Publicado el 02/11/2022

Amor y pulsión

La pulsión es uno de los cuatro conceptos del psicoanálisis que Lacan elige como fundamentales para retomar su enseñanza después de su expulsión de la IPA. No es casual. Lacan pretende retomar a Freud en sus cimientos para demostrar que él es más freudiano que todos los que institucionalmente así se nombran. Retoma a Freud y para serle fiel, va más allá de él. Una cierta forma de prescindir del padre a condición de servirse de él.

En este seminario Lacan hace esto transitando por los cuatro conceptos que marcan la especificidad del psicoanálisis en su ética y en la certeza1 de su praxis. La pulsión, la cual hoy nos ocupa, es uno de los conceptos más inasibles y ambiguos del psicoanálisis y, por esa misma razón, uno de los más fértiles. No es casual que la elaboración que hace Lacan de la pulsión en este seminario haya conducido a una puesta a punto del objeto a. La pulsión, como el objeto a, es un concepto complejo y ambivalente y es necesario hacer una lectura avisada de este seminario para poder ver cómo Lacan, empeñado en seguir a Freud en cuanto al amor, no puede sino trascenderlo.

Toda la dificultad de este seminario radica en poder seguir a Lacan en este vaivén donde recurre a Freud y al mismo tiempo lo supera. Lacan repite con Freud: amar es querer ser amado. Nos dice que el amor de transferencia, como todo amor, es siempre narcisista2. No obstante, esto concierne al nivel de la transferencia examinada desde el esquema freudiano Yo/Ideal del yo3.

Sin embargo, el abordaje de la transferencia desde la conceptualización del sujeto supuesto saber a partir de los procesos de alienación y separación, le devela a sí mismo que el objeto a que el analizante coloca en el analista no es simplemente cuestión del Ideal del yo, de ser amado en tanto amable a los ojos del Otro, es un objeto que promete la clave de la significación evanescente del sujeto en su alienación. La transferencia es examinada entonces en un segundo nivel: si el amor de transferencia tiene algo de verdadero, es porque él apunta al objeto a encarnado en el analista, objeto que no es el objeto del narcisismo del yo. Lacan dedica dos clases de este seminario a los procesos de alienación y separación porque se hace imprescindible la distinción entre yo y sujeto. Esta distinción es fundamental porque cambia la noción de objeto, del objeto de satisfacción del yo al objeto causa de deseo del sujeto.

En el seminario XI el desarrollo sobre el amor está basado en la alienación, pero hacia su final Lacan va acentuando la cuestión de la separación y es ahí, desde la separación (en tanto separación del Otro y del objeto) que se puede concebir el amor más allá del narcisismo. En el capítulo XIX, el desarrollo de la alienación en el significante fundamental y su carácter de sinsentido que descubre la interpretación, devela que es en la transferencia donde el sujeto deposita toda la significación de ese significante que está llamado a encarnar el analista.

Vayamos por partes.

Al final de la clase XVIII4 Lacan dice que es la pulsión el dato que introduce la cuestión de la alienación del sujeto. La pulsión sin objeto determinado como sostuvo Freud desde el principio para distinguirla del instinto y para pensar la sexualidad humana en los términos de la alienación. De ahí que la pulsión sea en sí misma una alienación.

Si la pulsión no tiene objeto determinado, ¿en qué sentido el objeto a es objeto de la pulsión? En el sentido que el objeto a hace semblante de ese objeto no determinado y perdido para siempre, en el sentido que el objeto a viene al lugar de lo real de lo imposible de una satisfacción esperada. La pulsión, sin embargo, siempre se satisface, aunque colateralmente. Ella sería la persistencia de lo imposible5.

