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De «la mujer no existe» a «es literalmente imposible ser mujer»: reflexiones sobre el rechazo y la exaltación de lo femenino en el siglo XXI
Es literalmente imposible ser mujer. Eres tan hermosa y tan inteligente, y me mata que no creas que eres lo suficientemente buena. Siempre tenemos que ser extraordinarias, pero de alguna manera siempre lo estamos haciendo mal. […] Estoy tan cansada de verme a mí misma y a todas las demás mujeres enredándose en nudos para gustarle a la gente.
Barbie, 2023
Este es el discurso que pronuncia una mujer que es madre, en la película de Barbie. Propone que es imposible ser mujer aludiendo a un Ideal del yo que describe como contradictorio; normas y expectativas sociales ante las que es imposible responder de manera correcta. Barbie es una de las películas más taquilleras de la historia y este discurso se extrajo de la película y se hizo viral. Necesitaba pensar por qué tuvo tanto éxito la película y, en concreto, este discurso.
O, en otras palabras;
¿Cuál es la queja histérica que recoge con tanto éxito?
Me lleva a pensar en la enseñanza de Lacan cuando dice: La mujer no existe, en la lógica del no-todo y en su articulación con No hay relación sexual. Pero si pongo una cosa enfrente de la otra veo que para el capitalismo sí existe La mujer y sí existe la relación sexual y, además, esto no ha variado en los últimos 75 años.
Lacan dice al final de La lógica del fantasma: «Hay que hacer que alguien desee un objeto del cual no tiene necesidad alguna, para empujarlo a que lo demande. […] En definitiva, cualquier objeto, a la hora de comprarlo, se presenta a través del deseo del Otro. Comprarlo, comprarlo: cobardía» (Lacan, 2023; p. 345). Destacando la homofonía entre el verbo comprar en francés l’acheter y cobardía lacheté. La cobardía tiene que ver para mí con algo que oculte lo particular de cada uno; el taponamiento del sujeto del deseo al que contribuye la precariedad del orden simbólico y el declive del Nombre del Padre.
Lo que ha caído es el padre de familia del Antiguo Régimen, el que describe Jacques Donzelot en la Policía de las familias, el padre que disponía de los hijos como bienes y que ordenaba en lo familiar las posibilidades de las mujeres; todas dentro del hogar. Entonces, ya no es la lógica del Nombre del Padre sino el imperio de los objetos de consumo, el liberalismo de las leyes del mercado, que pasan por delante de los derechos humanos para entrar en el cuerpo. Cuerpos que se cortan, se inyectan y se venden o se alquilan por partes. Un capitalismo que se queda corto con el nombre de capitalismo salvaje, y al que yo llamaría: capitalismo de la carne, al más puro estilo Cronemberg.
«El rechazo de lo femenino no es patrimonio de ningún género y tampoco de ninguna época. Aunque tal vez tome diferentes modos en diferentes épocas». Dice Jacquie Lejbowicz (2022). «Las mujeres rechazan en la mascarada sus atributos femeninos, en pos de situarse en relación al falo, como siéndolo» (p. 37).
Si por algo me llama la atención el discurso que se hizo viral de la película de Barbie, más extenso del que yo he reproducido aquí, es por la des responsabilización de los sujetos, de las mujeres, con respecto a ese malestar que les aqueja, a saber; que es imposible cumplir con las expectativas del otro, hasta el punto de afirmar que es: «literalmente imposible ser mujer».
Mientras la ética del psicoanálisis se sustrae a la generalización, la lógica del mercado es que el sujeto quede consumado y consumido.
Encuentro un ejemplo muy bueno de esto en el libro La mística de la feminidad de Betty Friedan. Un texto escrito en la década de los 50 en Estados Unidos, en el que se documenta cómo las políticas de estado y el capitalismo, a través del marketing, se aliaron para que hubiera un retorno de las mujeres al ámbito del hogar. Mujeres que habían estudiado carreras profesionales e, incluso, que habían ejercido dichas profesiones mientras sus maridos estaban en la Segunda Guerra Mundial, retornan al hogar con un impacto tremendo en la economía y en la natalidad estadounidenses. Las tasas de natalidad alcanzaron cifras propias de los países en vías de desarrollo. Se encerraron en el hogar, como bien muestra la autora, chicas cada vez más jóvenes, cuyo objetivo último era casarse y tener muchos hijos incluso sin haber alcanzado la mayoría de edad; hacer realidad el sueño americano que veían en los anuncios publicitarios, casas en las afueras, cocinas modernas; la mujer como la experta en el hogar.
La autora analiza y documenta el malestar de las mujeres en aquella época; ella estaba implicada, también era su época. Y lo pone al lado del Malestar en la cultura de Freud; las mujeres sufren indeciblemente, hacen síntomas, se convierten en madres-cocodrilo de sus hijos, desarrollan adicciones dentro de las cocinas diseñadas como cárceles de plástico en tonos pasteles. Describe estudios de psiquiatras de la época que enumeran los síntomas de niños capturados en el goce materno, sin el recurso del Nombre del Padre porque la experta en el hogar era, tenía que ser, la mujer; mujer-toda-madre. En el 67 lo dirá Lacan con otras palabras; separar el cuerpo del niño de ser el condensador del goce materno.
