemática de este caso precisamente en el cuerpo, en la constitución de un cuerpo sobre el que poder articular de alguna manera ambas funciones, cuestión que se nos presenta como primera, antes de valorar si se trata de un caso de travestismo, transexualidad o cualquier otra identidad de género, porque, lo primero que tiene que darse para que pueda haber una determinada orientación sexual, es un cuerpo.

A este respecto Colette Soler propone, en cada caso, «interrogarse sobre cómo usa, de qué usa para hacerse un trozo de identidad y dónde se ubica su eros, su inserción de goce, si es en la relación con otro cuerpo pulsionalmente o si es de otra manera».

Escuchar las respuestas que cada sujeto pueda dar a estas cuestiones formaría parte de la escucha de la demanda trans.