La pulsión le permite a Lacan hablar de otro objeto diferente al objeto del yo en la relación narcisista. Tiene que pasar para ello por los objetos parciales que recortan el cuerpo pulsional, pero, precisamente por tratarse de objetos que «no sirven para nada» (no sirven para nada porque la pulsión no se satisface en su objeto, ni siquiera en su fuente, no regresa a ella. La pulsión se satisface siempre porque se realiza en sí misma, en alcanzar su meta más allá del objeto —lo rodea, no lo toca—); que no sirvan para nada le permite concluir que el objeto que verdaderamente atañe al sujeto es un objeto inservible que vendrá a taponar la causa de su deseo y, al mismo tiempo, a orientarlo: el objeto a.

La pulsión le da la clave para conceptualizar el objeto a como objeto causa del deseo. Le permite pensar un amor más allá del narcisismo del yo, un amor que desde sus primeros seminarios apuntaba al ser, un ser que sugería desde ya una relación al objeto más allá del objeto de placer adecuado al yo.

De ahí que el objeto descubierto por Lacan como agujero no sea objeto de deseo sino objeto causa del deseo, no es lo mismo. El sujeto en posición de objeto causa del deseo abre una dimensión diferente en la enseñanza de Lacan en cuanto a la relación de objeto. Veremos sus consecuencias para el amor.

Divergencia entre narcisismo y pulsión

El amor que Freud describe es el amor narcisista, el del yo y sus objetos. El amor narcisista se basa en una circularidad diferente de la circularidad de la pulsión. En los capítulos dedicados al montaje y circuito de la pulsión, Lacan intenta explicar por qué para Freud amor y pulsión son excluyentes. Afirma con Freud que la pulsión en tanto parcial nada tiene que ver con el amor. Parece como si Lacan no quisiera desmentir esta exclusión, pero esta exclusión se sostiene en una concepción del amor como narcisista que en este momento de su enseñanza no puede aún entender el amor en su relación a lo real. Por cierto, es preciso anotar que la referencia a lo real en estos capítulos no tiene que ver con el registro de lo real sino con esa vastedad del campo de la realidad por fuera del yo. En Freud la influencia de la teoría del narcisismo en la explicación de la relación sujeto-objeto como relación yo-mundo exterior, determinará los límites de su concepción del amor.

Mi tesis fundamental estudiando en Freud la relación entre pulsión y amor es que no se puede reducir la explicación de la relación amor-pulsión al amor narcisista por la misma razón que no se agota la explicación del concepto de pulsión en el narcisismo.

Ya hemos dicho que el momento y las circunstancias en la que se desarrolla este seminario en la enseñanza de Lacan condiciona que él insista en no abandonar a Freud, pero el asunto es que Lacan desde hace mucho tiempo no está conforme con que el amor sea sólo narcisista. Lo hemos visto en diferentes momentos a lo largo de este seminario sobre el amor.

Lacan hace una diferencia entre amor, en tanto narcisista, y pulsión para precisamente apuntar a otro lugar. El hecho mismo de que ya desde el año anterior, en el seminario sobre la angustia Lacan haya introducido el objeto a en el esquema de la división del sujeto, hace posible que al final del seminario XI Lacan pueda plantearse el amor más allá del narcisismo una vez que se abre a otra dimensión del objeto que no es el objeto de satisfacción sino el objeto a causa del deseo. Veámoslo en detalle.

Es en la medida que la pulsión no alcanza el objeto que ella se diferencia del narcisismo6. En su circuito ella rodea el objeto, y su meta, que no es el objeto sino la satisfacción misma, se alcanza en su regreso a la fuente, pero ya erotizada en los desfiladeros del significante por la marca del significante sobre el cuerpo. Esa es la forma en que la pulsión del yo se hace pulsión sexual, se erotiza. Porque la pulsión sólo es pulsión en tanto sexual. Las pulsiones del yo no son pulsiones7. Por eso yo me preguntaba dónde está la sexualidad en el amor narcisista según lo describe Freud8 si este amor se sostiene fundamentalmente en las pulsiones del yo. Lacan se plantea la tarea de demostrar entonces «… que la sexualidad como tal hace acto de presencia, ejerce su actividad propia, por intermedio de las pulsiones parciales»9 y no por las pulsiones del yo que dinamizan el narcisismo. De lo cual deduzco que el amor narcisista entonces no es sexual. Así, la sexualidad entra a funcionar no por el objeto de satisfacción del yo sino por el objeto causa del deseo. Ese el aporte de Lacan en el seminario XI.