Betty Friedan no fue la única que documentó estos estragos del capitalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial, también Penny Sparke en un recorrido por de la historia a través del diseño y la cultura, lo recoge para explicar cómo se creó una idea de lo femenino que iba en contra de lo que las mujeres habían experimentado durante la guerra:
«En la imagen idealizada de la publicidad y el cine, los años cincuenta solían describirse como un periodo muy «feminizado» en el que las amas de casa aparecían como anfitrionas llenas de glamour […]. El diseño contribuyó de forma importante a producir este efecto.» «Esta insólita imagen de la mujer ideal, abiertamente femenina y feminizada, […] se ofrecía a las consumidoras en una época en la que se las animaba a volver al hogar para convertirse en esposas y madres» «Los muy femeninos colores pastel de los artículos de plástico para la cocina […] formaban parte de un nuevo paisaje visual que alentaba la sensación de «pertenencia» de las mujeres dentro del ámbito doméstico» (Sparke, 1986; p.141).
La mística de la feminidad se publica un par de años después de que la muñeca Barbie aparezca en el mercado, como una muñeca en la que las niñas podían proyectarse en sus juegos y no un muñeco al que cuidar.
¿Qué era la feminidad en la publicidad de los años 50? Lo femenino era lo complementario de lo masculino.
Con Freud, «lo que está en juego en el repudio de la feminidad es la represión de la actitud apropiada para el sexo opuesto. Apropiada, así la nombra Freud en su creencia de que tal actitud existe. Lacan nos ofrece un cambio rotundo de perspectiva al plantear que no hay relación sexual: ni actitud apropiada, ni adecuación alguna» (Lejbowicz, 2022, p.30). Siguiendo con Lacan: «es imposible significar lo femenino, no hay significantes que alcancen a nombrar La mujer; no hay el Universo; no hay la uni-versión de la mujer» (Lejbowicz, 2022, p.58).
Pero la película de Barbie es del año pasado así que cabe preguntarse ¿cuál es la uni-versión de la mujer en 2024?
En este mes, han tenido que retirar una vaya publicitaria en Madrid con el siguiente eslogan: «otro verano más cambiado el panorama de las playas». Lo que se publicitaba era una operación de cirugía estética de aumento de pecho. Forma parte de la línea de marketing de la empresa, que tiene una clínica por la que paso todos los días de camino a mi despacho. En su fachada se puede leer una sola palabra: «exteriorizarte». Ambas publicidades no invitan a la mujer a quedarse en casa con objetos en tonos pasteles, sino que invocan a la pulsión escópica, invitan a salir fuera previo paso por sus quirófanos para dejar de parecerse a sí mismas. En El País se publicaba hace semanas un artículo indicando que estas operaciones de estética han aumentado en un 215% en los últimos 8 años. La proliferación de las tiendas para hacerse uñas de gel es otro ejemplo. En la revista VOGUE de mayo hay un artículo que se llama «antes de tiempo», en el que se advierte del uso de cosméticos por las adolescentes alentado por las redes sociales. Si bien la película de Barbie cuenta la historia de una muñeca que se quiere convertir en una mujer, lo propio de nuestra época parece ser querer convertir a las mujeres en muñecas; todas iguales sin falta.
Esta exaltación de lo que se llama femenino es, en realidad, la mascarada que, en esencia, es el rechazo de lo femenino; la negación de que no hay universal, para impedir que cada una salga al exterior con lo más idiosincrásico de su ser, con su singularidad.
La histérica se presenta como auténtica con sus sufrimientos y sus síntomas, conflictos genuinos que describe a su analista: al tiempo que niega la represión, olvida la escena en la que ha estado concernida, olvida que ha estado concernida, que ha hecho una elección; olvida que tiene parte en ese sufrimiento del que se queja.
El discurso social actual en torno a lo femenino, al feminismo, al ser de mujer está enrocado en unos dogmas que ignoran esto. «Un feminismo inteligente es, por tanto, lacaniano» dice Patrick Moribot, aludiendo a que, si se considera la inexistencia de La mujer, algo con lo que se confrontará el analizante si hace el recorrido del análisis, «es una riqueza que permite tratar el goce femenino de otra manera que [no sea] por el estrago».
Referencias bibliográficas
Donzelot, J. (1998). La policía de las familias. Editorial Pre-textos.
Friedan, B. (1963). La mística de la feminidad. Ediciones Cátedra.
Lacan, J. (2023). Seminario XIV. La lógica del fantasma. Paidós.
Lejbowicz, J. (2022). El rechazo de lo femenino. Del horror al coraje. Grama Ediciones.
Sparke, P. (1986). Diseño y cultura, una introducción. Desde 1900 hasta la actualidad. Gustavo Gili.