El Otro y el objeto a en la dinámica del amor.

El abordaje del tercer campo de las pulsiones, es decir, la bipolaridad activo-pasivo en la relación sexual, la cual ha sido tan problemática en la historia del psicoanálisis, se ilumina a la luz del examen de la pulsión en este seminario. Las reflexiones de Lacan en estas páginas10 indican que lo activo-pasivo corresponde a un intercambio sexual más allá de los semblantes masculino y femenino, los cuales llamará mascaradas. Se impone la pregunta de si no es ésta una bipolaridad que atañe a toda posición sexuada independientemente de la inscripción sexual masculina o femenina, desde el momento mismo que parecería tener que ver con el carácter excéntrico de la pulsión, con una circularidad no reversible —a diferencia del narcisismo— y que coloca al sujeto en el lugar de objeto: hacerse hacer. Lo veremos más adelante.

Nos dice Lacan: «Afirmo la distinción radical que existe entre el amarse a través del otro -cosa que no permite, en el campo narcisista del objeto, ninguna trascendencia al objeto incluido en él -y la circularidad de la pulsión, en la que la heterogeneidad entre la ida y la vuelta revela una hiancia en su intervalo.»11

Con esta afirmación Lacan señala algo fundamental que hace la verdadera diferencia con Freud. En la relación objetal que supone el amor narcisista, la relación entre lo masculino y lo femenino no está atravesada por la relación al Otro como Otro radical. Son semblantes, dirá Lacan más tarde, de la mascarada como un intento de significar la diferencia sexual. No hay alteridad12. Creo que no exagero si digo que esto es desde ya un preludio de lo que sostendrá en 1972 sobre la función fálica y las fórmulas de sexuación13.

Esto es lo que le permite a Lacan ir más allá del amor narcisista: darse cuenta que falta en Freud la referencia a la instancia del Otro y su falta radical, ese punto donde se aloja el objeto a como función (causa del deseo y no como objeto). Freud se queda en el plano de la relación yo-objeto, donde el objeto es objeto de deseo, no causa de deseo; no es lo mismo. Por eso en ese plano el amor no puede ser sino narcisista ya que responde a la lógica del yo-placer (Ich-lust)14, en la cual el objeto es el Ideal. Lacan sin embargo da un paso más, no le basta la relación yo-objeto pues se da cuenta que la instancia del Otro introduce una alienación fundamental que revela la constitución del sujeto. Y esta constitución supone una pérdida fundamental, la cual Freud supo ver en das Ding pero sólo pudo conceptualizar en el plano de lo imaginario. De ahí que para Freud el amor sólo se explique en este campo, en la relación del yo con el Ideal del objeto. Para Freud no estaba tan clara la diferenciación de los tres registros -R, S, I- como para poder calibrar la importancia de la alienación en lo simbólico que funda al sujeto. Así, no le fue posible concebir un sujeto separado de su objeto en otra dimensión: la que supone la falta del Otro en lo simbólico y el resto que en lo real esta falta significa.

Lacan desde el principio de su enseñanza y dando un privilegio especial a lo simbólico, comienza a percibir que en esa alienación el sujeto pierde algo más que un objeto primordial, pierde su ser. Ese ser que no es ontológico ni es lo real, remite como antecedente al objeto a15.

El objeto a es inventado por Lacan para dar cuenta de ese paso fundamental de la relación yo- I(a) a la relación del sujeto barrado en lo simbólico S/ con la falta del Otro. Relación que permite pensar el amor en otros términos: el amor es siempre el amor al Otro y su mediador es el objeto a. El ser al que apunta el amor en la primera enseñanza de Lacan es el objeto a que el sujeto se inventa para solucionar la cuestión de la falta del Otro.

De la triada pulsión, deseo y amor

Es a partir de la clase del 20 de mayo de 1964 –Del amor a la libido– que Lacan comienza a plantear de forma más clara la especificidad de su posición. En las páginas 192 y 193 Lacan está intentando diferenciar objeto de deseo y objeto causa del deseo16. Dice que el objeto a no es la mira del deseo: es presubjetivo o fundamento de una identificación primordial de todo sujeto en tanto objeto para el Otro.

Lacan retoma y explica la lógica del Yo-placer en Freud17 a partir de los procesos de alienación y separación y esto le permite hacer una diferenciación importante entre el objeto de amor como objeto de bien, el objeto de la pulsión y el objeto causa del deseo, lo cual abrirá el camino a una concepción del amor no narcisista.

Retoma este punto al abordar las confluencias y divergencias entre pulsión, deseo y amor en las páginas 250 y 251. Allí nos dice: «… el objeto del deseo es la causa del deseo y este objeto causa del deseo es el objeto de la pulsión, es decir, el objeto en torno del cual gira la pulsión.» Entonces, el punto de confluencia entre objeto del deseo y objeto de la pulsión es el objeto en tanto causa.

Si seguimos a Lacan atentamente en estas páginas tenemos que concluir que la pulsión no tendría nada que ver con el amor en tanto narcisista. La pulsión sería el índice de un objeto que causa el deseo y esto supone una aproximación diferente a la cuestión del amor: el amor más allá del narcisismo tendría que ver con un objeto que causa el deseo y no con un objeto de deseo. Claro, este punto de su elaboración teórica tiene todo su mérito en esto, pero resulta evidente que no hay una clara diferenciación entre deseo y amor en el sentido de que el amor no se explica sino por su relación a un objeto que causa, no el amor, sino el deseo. Habrá que volver sobre esto en otra ocasión.

Pulsión y amor. Confluencias

La relación entre amor y pulsión en el seminario XI requiere una lectura un tanto transversal para poder entender hasta qué punto Lacan logra o no en este momento de su enseñanza ir más allá de Freud en una nueva perspectiva del objeto en el amor. De ahí que en mi lectura de este seminario yo vea que el amor se acerca más a la pulsión que al narcisismo. No estoy segura que él mismo lo tuviera del todo claro hasta el seminario XX Aún. Aún abre la perspectiva de un más allá en el amor por la aproximación a un amor más allá de la lógica fálica. Recordemos que los seminarios avanzan en la misma medida que él avanza en su elaboración.

Podría pensarse que vincular el amor a la pulsión sería una degradación mayor debido a que el propio Lacan utiliza la perversión para explicar la pulsión. Pero este uso no es más que una instrumentalización; la pulsión es un montaje para el cual la escena perversa sirve de caricatura.

El hecho de que Lacan utilice la perversión para explicar la pulsión no significa que la pulsión sea en sí misma perversa. La reversibilidad de la pulsión en que se asienta la relación a la estructura -relación al objeto y al Otro- en el sujeto perverso no es privativa de él. Para todo sujeto la pulsión es reversible desde el momento que, al pasar por el lugar del Otro, el sujeto se convierte en sujeto activo de su posición de objeto en el hacerse hacer (hacerse ver, chupar, cagar, oír); y esto es inherente a toda estructura. Lo particular de la perversión es que en ella el sujeto es «militante» de esta condición, mientras que el psicótico se siente condenado a ello y el neurótico, por medio de la formación de compromiso que es el síntoma, se adhiere al deseo del Otro y al mismo tiempo hace objeción a él. Del sujeto como objeto en la perversión hay que pasar al sujeto como objeto en general. Lacan en el transcurso de su enseñanza pasa de una concepción imaginaria de la relación sujeto-objeto a una concepción diferente, donde el sujeto en posición de objeto no se explica en el registro de lo imaginario. Creo presentir que esta nueva concepción está dada por la aparición del objeto a, tapón del agujero en lo real, objeto causa del deseo en el fantasma. Esto traerá implicaciones en la evolución de la concepción del amor.

Entonces, ¿qué relación habría entre pulsión y amor por fuera de la perversión? El amor podría ser una forma de sublimación de la pulsión y como tal no estaría encadenada a los objetos pulsionales. Aclaro que no es la condensación18 de la pulsión, pero sí una forma de sublimación de la pulsión. La sublimación se realiza a través de un rodeo del objeto que crea en la dimensión significante ese espacio que es la Cosa. El punto en común con la pulsión estaría en el rodeo. La pulsión, como vemos en el esquema de su circuito, también rodea el objeto sin alcanzarlo para satisfacerse finalmente -siempre se satisface- en un regreso que no es a la fuente (zona erógena) sino a la meta (Goal), aun si esta no fuera más que su propio recorrido19.

Se trataría, no obstante, de un amor que apunta al objeto a como objeto supuesto a satisfacer la pulsión; análogo de todo intento de elevar el objeto a la dignidad de la Cosa y como elaboración de la falta. En este sentido seguiríamos en la lógica fálica, en la lógica de la promesa fálica si de ese objeto existe la creencia de que es capaz de satisfacer el deseo.

Y es que el amor erótico presupone la existencia del objeto a. Cuando Lacan nos dice que la metáfora paterna es un refugio donde se instituyen normalmente las relaciones sexuales templadas20, digamos "normales", podemos entender, como propone J. Allouch21, que se trata de un refugio para evitar el sacrificio del objeto. Quisiera subrayar no obstante que este objeto, en las relaciones más satisfactorias, funciona paradójicamente más como causa que como objeto. ¿Cómo se explica esto? Espero haberles podido trasmitir la diferencia entre el objeto de deseo y el objeto causa del deseo: se trata del consentimiento a ocupar el lugar del objeto causa del deseo -y no del objeto de deseo. El mismo verbo lo explica: consentir ser objeto causa del deseo implica consentir estar ahí, lo cual no significa creérselo.

No obstante, es preciso decir que no es la sublimación de la pulsión lo mejor a lo que puede aspirar el amor; no al menos si quiere ir más allá de la lógica fálica. Lo retomaré.

El tránsito desde el Ideal del yo al objeto a en la experiencia analítica

En la última clase del seminario XI Lacan habla de la distinción entre el Ideal del yo y el objeto como un paso necesario para que el analizante pueda desprenderse de ese Ideal del yo, rasgo unario – S1, con quien se ha identificado como sujeto y sobre el que se ha constituido su síntoma. El ideal, el cual se sostiene en ese significante S1, queda desprovisto de todo sentido. ¿Pero qué pasa con el objeto? El objeto a es la otra cara de esa primera identificación al S122.

Para Lacan es una paradoja ese encuentro del analizante con el analista por ser el encuentro del analizante con la alienación propia, el objeto a en que se enajena y que coloca en el analista. Es una paradoja porque allí donde la transferencia se sostenía en la identificación especular al analista, como Ideal del yo donde verse amable por el Otro, el descubrimiento del analista como objeto a supone la constatación de la separación: "amo en ti algo más que tú." Lacan no menciona la separación en este punto, pero es indudable que ella es introducida necesariamente en la experiencia del encuentro con el objeto a en la transferencia. Nos dice: «Hay un más allá de esta identificación, y está definido por la relación y la distancia existente entre el objeto a minúscula y la I mayúscula idealizante de la identificación.»23

Un análisis brinda la posibilidad al sujeto de hacer esta distinción porque el analista, en su función de semblante de objeto a, puede propiciar esta separación entre ideal y objeto. Por eso dice Lacan24 que es importante que el analista mantenga esa distancia necesaria del Ideal del yo del analizante, lo desmienta, porque esto le permitirá ir más allá, al encuentro con su objeto causa del deseo. A esto es a lo que está convocado el deseo del analista25.

Pero el objeto a puede permanecer todavía tapando el agujero, aún después de haber ocurrido la separación entre el objeto y el Ideal. Hará falta un tramo más. Para poder terminar un análisis hace falta sortear esta distancia entre el Ideal y el a, verla aparecer, para poder localizar el objeto a, desalienarlo del ideal y poderlo ver como agujero, no más como promesa de satisfacción.

Sólo entonces el analizante puede empezar a entender de qué se trata en el amor. Esto le posibilitará conocer que ese objeto que causa el deseo no remite sino a su división de sujeto: constatación de lo real de la falta y condición esencial para un nuevo amor. Lacan nos deja en este punto al final del seminario XI.

Una vuelta a la pulsión

Cuando Lacan dice que se trata en el análisis de llevar al analizante de la demanda a la pulsión26, está haciendo a la pulsión el vector a través del cual el sujeto se encontrará al desnudo con su objeto a.

La pulsión es la señal de la verdad del sujeto. De ahí que al final del análisis sea preciso que el analizante tenga que vérselas con la pulsión. Quedarse a solas con ella es difícil porque ella emerge frecuentemente en forma de angustia y no se puede hacer que no se ve, no después que el Ideal que ella sublima no funciona, cuando el fantasma ha sido atravesado y el objeto a ha caído, cuando el síntoma tampoco sirve. La vuelta a la pulsión es necesaria para abordar el último reducto del goce, cuando ya no funciona la demanda y el deseo ha sido cuestionado.

Sólo cuando se comprueba que el objeto a -el cual se reveló más tarde en el análisis como causa de su deseo- no es más que un agujero, el sujeto se encuentra ante lo real de su imposibilidad, puede darse cuenta del sinsentido del sujeto supuesto saber y del objeto a que depositaba allí. No hay ningún saber en ningún sujeto y termina la transferencia. Así, termina la demanda de amor sostenida en el fantasma, termina el engaño27 del amor narcisista sostenido en el objeto ideal y se puede empezar a amar de otra manera.

Por eso Lacan se pregunta cómo hacer con la pulsión más allá del fantasma. Pues ahí viene lo más duro, la verificación del objeto como tapón al agujero de lo imposible. Si convenimos que la pulsión es la forma de persistencia de lo imposible,¿cómo se resuelve entonces que la pulsión pueda ser vivida fuera del fantasma? ¿Cómo sería un amor fuera del fantasma?La vuelta a la pulsión puede llevar intrínseco una nueva condición para el amor; el destino de una satisfacción asentada en la experiencia de lo imposible: no hay objeto que satisfaga la pulsión ni el deseo.

El paso de Spinoza a Kant lleva a Lacan a concebir el objeto de deseo como agujero. He ahí que se devela para el amor otro derrotero. El efecto de desengaño que ejerce el psicoanálisis hace de cierta forma un guiño a esa ley moral de Kant que «no es más que el deseo en estado puro, el mismo que desemboca en el sacrificio, propiamente dicho, de todo objeto de amor en su humana ternura.»28 Conocer de eso presupone que el sujeto ha de «haber cumplido antes con el límite al que está encadenado como deseo». Es en este punto que Lacan parece confesar haber ido más allá de Freud: «El amor, que en la opinión de algunos hemos querido degradar, sólo puede postularse en ese más allá donde, para empezar, renuncia a su objeto.» Esto será el preludio, a mi manera de ver, de una nueva concepción del amor en su última enseñanza.

Una interrogante para mí era cómo se ama después del final de análisis, después de la extracción del objeto. Pues bien, en el seminario XI Lacan no lleva este asunto hasta el final, pues recién acaba de formular el objeto a. Se queda allí donde supone que el sujeto pueda localizar el objeto a en el analista y se pregunta: «¿Cómo puede un sujeto que ha atravesado el fantasma radical vivir la pulsión?»29 No desarrolla el punto de la extracción declarando que ese es el más allá del análisis, el cual hasta entonces no había sido aún abordado. Lo hará más tarde a raíz de su formulación del pase y considero que sólo llega a desarrollarlo a través de la topología nodal donde, a partir de Joyce, la función nodal de lo real no se asienta sobre el objeto a sino sobre el sinthome.

Este tema llevaría otro desarrollo sobre el cual sigo investigando, pero puedo adelantar que Lacan al final de su enseñanza hace una reelaboración de la sublimación de la pulsión a través del abordaje topológico de lo real. Saber qué hacer con la pulsión fuera del fantasma es ir más allá de la promesa de la sublimación. Si para Freud esta es la única realización posible de la pulsión precisamente por independizarse del goce sexual, para Lacan la satisfacción pasará por un nuevo tratamiento30 de la pulsión que vaya más allá del goce fálico, al goce del no-todo. Si la pulsión puede ir más allá del objeto a –en tanto no lo toca, lo bordea- para alcanzar la división del Otro, entonces puede tener otro destino, en el sentido que, como nos recuerda C. Soler31, en el fin de análisis no se trata de sublimación sino del efecto de un cambio eventual al nivel de la relación al partenaire síntoma, lo cual no es otra cosa que una nueva relación al Otro, una nueva forma de hacer lazo. Y es en este sentido que atañe al amor, esta es la forma en que esta nueva relación al Otro puede concernir al amor.

Las últimas líneas del seminario XI merecen especial atención. Lacan nos dice allí que el amor sólo puede postularse si renuncia a su objeto. No dice más. Sabemos también que hacia el final de su enseñanza otorga a la pulsión un lugar preciso y transmisible en la clínica al llevarla a una dimensión más allá del objeto. Pues bien, ese es el camino hacia un nuevo amor, el cual pasa por la separación32. Es la lógica de la separación lo que le permitirá más tarde topológicamente abordar la cuestión del objeto como agujero. Así, la pulsión, tan mal considerada desde siempre, puede ser tratada no ya desde la sublimación sino desde el goce del síntoma para abrir la posibilidad de encontrar una manera vivible, sinthomática, de hacer con lo real.

Notas

1 Lacan, J. (1987) Seminario XI, Los cuatros conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, p.271.

2 Ibid. p.261.

3 Ibid. p.280.

4 Ibid. p.250.

5 «A este nivel ni siquiera nos vemos obligados a tomar en cuenta ninguna subjetivación del sujeto. El sujeto es un aparejo. Este aparejo tiene lagunas, y en esas lagunas el sujeto instaura la función de cierto objeto como objeto perdido. Es el status del objeto a en tanto está presente en la pulsión». Ibid. p.192.

6 La diferencia entre amor y pulsión está basada en la distinción entre pulsión y narcisismo, partiendo del presupuesto del amor en tanto narcisista. Lacan, J. Seminario XI, capítulo XV Del amor a la libido, págs. 182, 183, 196 y 197. La reversibilidad de la pulsión y del narcisismo no es la misma. La del narcisismo es circular, se inviste al otro libidinalmente y la libido vuelve al yo. Es el caso del amor narcisista. La reversión de la pulsión no es circular, pasa por el otro haciendo un arco –no un círculo- y en su trayecto contornea al objeto a que se supone la satisficiera. Pero como ese objeto realmente no existe, regresa para satisfacerse –siempre se satisface-, no a la fuente (borde-zona erógena) sino a la meta (Goal). No importa bien cuál sea esa meta porque no se trata de un objeto específico, no hay objeto para la pulsión (Sem XI p.187); a veces es suficiente que haya hecho el trayecto (Aim). Su meta es su satisfacción en forma de circuito (Sem XI p.186).

reversión Investidura de objeto
Narcisismo circular
pulsión En arco no (objeto no determinado)
autoerotismo circular no

7 Ibid. p. 198.

8 Lacan en la p.182 (Ibid.) refiere que Freud en Pulsiones y destinos de la pulsión niega rotundamente que el amor sea «… el factor indiscutible que presentifica la sexualidad en el hic et nunc de la transferencia» y esto es comprensible porque el amor, siendo siempre narcisista para Freud, responde más a las pulsiones del yo que a la pulsión sexual. Por otra parte, la pulsión sexual por pertenecer al campo de lo no representado, de lo reprimido, es siempre parcial, infractora, disidente. Por lo tanto, no es posible que sea condensada, metaforizada en el amor.

9 Ibid. p. 201.

10 Ibid. p. 199-201.

11 Ibid. p. 201.

12 Ídem. p. 201.

13 Específicamente, Escritos II, El atolondradicho y Seminarios O peor y Aún.

14 Ibid. esquema p. 248.

15 El amor como pasión del ser descubre una dimensión del amor no imaginaria. No es sólo narcisista. El don activo que pasa por la palabra tiene que ver con lo simbólico. Tengo la impresión de que ese ser al que apunta el amor puede ser un antecedente del objeto a. Ver J. Lacan, Seminario I, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, p. 393, 401-403 y Escritos II, Observaciones al informe de D. Lagache, Editorial Siglo XXI, p.641, 646, 647.

16 Lacan dice en la p.192 que el soporte del deseo no es el objeto sino el fantasma. Lo repite más abajo, al final de la pág. pero no está claro que se refiera al objeto causa del deseo. En la pág. 193, 2º párrafo, habla del «objeto del deseo —en el sentido corriente—» como el fantasma que sostiene el deseo o un señuelo. Siguiendo a Freud, el objeto de deseo —en el sentido corriente— se correspondería con el objeto del amor narcisista mientras que el objeto causa del deseo (objeto a) sería el objeto de la pulsión. Lacan, J. (1987) Seminario XI, Paidós.

17 Ibid. esquema p. 248.

18 Ya Freud se oponía a que el amor fuera la condensación de todas las pulsiones sexuales antes que Lacan concluyera que no existe la pulsión genital porque no existe la relación- proporción sexual.

19 Ibid. p. 185. Esquema del circuito de la pulsión.

20 Ibid. p. 283 y 284.

21 Allouch, J. El amor Lacan, B. Aires, El cuenco de plata, 2011, p.240 y 241.

22 Lacan en su discurso titulado La Tercera ha llegado a ponerlos en la misma serie en tanto ambos están carentes de sentido. La Tercera, Texto no revisado por J. Lacan, extraído de «Actas de la Escuela Freudiana de París», varios autores, págs. 159-186, editorial Petrel, Barcelona, España, 1980, p. 6.

23 Lacan, J. (1987) Seminario XI, Paidós p. 279.

24 Ibid. p. 278.

25 Ibid. p. 281.

26 Idem, p. 281.

27 Ibid. p. 261.

28 Ibid. p. 283.

29 Ibid. p. 281.

30 «…nos referimos a la pulsión justamente porque el estado de satisfacción se ha de rectificar a nivel de la pulsión.» Ibid. p. 174.

31 Soler, C. La sublimation, L’Harmattan | « Che vuoi ? », Cairn editions 2003/1 N° 19 | pages 155 à 162. https://www.cairn.info/revue-che-vuoi-1-2003-1-page-155.htm

32 La separación se relaciona con la pulsión en la crítica de Lacan al Eros de Freud en Televisión, Otros escritos, Paidós, p. 553.